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Actualidad

01 Septiembre 2023

OP Machinery llega al número 100

OP Machinery100 números no es nada.

El número 100 de «OP Machinery», cumplido con este ejemplar de agosto-septiembre de 2023, coincide con los treinta años que llevamos sus artífices, Marisa Fraile y yo, en el sector de la prensa especializada de maquinaria de construcción, obras públicas y minería. Por ello, nos van a permitir los lectores que por una vez dejemos la modestia aparte y hablemos de nosotros y contemos nuestra historia. No teman, no es nada trágico, sólo el periplo por el sector editorial que empezó en «Canteras y Explotaciones» a finales de 1993, siguió con «Equipos & Obras» y culmina –de momento– en «OP Machinery», donde cumplimos 12 años de andadura vital. Con este número 100 que tienen en sus manos o en la pantalla de su ordenador o su dispositivo móvil los lectores, que se suman a los 15 años anteriores en «Equipos & Obras» y a los tres de «Canteras», podemos presumir de nuestro trabajo, que ahí está impreso como prueba, con sus exclusivos reportajes y la información puntual de las novedades que, en cada número y año tras año, han llegado al mercado para ser aplaudidas por nuestra fiel audiencia. En estas tres décadas, como puede imaginarse y como ocurre en cualquier empresa en tan largo período de actividad, hemos experimentado transformaciones profundas y a un ritmo vertiginoso, hemos pasado calvarios inimaginables y alcanzado triunfos notables –de todo hay en la viña del Señor–, pero lo importante es que todo se ha superado y hasta aquí hemos llegado, incluso enteros, lozanos y sonrientes, a pesar de los tiempos convulsos que nos ha tocado vivir, de los zarandeos económicos, de los azotes pandémicos y de las majaderías gubernamentales. Y esto no se acaba aquí. Seguimos adelante.

Primitivo Fajardo

Marisa Fraile comenzó su labor como responsable de publicidad a principios de los 90 en la revista Canteras y Explotaciones, que editaba la cooperativa Pedeca (acrónimo de Antonio Pérez de Camino, el fundador), ocupándose en Bilbao de la cartera de clientes del País Vasco. Fue tal su éxito que se la trajeron a Madrid para regentar el conjunto de la publicidad de la revista. Pronto lo dejó todo para vivir el sueño de gestionar la inversión en márketing de acaudalados clientes cuando la importante agencia de medios Carat la reclamó de nuevo en Bilbao, su ciudad natal. Sin embargo, la excursión por el espacio exterior de las grandes cuentas no fue tan prometedora como se pensaba y un par de años después reingresó de nuevo en la perniciosa atmósfera laboral de la editorial Pedeca, que para entonces ya había sido comprada por el grupo británico Miller Freeman.

Marisa retomó su actividad comercial en Canteras al poco de que me endilgaran a mí la responsabilidad editorial de la revista. Ahí nos conocimos. Era un ciclón vizcaíno de ojos azules, carácter extrovertido y una voz profunda con la que me tenía acorralado. Me encantó la vasca y el flechazo fue instantáneo –metafóricamente hablando, que yo estaba recién casado–. Sólo tenía un defecto: fumaba. De hecho, el segundo día que trabajamos juntos, encerrados en un cuartucho acristalado de dos por dos que parecía la habitación de los hermanos Marx, se armó la marimorena a costa del tabaco –entonces no estaba prohibido fumar–. Le dije que o se iba a echar el humo a la calle o saltarían chispas en aquel antro minúsculo. Nos tiramos los trastos a la cabeza, pero no estalló el grisú porque como es comprensiva con los defectos ajenos y más tierna que un Miguelito de crema, al poco me dio la razón y abandonó el cigarrillo (acabaría odiando el tabaco). De superar este primer encontronazo deducimos que estábamos condenados a entendernos para los restos. Efectivamente, juntos para toda la vida laboral, como un matrimonio mal avenido. Ya va para 30 años. Faltaría un día para que fuera una condena. Dulce, condena dulce porque Marisa, retranca femenina al margen, es pura bondad, simpatía y generosidad.

