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Actualidad

31 Marzo 2024

El dilema sobre la estructura de Yonaguni

Estructura submarina de YonaguniEl dilema sobre el origen de la estructura submarina de Yonaguni, en Okinawa (Japón), sigue hoy vigente, ¿Naturaleza o Civilización?

Luis Fueyo Casado
Fotos: Rafael Fernández Caballero

Hace mucho tiempo que se viene especulando sobre el origen de una misteriosa estructura rocosa localizada bajo el mar hace casi 40 años en una isla japonesa. Se trata de un macizo de terrazas con ángulos rectos que fue descubierta accidentalmente por un buceador que buscaba tiburones martillo. Después de estas décadas siendo objeto de exploración, estudio y polémica, el enigma sobre su origen sigue sin resolverse. La controversia científica y arqueológica enfrenta a los que ven en ella la mano del hombre antiguo y a los que aprecian en la zona una morfología caprichosa consecuencia de la combinación de varios procesos geológicos. ¿Obra de la naturaleza o vestigio de una civilización? Las revistas «Rocas y Minerales» y «OP Machinery» han querido tomar parte en la diatriba y emitir un juicio tras conocer directamente la citada estructura. Para ello, unidos en esta misión, viajamos en enero al país del sol naciente y en las páginas que siguen a continuación narramos de primera mano las diferentes impresiones recogidas después de haber buceado durante unos días en la isla de Yonaguni, un lugar remoto del imperio japonés situado al sur del archipiélago, entre el mar de la China Oriental y el mar de Filipinas.

Todo el mundo ha oído hablar alguna vez de Port Royal, en Jamaica, cuna de piratas y bucaneros en el siglo XVII, que quedó bajo el agua como consecuencia de un importante terremoto en el año 1692; o de Atlit Yam, en Israel, un yacimiento neolítico de 8000 años de antigüedad, que quedó sumergido debido a la subida del nivel del mar como consecuencia de la finalización de la última glaciación; o de la ciudad de Heraclión y el enclave portuario de Thonis, o Tonis, en la desembocadura del Nilo, en el siglo XII a.C., que fue descubierta en el año 2000 y que descansa bajo 10 metros de agua desde que en el siglo VII a.C. importantes terremotos azotaran la costa egipcia; o de buena parte de la ciudad egipcia de Alejandría, fundada por Alejandro Magno en el 331 a.C., y que como consecuencia de fenómenos geológicos desapareció bajo el agua en el 365 d.C.; o de la ciudad italiana de Baia, a 30 km de Nápoles, lugar de esparcimiento y retiro de las familias adineradas del Imperio Romano que acudían a sus termas, un enclave que por subsidencia asociada a los fenómenos volcánicos de la zona comenzó a hundirse lentamente en el siglo IV d.C. y duró hasta el año 650 d.C., dejando tan ilustre colonia a 5 metros de profundidad. Todos estos casos son parte de los muchos ejemplos históricos existentes de grandes urbes costeras que han desaparecido a lo largo de los siglos por fenómenos asociados a la geología.

Sin embargo, es poco conocida la estructura de Yonaguni, en Japón, lo que fundamentalmente se debe a que se encuentra en un lugar remoto y a haber sido descubierta relativamente hace pocos años. Incluso a pesar de la polémica existente en el mundo científico, que no termina de ponerse de acuerdo sobre si se trata de una estructura geológica, una construcción realizada por una antigua civilización o la mezcla de ambos.

Fotografiar a los tiburones martillo implica bajar a una considerable profundidad. (Imagen: Rafael Fernández Caballero).

LOS TIBURONES DE YONAGUNI HAN CEDIDO EL PROTAGONISMO A UNA ESTRUCTURA GEOLÓGICA QUE HOY SIGUE GENERANDO CONTROVERSIA EN EL MUNDO CIENTÍFICO

Yonaguni y Okinawa
Cuando se habla de Okinawa, a la mayoría de la gente le suena por ser uno de los enclaves más importantes que la Armada Imperial Japonesa tuvo durante la II Guerra Mundial entre el mar de China Oriental y el mar de Filipinas, en el océano Pacífico; además de haber sido en 1945 el teatro de operaciones de una de las mayores batallas de la Guerra del Pacífico entre americanos y japoneses, ya a finales de la contienda.

