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Actualidad

01 Septiembre 2020

Profecías Orwellianas

primitivo fajardoCuando leí la novela 1984 (1950), de George Orwell (pseudónimo del escritor británico Eric Arthur Blair, 1903-1950), hace ya muchas lunas, me quedé contrito y en apnea, trémulo y estupefacto. El retrato en negro y la visión profética que hacía el autor de una sociedad totalitarista en un futuro no muy lejano era espeluznante. “Menos mal que esto no va a pasar nunca” fue mi reflexión estudiantil.

La releí el año que estuvo de moda por su titular, con la democracia y la Constitución consolidadas y gobernando el socialismo verdadero. En aquel ambiente de libertad absoluta me pareció aún más inverosímil la metáfora del regreso a las cavernas que preconizaba la obra. Sin embargo, ahora he vuelto al pilón con mayor expectación e inquietud y me ha parecido aún más estremecedora, pero ya no pienso que la tesis fabuladora que mantiene no vaya a ocurrir nunca. Por desgracia, aquello tan imposible por impensable está sucediendo hoy en España.

Como regodeo y redondeo he regresado además a la lectura de su Rebelión en la granja (1945), un brillantísimo alegato anticomunista de quien le confesó a su amigo Henry Miller en París que a comienzos de la Guerra Civil se marchaba a combatir en España con la idea de “matar fascistas porque alguien debe hacerlo”. Orwell participó en la contienda en el bando republicano y al acabar el conflicto, durante el cual recibió un tiro en el cuello en Huesca y a punto estuvo de ser asesinado en Barcelona, afirmó haberse convertido en un declarado antiestalinista, confesándose “socialista demócrata”.

EN LA OBRA SE REFLEJA LA SITUACIÓN ACTUAL DE ATURDIMIENTO DE LA SOCIEDAD Y LA DERIVA ANTIDEMOCRÁTICA QUE LLEVA LA POLÍTICA DE ESTE GOBIERNO LIBERTICIDA Y DEMAGOGO.

Esta novela corta relata el levantamiento animal contra el propietario de una granja como alegoría de la corrupción de los ideales socialistas, cosa que cobra verosimilitud en estos momentos en nuestros lares porque refleja perfectamente la situación actual de aturdimiento de la sociedad y la deriva antidemocrática que lleva la política de este Gobierno liberticida y demagogo, una patulea de sátrapas encabezado por un psicópata indecente, miserable y cruel, sin principios, sin moral, sin dignidad y sin escrúpulos, un inteligente asintomático abrazado a la hez fascista antiespañola: independentistas catalanes, terroristas vascos (ante los que se humilla y gimotea) y los perroflautas de chequera y casoplón liderados por unos mafiosos que, medrando hasta encumbrarse como casta, se codean con narcotraficantes y delincuentes persiguiendo un cambio de régimen constitucional y la república bolivariana de sus sueños húmedos. A modo de atinada metáfora y con toda la razón, en el ensayo orwelliano la cúpula del poder en la granja tras la revolu ción la copan los cerdos.

Para saber el rumbo que nos deriva a otra dictadura conviene leer las sátiras sociales de Orwell. La pandemia del coronavirus ha servido para desenterrar su pavorosa obra 1984 y al Gran Hermano protagonista que todo lo vigila, donde se retrata la pulsión totalitaria del poder tenebroso empeñado en desarticular al individuo mediante la manipulación de la rea lidad, transmutando el lenguaje, condicionando sus pensamientos, blanqueando su discernimiento y reescribiendo constantemente la historia para borrarle los recuerdos e imponer la ficción de sus ideales narcóticos (¿les suena Ministerio de la Verdad, de la Abundancia, del Amor, de la Paz, la Policía del Pensamiento?). El que controla el pasado controla el futuro, y el que controla el presente controla el pasado (Orwell dixit). Se trata de falsear los hechos históricos a conveniencia. La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud y la ignorancia es la fuerza.

Todo para lograr una sociedad absolutista de súbditos lobotomizados, tontolabas y ovejunos, privados de libertad, que no lean, no piensen y obedezcan ciegamente los dictados del poder. Para probar este experimento, el coronavirus le ha venido piripintado a la gusanera monclovita. Mal camino llevamos porque nos ha caído la del pulpo en la peor situación y con el peor Gobierno. Una pandemia que ya ha dejado en suelo patrio más de cincuenta mil muertos y un agujero negro económico que va a tragarse las vidas y haciendas de las próximas generaciones, pues esta coalición radical de filibusteros al mando es un veneno letal, tan incapaz de abordar la recesión que se avecina como inútil fue para hacer frente a la pandemia y catastrófico para gestionarla después, ocultando de paso la mitad de los muertos. Este caudillo necrófago lo único que hace bien es mentir a la velocidad del Falcon, y atacar el sistema constitucional, despilfarrar en gastos electoralistas para pescar en caladeros clientelares y sobrealimentar a la bicha mediática para tapar con plasma y tinta su idiocia y sus desmanes.

Los grandes logros de este majadero han sido que España ostente la mayor tasa de mortalidad del mundo y que el duro confinamiento del estado de alarma, el más estricto y largo de Europa –que no ha servido para nada porque estamos igual o peor–, perpetrado para paliar su negligente respuesta al virus y tener las manos libres para operar ideológicamente vía decretazo, haya paralizado la actividad económica y sepultado ciento cincuenta mil empresas, enviando al paro o al Erte a millones de trabajadores. Enfrentarse en esta tesitura a la recuperación va a ser un calvario para todos. Menos para él y su banda.

Concluyo con la sabiduría de don Miguel de Cervantes y esta definitiva sentencia de su universal obra, puesta en boca de Don Quijote: “Querido Sancho: compruebo con pesar cómo los palacios son ocupados por gañanes y las chozas por sabios. Nunca fui defensor de los reyes, pero peores son los que engañan al pueblo con trucos y mentiras, prometiendo lo que saben que nunca les darán. País este, amado Sancho, que destrona reyes y corona piratas pensando que el oro del rey será repartido entre el pueblo, sin saber que los piratas solo reparten entre piratas”.

En la Rebelión orwelliana ocurre igual. Una vez coronados, los cerdos solo reparten entre cerdos.


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