Del «As» a «Canteras»
Por mi parte, ingresé en esta noble cofradía de la pluma técnica de la maquinaria a finales de 1993, el año del Xacobeo y de la difícil digestión de los fastos del 92, tras abandonar voluntariamente la prensa deportiva en la que llevaba un lustro ejerciendo el oficio más antiguo del mundo –con permiso de izas, rabizas y colipoterras, que diría don Camilo–, cansado ya del fútbol de la Quinta del Buitre y, sobre todo, harto de las arbitrariedades de la dirección del diario AS, perteneciente entonces al Grupo Semana –hoy en la cartera del Grupo Prisa–, que tomó el relevo tras la jubilación del director verdadero, Rafael Gómez Redondo, alias Rienzi, y del subdirector Manuel Sarmiento Birba, artífices del éxito del periódico desde su nombramiento en 1981. Seguí colaborando un tiempo con revistas del grupo como Top Auto y Top Moto, que dirigía mi buen amigo Tomás Díaz Valdés, una de las primeras víctimas del covid en 2020, que contaba entonces con el virtuoso periodista y gran amigo Raúl Romojaro como mano derecha. Antes de AS, venía un servidor de la revista Carreteras y de la Asociación Española de la Carretera, donde estuve 14 años.

Tras la salida del periódico, recogió mis pedazos Ricardo J. Hernández Asensio, por aquel entonces director de Canteras y Explotaciones, un buen amigo y compañero de la mili, de la Facultad de Ciencias de la Información y de otras aventuras arcanas que no sería fácil –ni conveniente a la reputación de ambos– explicar ahora. A su generosidad debo la mano que me tendió cuando me hizo falta. Él ya era un consagrado periodista de este sector, que antes que en Canteras había trabajado a las órdenes del insigne icono del Postismo Gabino Alejandro Carriedo Alonso, director de las revistas Maquinaria y Equipo y Elevación y Transporte, publicaciones que Ricardo lideró a la muerte del poeta, en 1981. Tras salir de Canteras se abonó al sector de la logística fundando la revista Stock, a la que seguirían otros proyectos hasta crear Cuadernos de Logística, en la editorial Grupo C de Comunicación, en la que hoy triunfa como un monarca medieval porque es un profesional sin parangón y domina como experto el teatro de operaciones de la información relativa a la logística española, de la que es el Oráculo de Delfos.

MARISA Y YO NOS CONOCIMOS EN LA REVISTA «CANTERAS». ERA UN CICLÓN VIZCAÍNO DE OJOS AZULES, CARÁCTER EXTROVERTIDO Y UNA VOZ PROFUNDA CON LA QUE ME TENÍA ACORRALADO.

Ejerciendo como tal, cuando le presenté hace doce años una lista de títulos par ver cuál le parecía más adecuado para la nueva revista que íbamos a sacar al mercado Marisa y yo como continuación de Equipos & Obras, me contestó con un lacónico: “Mejor, Machinery”. Dicho y hecho, le añadimos OP y listos. Un crack. Ricardo, que colaboró con nosotros en los comienzos de Equipos & Obras y forma parte del consejo de redacción de OP MACHINERY, está a punto de retirarse del mundanal ruido laboral. Será a finales de año y todos lo vamos a sentir mucho porque es un grandísimo profesional y un amigo verdadero que vale un potosí.

Buscando una oportunidad
Pero, retrocedamos a cuando Marisa y yo comenzamos en Canteras nuestro periplo por el mundo del papel de la maquinaria. Como decía, entré a trabajar a finales del 93, y cuando Ricardo J. Hernández se marchó, la demencial dirección general de la filial española de Miller Freeman me endilgó la responsabilidad de la revista, y después también la de Potencia, de la que siguió siendo titular Jesús Elorz Muruzábal, a quien desterraron injustamente a trabajar desde casa. Dos años y medio más tarde, en el 96, a mi regreso de la feria Conexpo de Las Vegas, me dieron a mí matarile calagurritano.

Como no era cosa de estar afiliado al paro más de lo que la prudencia aconseja, pergeñé una revista al estilo de las ya existentes pero buscando que fuera rompedora con todo lo anterior. Tenía a mi favor los conocimientos sobre el sector adquiridos en esos años en Canteras y la capacidad de autogestión por mi experiencia periodista previa en otros ámbitos y modelos editoriales (fotografía y vídeo, diseño de libros y revistas, maquetación de periódicos y publicaciones, edición, escritura de todo tipo de documentos, etc.). Modestia aparte, yo tenía autonomía suficiente para levantar solo un proyecto de regulares dimensiones. Lo que me faltaba era el aplomo para hacerlo por mi cuenta.