Okinawa es una isla de Japón, concretamente la más grande e importante del archipiélago Ryukyu, cuya capital es Naha, a su vez capital de la prefectura de Okinawa; y Yonaguni es una de las islas Yaeyama y la única habitada más al oeste de todo Japón, que se encuentra tan sólo a 110 km de Taiwán (en un día despejado se puede ver la isla china) y a más de 2000 km en dirección suroeste de Tokio, capital del imperio nipón.

Llegar a Naha desde España supone unas 19 horas de vuelo, 27 horas en total tras realizar dos escalas, una de ellas en Fráncfort y la otra en Tokio. Además, hay que hacer noche en esta colorida y costera ciudad para poder seguir camino a Yonaguni, un trayecto en avión de 90 minutos adicionales.

Yonaguni, enclave diminuto en el Pacífico con sólo 29 km2 y cerca de 1500 moradores, se puso de moda en 2021 entre la gente más joven por tratarse del título de un exitoso tema del popular cantante portorriqueño de reguetón Bad Bunny. Sin embargo, en el mundo del buceo recreativo y de la biología marina, hasta el año 1985 que se descubrió la estructura de Yonaguni (toma el nombre de la isla más cercana), la zona ya contaba con gran renombre por ser una de las áreas del mundo donde más y mayores tiburones martillos se puede observar como consecuencia de su migración anual, pues pasan en el lugar la temporada invernal (de noviembre a mayo). Desde entonces, los tiburones han cedido el protagonismo a una estructura geológica que hoy en día sigue generando controversia en el mundo científico y arqueológico.

Estructuras sumergidas de Yonaguni
Las estructuras megalíticas de este lugar, conocidas en japonés como Kaitei Iseki (el monumento en el fondo del mar), fueron descubiertas por el submarinista Kihachiro Aratake hace casi 40 años. Situada en la parte sur de la isla de Yonaguni y a no más de 150 m de la línea de costa, la estructura de Yonaguni está formada fundamentalmente por arenisca. Se encuentra a 8-10 metros de profundidad la parte más alta de la estructura y entre 25 y 35 metros la más profunda, y aunque muchos observadores quieren asociarla a una pirámide maya, no cuenta con una forma realmente definida. Su planta es de 290 x 120 metros y en ella se aprecian diversos niveles.

La estructura geológica de Yonaguni tiene diferentes niveles que muchos interpretan como escalones.

Hasta el lugar se llega partiendo del puerto de Kuruva, un emplazamiento de 500 habitantes en la parte suroeste de la isla donde es necesario tomar un barco que, tras 25-30 minutos de navegación, en función del estado del mar, permite acceder a la zona de acantilados donde bajo el agua se encuentra la famosa estructura de Yonaguni.

Una vez se abandona la superficie y se desciende, la estructura, vista desde la distancia, impresiona. Se trata de una masa pétrea que se erige desde el fondo y cuya parte superior se encuentra muy cerca de la superficie del mar, siendo los días de mala mar un peligro bucear en la estructura. Cuando uno se sumerge por primera vez, se aprecian demasiadas líneas rectas, diferentes niveles, mucha simetría, ángulos rectos, paredes muy verticales, suelos horizontales. Algo totalmente inhabitual en los frecuentes fondos marinos que hay en todo el mundo. De ahí que se haya generado un encuentro entre geólogos y arqueólogos para demostrar el origen de Yonaguni.

La controversia continúa
Desde que el buceador Kihachiro Aratake diera a conocer al mundo su descubrimiento, a mitad de la década de los 80, distintos expertos se han aventurado a dar una explicación coherente sobre esta estructura submarina compuesta por escalones geométricamente perfectos y paredes y superficies prácticamente planas, sin que hasta la fecha se haya llegado a una teoría convincente y aceptada por la comunidad científica.

