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Actualidad

01 Septiembre 2023

La Cobla

José María Pozas

Vaya por delante que todos mis sentidos rezumaban imágenes y sensaciones de belleza, que aquellos pocos días de viaje por las comarcas de la Garrotxa, el pla del Estany, el Ampordá, el Cap de Creus, la costa brava ampurdanesa y, para remate, la misma ciudad de Girona, habían remansado en mi ser. En un paseo por La Escala cuando se disponía a caer la tarde descubrimos un grupo de músicos en plena acción, que, aunque de bronce, ahí estaban, sobre la acera, de espaldas a la arena y al mar en una de las playas de dicho pueblo interpretando una sardana. Me llamó la atención uno de los ejecutantes con un pequeño flautín y un tamborcillo atado al codo de su brazo izquierdo, instrumento que percutía con un palillo en su mano derecha mientras con el brazo izquierdo tocaba el silbo. Algo similar al pito y tambor del folclore montañés y al chistu y tamboril del vasco.

Un par de días después estábamos en Girona capital, en el día de inicio de la fiesta de las flores que, para los que no lo conozcan –como yo hasta ese día–, es fiesta que consiste en adornar con flores de todas las clases y mucha imaginación y amor por la ciudad los lugares relevantes y propicios del barrio viejo. Obvio es decir que da lugar a una exhibición floral impresionante. Los escenarios se cuentan por decenas, y en cada uno un pequeño cartel explica lo que aquella obra floral quiere representar, además de dejar constancia de los vecinos que han colaborado en su elaboración y del que dirige dicha obra. Pues bien, a determinada hora de la tarde caímos en la plaza del ayuntamiento –creo que se llama del vino– y allí estaba el mismo grupo musical que habíamos visto días antes, pero en carne mortal. Un locutor presentó la pieza a tocar y comenzó una música de sardana en tanto el público que ocupaba la plaza se hacía hacia atrás dejando espacio suficiente para que algunos comenzaran la conocida danza.

AFORTUNADAMENTE, HAY OTRAS MUCHAS MÚSICAS QUE PARECEN TENER UN SENTIDO PROPIO QUE NOS ALCANZA SI SOMOS CAPACES DE PRESTARLES UN POCO DE ATENCIÓN.

Lleno de curiosidad me acerqué al locutor quien muy amablemente me explicó que sí, que aquello que se llamaba cobla tenía una formación predeterminada, la misma que habíamos visto en La Escala y contemplábamos en aquel momento. Esto propició que el escuchar aquellos sones, viendo esa danza ejecutada a cada momento por más personas de ambos sexos y más bien mayores, logró emocionarme.

Vivimos rodeados por doquier, hasta extremos inauditos, por una misma música, dizque latina, estemos donde estemos. Sobre la calidad de la misma cada uno tendrá sus gustos, pero el mío, y lo digo, es que la mayor parte de esa producción musical es simplemente deleznable; afortunadamente, hay otras muchas músicas que parecen tener un sentido propio que nos alcanza si somos capaces de prestarles un poco de atención. Y aquellas personas que celebraban la fiesta de su ciudad danzaban, cogidas suavemente de la mano, con sumo cuidado, atención y entrega. Por eso, cuando descendemos unos escalones desde ese presumible nivel de modernidad, nos damos cuenta de que se conservan prácticas que tienen un sentido que pasa sobre generaciones de ejecutantes y oyentes y que deben ser cuidadas para que no las arrastre el torrente de la historia. Porque ese torrente acabará arrastrándonos también a todos nosotros.

Esto al margen de que esa danza pueda tener también para sus ejecutantes un significado nacional o nacionalista. Al que, por supuesto, tienen pleno derecho.

 José María Pozas | Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. | literharturas.blogspot.com


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