Diseñé, pues, el logotipo y la maqueta de la revista y, respetuoso con la moda imperante en el sector de titular con dos sustantivos las cabeceras (Canteras y Explotaciones, Rocas y Minerales, Maquinaria y Equipo, etc.), le puse Equipos & Obras. Fui con la memoria del proyecto mendigando financiación, pero en vano. Nadie estaba por la labor de arriesgar un duro en una nueva publicación. Hasta que un día sonó la campana cuando me llamaron del Grupo Yébenes Editores para estudiar la viabilidad del proyecto. La empresa editaba la famosa revista de maquinaria agrícola Laboreo y su propietario andaba ampliando su cartera de productos porque había vendido su empresa anterior, Tecnipublicaciones, con medio centenar de cabeceras, y estaba empezando de nuevo tras estar alejado de toda actividad editorial el lustro obligado contractualmente en la venta del paquete. Fue gracias a otro buen amigo, Arturo Pérez de Lucia González, ex compañero de Miller Freeman al que despacharon por la puerta grande tiempo después que a mí, como a todos, y había recalado en esta editorial para iniciar CV, revista de motores y sus aplicaciones. Él les habló de mí, por lo que le estaré siempre agradecido. Arturo es hoy el director general de Aedive, la asociación para el desa rrollo e impulso del vehículo eléctrico.

DOS AÑOS Y MEDIO DESPUÉS DE ENDILGARME LA DIRECCIÓN DE «CANTERAS », A MI REGRESO DE LA FERIA CONEXPO DE LAS VEGAS, A MÍ TAMBIÉN ME DIERON MATARILE CALAGURRITANO.

En Yébenes me dieron su bendición, aunque rebajaron mis humos presupuestarios, y ni que decir tiene que para el asunto publicitario impuse el fichaje de la única persona capaz de mover montañas para impulsar una revista como la que yo soñaba. Mi adorada Marisa Fraile aceptó el reto y abandonó Canteras para incorporarse a Equipos & Obras –tiempo tendría de arrepentirse–, donde se llevó el primer chasco nada más llegar porque no era oro todo lo que relucía y las condiciones iniciales pactadas con ella, tras firmar el compromiso, no se cumplieron.

Aparece «Equipos & Obras»
Tras unos meses de preparación, Equipos & Obras vio la luz en abril de 1997. Comenzamos antes de la salida del primer número visitando a todos los posibles anunciantes, fabricantes y distribuidores principales del sector. “¿Otra revista de maquinara?”, nos decían los responsables de las empresas en el año 97. Eso los que tuvieron el detalle de recibirnos para presentarles Equipos & Obras; otros tardaron meses en darnos audiencia, cuando ya llevaba tiempo rodando en el mercado y vieron que aquella publicación apuntaba maneras; y los hubo que, mediatizados por las infamias del director comercial de Miller Freeman, con el que tenían estrecha amistad de siempre, que nos veía como una amenaza y no perdonaba que sangre de su sangre le hiciera la competencia, no nos atendieron nunca, incluso se aventuraron a decir que teníamos los días contados. ¡Menudo ojo: estuvimos 15 años!

Afortunadamente, no todos actuaron de forma tan ruin. Algunos dirigentes recularon y la nefasta influencia dejó de tener efecto ante la prueba evidente de la calidad de la publicación y de la acogida que estaba teniendo por su original propuesta y la aportación de un aire fresco del que andaba necesitado el sector.

Poco a poco nos hicimos un hueco gracias a unos contenidos propios libres de cualquier injerencia o presión comercial, algo que supieron agradecer con sus suscripciones nuestros numerosos lectores.

En esos tres lustros de Equipos & Obras también nos dio tiempo a cantar aleluyas por el número 100, como ahora. Y como ahora, hechos uno a uno y mes a mes (¿tanto estrés puede explicar mi alopecia de coyote cimarrón?). De hecho, alcanzamos a publicar 166 números antes que la crisis de 2008 pasara factura y tres años más tarde, en 2012, la empresa editora, a pesar de que nuestra revista mantenía una aceptable rentabilidad, echara el cierre sin previo aviso y a los dos esclavos encadenados a sus remos, Marisa y yo, nos pusieron de patitas en la puñetera strase con una patada en el tafanario. No es fácil asumir que te han desalojado en un momento y sin previo aviso de la empresa en la que has pasado los últimos 15 años de tu vida laboral. El lugar en el que te has dejado lo mejor de ti, has disfrutado, sufrido, reído, soñado y convivido con jefes que eran como tus padres y compañeros que eran como tus hermanos. Una gran familia que en un segundo y sin venir a cuento se deshizo, como desaparece el sol tras el horizonte en el ocaso. No era la primera vez que me echaban de un trabajo, si bien, la mayoría de las veces huí voluntariamente buscando algo mejor, pero sí era la primera –para todo hay una primera vez– que me iba derrotado, abatido, desengañado y humillado.