Por un lado, se encuentran los que defienden los procesos geológicos como el único origen de la formación de esta estructura. Por otro lado, los que consideran que se trata de una construcción humana de hace varios millares de años, cuando esta se encontraba todavía por encima del nivel del mar, antes de que aconteciera el deshielo de la última glaciación terrestre hace unos 15000 años. Gracias al conocimiento geológico se sabe que durante los últimos períodos glaciares el nivel del mar era 40 metros más bajo que el actual, existiendo conexión terrestre entre China, Taiwán y las islas Ryukyu.

Sin embargo, no todos los estudios realizados se ponen de acuerdo en las fechas. Uno de ellos es el llevado a cabo por el profesor Misaki Kimura, que efectuó un análisis con berilio 10 en el que concluye que los yacimientos deben tener entre 2000 y 3000 años, período muy alejado del deshielo de la última glaciación que ocasionó una subida del nivel del mar y, por lo tanto, la inmersión de la estructura de Yonaguni, lo cual lleva a pensar si realmente el hundimiento de esta estructura se debió al deshielo o a otro tipo de fenómeno geológico no identificado hasta la fecha.

Por otro lado, están todos aquellos que quieren ver en la estructura de Yonaguni la mano de antiguos pobladores de la cultura Jomon, que habitaron el Japón prehistórico entre los años 10000 a.C. y 300 a.C. De hecho, son muchos los arqueólogos que buscan en la caprichosa orografía de la zona similitudes con estructuras realizadas por antiguos pobladores. De ahí que se hayan buscado semejanzas específicas en las zonas, que se han bautizado como el Arco de entrada, los Dos monolitos, la Terraza principal, la Terraza superior, la Habitación de oración e incluso la Tortuga.

Igualmente, otros estudios hablan de la similitud de esta estructura sumergida con otro yacimiento terrestre descubierto en la misma isla de Yonaguni, zona que todavía no está abierta al público pero en la que se están realizando campañas arqueológicas.

DESDE SU DESCUBRIMIENTO, A MITAD DE LOS AÑOS 80, DISTINTOS EXPERTOS SE HAN AVENTURADO A DAR UNA EXPLICACIÓN COHERENTE SOBRE ESTA ESTRUCTURA SUBMARINA, SIN QUE SE HAYA LLEGADO A UNA TEORÍA ACEPTADA POR LA COMUNIDAD CIENTÍFICA

Entre los aspectos más destacados de la morfología de esta estructura se encuentran unas terrazas perpendiculares, varios escalones que algunos han precipitado a denominar la Escalera de caracol, dos megalitos, uno junto al otro, un estanque de forma triangular con un canal de drenaje, una habitación excavada en la roca, supuestas tallas decorativas en la mole y una formación que otros quieren asemejar a un rostro humano. Todo esto refuerza la línea de investigación de los arqueólogos, que quieren ver en estos indicios la constatación de la mano del hombre en la construcción de la estructura de Yonaguni.

Por último, la teoría más actual, y posiblemente la más acertada, según nuestro criterio, sea la de una curiosa estructura natural como consecuencia de la geología local, que los habitantes de hace miles de años se encontraron por encima del nivel del mar y adaptaron a sus necesidades urbanas, religiosas, de oblación, etc., y que posteriormente desapareció bajo las aguas. Esta teoría es presumiblemente la que mejor se adapta a los supuestos indicios aparecidos y a la morfología de la estructura generada por la geología regional.

Análisis personal de Yonaguni
He tenido la suerte de bucear en el entorno y en la estructura sumergida de Yonaguni y he podido apreciar esa curiosa y enorme masa de piedra. Mi formación de geólogo me ha llevado a observar una serie de detalles que otros profesionales pasarían por alto. Por ello, me gustaría trasladar una serie de apreciaciones propias, no con idea de cambiar alguna de las diversas teorías existentes, sino simplemente de hacer públicas mis evaluaciones.

Me gustaría empezar diciendo que la geología es la ciencia que estudia la tierra y su evolución; una disciplina que, mediante la observación y el estudio, busca conocer el origen y desarrollo del planeta en el que vivimos. Los más de 4600 millones de años de vida de la Tierra nos trasladan información que nos permite averiguar su historia y evolución. De ahí que tengamos indicios suficientes para poder estimar qué pudo haber pasado en Yonaguni y si realmente se trata de una formación natural.

Tras visitar la estructura de Yonaguni, a profundidades entre los 10 y 35 metros, pude observar una formación pétrea excesivamente interesante. Varias terrazas, niveles, estructuras rectilíneas, ángulos cercanos a los 90º, etc.: “algo que resulta incluso demasiado perfecto para ser únicamente obra de la naturaleza”, dirían los seguidores de la teoría de los antiguos pobladores.

Tratando de recordar en geología todo aquello que, con una formación natural, tiene unas ciertas estructuras simétricas y/o rectilíneas, lo más llamativo que tiene la geología son las estructuras poligonales generadas por el enfriamiento del basalto. Estas formaciones regulares tienen forma de prismas poligonales, generalmente hexagonales, y se deben al enfriamiento lento de la lava basáltica, generando esta disyunción columnar unas estructuras muy llamativas, elegantes y peculiares, visibles únicamente en determinadas zonas del planeta. Uno de los ejemplos más llamativos es la montaña Devils Tower, la Torre del Diablo, en Wyoming (Estados Unidos), un exterior que se utilizó para el rodaje de la película Encuentros en la Tercera Fase, dirigida por Steven Spielberg. Igualmente conocidas, aunque con una dimensión muy inferior, son las estructuras poligonales de la Calzada del Gigante, conocido en anglosajón como The Giant´s Causeway, una estructura de 40000 columnas que se crearon hace 60 millones de años en Bushmills, en el condado de Antrim (Irlanda del Norte).

Sin embargo, las medidas máximas de estos polígonos varían entre las decenas y centenas de centímetros, mientras que la estructura de Yonaguni alcanza los casi 300 metros de longitud.

La cristalización de determinadas rocas genera minerales cuya estructura se ciñe a determinados sistemas de cristalización, siete en total, que gestan minerales de una máxima belleza. Un ejemplo concreto son los cubos de pirita, un sulfuro de hierro que puede cristalizar en el sistema cúbico, dando piezas con forma de cubo perfecto muy codiciadas por los coleccionistas de minerales. Los ejemplares más grandes de estos minerales no sobrepasan los 15-20 cm de lado, algo también muy dispar con la estructura de Yonaguni.

Intentando buscar alguna estructura geológica en la Tierra de un tamaño mayor, me viene a la memoria el Ojo del Sáhara, conocida técnicamente como la Estructura de Richat, una formación concéntrica de 50 km de diámetro en África, concretamente en Mauritania, que se descubrió hace unas décadas por dos astronautas en una misión espacial y que es fácilmente localizable con Google Earth. Este anticlinal circular muestra cómo la geología puede ser muy caprichosa, por lo que la estructura de Yonaguni seguramente tiene un origen geológico, que en unos años desvelará su origen.

LOS MONOLITOS QUE ENCONTRÉ EN LA ESTRUCTURA SUMERGIDA SON FRAGMENTOS DE ARENISCA DE MORFOLOGÍA Y MEDIDAS MUY SIMILARES QUE POSIBLEMENTE HAN SIDO DESPLAZADOS POR LAS FUERTES CORRIENTES DE LA ZONA.