Esa imagen me sigue atormentando: Marisa y yo en el vestíbulo de Perón 22, cabizbajos, sin saber qué nos había pasado un minuto antes, ni qué hacer, suspirando hondo y abrazados a las cajas con nuestros objetos personales más preciados, que eran muchos acumulados en tres lustros de vivir allí encerrados. Nos despedimos de Maxi, el portero de la finca, y en sendos taxis transportamos los restos del naufragio.

Llega «OP MACHINERY»
OP MACHINERY surgió de este trauma, y de la catarsis, una determinación. No había tiempo para llorar por la leche derramada. Tenía que pensar a qué me quería dedicar el resto de mi vida. Algo tenía muy claro: no iba trabajar a las órdenes de nadie más. Al día siguiente me fui a ver a Luis Miguel Calderón Carnicero, empresario de la industria gráfica y buen amigo de la época en que colaboré en la revista de los empresarios madrileños, CEIM, durante una década, entre 1992 y 2003. Tenía una pequeña oficina en un edificio cercano de la misma calle y le pedí que nos acogiera durante un par de meses para iniciar el proyecto de la nueva revista. No hizo falta decir más.

Luis Miguel es el capitán de su propia empresa, Sodegraf, y el mejor amigo que uno pueda tener. Al día siguiente pasamos de General Perón 22 a General Perón 36 y estábamos Marisa y yo sacando adelante OP MACHINERY. Dos meses más tarde, conscientes de nuestra molesta actividad –su voz de soprano, mi música machacona–, alquilamos despacho en un centro empresarial de Orense 8, constituimos Prima Ediciones –Pri de Primi y Ma de Marisa– y en julio el número 1 veía la luz del sol en las calles de España.

Los comienzos fueron mucho más duros aún que cuando iniciamos el periplo en Equipos & Obras, en plena crisis bestial que a punto estuvo de liquidar el sector de la construcción en España. Repetimos la ronda de visitas a todos los fabricantes y distribuidores para cosechar su respaldo y, no sin dificultades y negativas tajantes, sacamos el primer número. Komatsu, vía su filial Kesa, apostó fuerte por nosotros y nos contrató la primera portada, algo que agradeceremos siempre. La 100 ha sido cosa de Emsa, y el agradecimiento es igualmente eterno. Finanzauto, distribuidor de Caterpillar, nos puso en cuarentena un año, pero sólo tardó unos meses en integrarse como uno de los principales anunciantes.

El director general del fabricante O&K, que pasó después con Case al grupo CNH Industrial, ya estaba fuera de la compañía, pero se presentó personalmente en la oficina con un cheque por el importe de la suscripción. Quería ser el primero en darnos su apoyo. Nuestro buen amigo Jorge Artes Giusti, que hoy forma parte del comité de redacción, tuvo un gesto que no olvidaremos nunca. Sería arduo nombrar a tantas personas y empresas que nos animaron a sacar adelante un proyecto en el que pusimos toda nuestra ilusión pero limitadas esperanzas, dada la cruda situación.

Sin embargo, 12 años después aquí estamos –algunos creen que es un milagro–, habiendo cumplido el objetivo que nos propusimos la compañera Marisa –ese tesoro– y yo cuando perpetramos este parto de los montes en la negrura de una noche sin luna de febrero de 2012: seguir haciendo, como hasta entonces, una revista diferente, viva, fresca, útil como herramienta de trabajo y fuente de consulta, que ofreciera buena información y fuera el cordón umbilical entre fabricantes y distribuidores, alquiladores y usuarios, vendedores y clientes. Modestamente, creo que lo vamos consiguiendo. Y si alguien opina lo contrario, le pido que tenga paciencia, que estamos en ello.

ESA IMAGEN ME SIGUE ATORMENTANDO. MARISA Y YO EN EL VESTÍBULO DE PERÓN 22, CABIZBAJOS, SIN SABER QUÉ NOS HABÍA PASADO UN MINUTO ANTES, NI QUÉ HACER.

Aquí termino. Cogito ergo sum, que dijo Descartes. Luego, soy feliz, que digo yo. Y esta felicidad alcanza límites elevados al traspasar la meta volante del número 100, y se la debemos a todos los que la hacen posible: a nuestros anunciantes, que nos eligen como medio seguro y eficaz para llegar a tantos lectores; a nuestros trabajadores, que se dejan el aliento en lograr un producto digno y competitivo; a nuestros colaboradores, siempre dispuestos a aportar con su talento lo que necesario fuere; al distinguido comité de redacción, alerta para regir el buen camino de nuestros actos; y a nuestros lectores, que confían en nosotros para informarse, nos honran con su crítica y con su fidelidad nos sostienen.

Nunca podremos recompensar lo suficiente, ni clavados de hinojos durante otra larga y azarosa década, lo que ellos, ustedes, vosotros, con tanto cariño y complicidad, nos estáis dando. Gracias a todos por confiar en unos pocos.


De «pecera» en «pecera», 30 años han pasado

Marisa Fraile

Queridos anunciantes, lectores y amigos, bienvenidos al número 100 de OP MACHINERY, al que no hubiésemos podido llegar sin vosotros. Muchísimas gracias. La mayoría ya no sois sólo anunciantes sino amigos de verdad a los que Primitivo y yo os apreciamos un montón. Por eso, la idea de que nos conozcáis un poco más, me parece estupenda, así que empezaré diciendo que el tiempo que estuve en Bilbao y en Carat se me hizo eterno. Echaba de menos el mundo de la maquinaria y por eso volví a Madrid y a la revista Canteras y Explotaciones, de la que me fui buscando nuevos horizontes.

En los dos años que estuve fuera había cambiado todo, la editorial, la dirección y el director de la revista, ya que el anterior se había ido a crear su propio proyecto. El nuevo era Primitivo. Cómo no, lo primero que hizo fue tomarme el pelo, actividad que sigue practicando hasta nuestros días, y yo sigo cayendo después de tantos años. Allí empezó nuestro “matrimonio mal avenido”, que el “bien avenido” ya lo tenía en casa, con su mujer, encantadora, por cierto. Me cayó bien desde el primer momento, rezumaba ser buena gente por los cuatro costados, era muy divertido, no paraba de hacer bromas y, encima, tenía unas ideas geniales. Pero yo fumaba y él no. Al principio, y como no nos conocíamos, le pregunté si le molestaba que fumase porque los dos estábamos metidos en una “pecera” –un espacio acristalado diminuto– y me dijo que no, pero el “no” le duró dos días porque, cuando cogió confianza, me echó una arenga contra el tabaco y los fumadores que me dejó “doblada”. “Estamos condenados a entendernos”, me dijo. Y como tenía mucha razón, dejé de fumar. Así hemos seguido 30 años, “nadando” juntos, de “pecera” en pecera”, hasta hoy.

AQUÍ SEGUIMOS, PRIMITIVO Y YO, DISCUTIENDO TODO LO QUE PODEMOS, COMO CUANDO EMPEZAMOS EN LA «PECERA», PERO YO NO LE CAMBIO POR NADIE.

Estoy hablando del año 1994 y Primitivo propuso entonces hacer una revista entera en color, con muchas imágenes y a sangre. Era la Revolución Fajardiana... y, claro, como era de esperar, no se lo aceptaron. Dos años después, nos marchábamos de la editorial. Se dedicó a buscar otra que entendiese su proyecto, y cuando la encontró me fui con él y publicamos Equipos & Obras, que supuso un antes y un después en la prensa profesional española de la maquinaria. La competencia nos llamaba el “Hola del sector” para hacernos de menos, porque los reportajes eran originales y con imágenes en color. Hasta ese momento, salvo la publicidad, sólo se imprimía en blanco y negro. Poco tiempo después, todas las revistas salían en color. Allí estuvimos 15 años y luego vino la crisis del 2008 y nuestra actualidad, OP MACHINERY y sus 100 primeros números.

Y aquí seguimos Primitivo y yo, discutiendo todo lo que podemos, como entonces, como cuando empezamos en la “pecera” de Canteras, pero yo no le cambio por nadie, ni como compañero ni como amigo. Conmigo ha estado en mis mejores y en mis peores momentos. Y espero que siga estando, por lo menos otros 100 números más