Pese a todo ello, hay una corriente de geólogos con fuertes conocimientos en geomorfología y geología estructural que traslada que la estructura no tiene ángulos a 90º, las diferentes capas están inclinadas entre 10º y 15º (continuación de la familia de fallas Yaeyama que se encuentran en la zona) y cuenta con un buzamiento de entre 10º y 15º dirección sudeste. Remarcan también que su formación se remonta a hace dos millones de años. En definitiva, una posible explicación geológica a una estructura compleja, desconocida y enigmática.

Tras haber buceado por la zona, puedo confirmar que las diferentes terrazas tienen una inclinación determinada y un buzamiento de varios grados que despeja las falsas afirmaciones publicadas en varios medios de unas estructuras horizontales con unos ángulos a 90º.

Sísmica y erosión
Si se quiere buscar una respuesta técnica a todo lo que aparece en la estructura, es relativamente fácil. Con respecto a los monolitos que encontré en la estructura sumergida, son fragmentos de arenisca de morfología y medidas muy similares que posiblemente han sido desplazados por las fuertes corrientes de la zona, conjuntamente con las tremendas tormentas que se producen con frecuencia en el lugar, quedando de forma semivertical y apoyados sobre una estructura inferior. No hay que olvidar que la sísmica en la zona también ha contribuido al movimiento de los grandes bloques de piedra en esta parte del mundo.

Otra de las formas que los creyentes de una antigua civilización mencionan en la estructura de Yonaguni es la Habitación de oración, una zona supuestamente excavada en la roca por los antiguos moradores. Analizando la formación, se trata de una zona que se ensancha tras un corredor estrecho abierto en la zona superior. Esta formación tiene una morfología típica de la erosión que genera el agua con partículas en suspensión tras recorrer con la corriente el espacio estrecho y terminar en una especie de fosa donde el agua se arremolina y con la fricción genera la erosión de las paredes. Se trata de un simple proceso de erosión a lo largo de miles de años, algo absolutamente normal en los procesos geológicos donde el agua modela el terreno.

En lo relativo a los diferentes niveles (Terraza principal y Terraza superior) y los diferentes escalones (la Escalera de caracol para algunos), además de lo que se ha denominado la Tortuga, aquí hay que tener en cuenta lo que en geología se conoce como familias de diaclasas: las familias de rotura de rocas sin desplazamiento más o menos paralelas o subparalelas y con un espaciado relativamente uniforme. Estas diaclasas han pasado, por la acción sísmica de la zona, a convertirse en fracturas de diaclasa y con la fuerza del mar y las tormentas han generado que la estructura se encuentre actualmente con varios niveles de terrazas y escalones fácilmente visibles.

Tal y como se ha apuntado anteriormente, no hay que olvidar que Yonaguni y todo Japón se encuentran en el anillo de fuego del Pacífico, una zona tectónicamente activa. Más de 1500 terremotos azotan la región anualmente, lo que ayuda a que los bloques generados por las diaclasas puedan desplazarse, siendo posteriormente la acción de las corrientes y tormentas la que ha ayudado a modelar el terreno.

Analizando las familias de diaclasas, se puede decir que prácticamente son muy similares las que se dan en toda la estructura, excepto las que aparecen en la zona denominada la Tortuga, en el extremo este de la estructura, donde se aprecia un cambio importante en el ángulo de dos de las familias de diaclasas. De ahí que la estructura resultante, al contar con ángulos más cerrados, dé pie a que la gente la asocie a una tortuga con la forma de la cabeza y las diferentes extremidades.

La segunda teoría, la que se enfoca únicamente en el ser humano como diseñador y constructor de Yonaguni, es difícil de digerir. Si se asume que después de la última glaciación la estructura quedó sumergida y, por lo tanto, son los habitantes de aquella época los que tuvieron que realizar dicho trabajo durante el período glaciar, parece harto complicado. Es una estructura demasiado grande para las herramientas con las que contaban en aquella época. Aunque si uno piensa en las pirámides de Egipto, todo es posible...

De hecho, la duda en tan grande y la controversia tan fuerte que el gobierno japonés no termina de reconocer a Yonaguni como un emplazamiento arqueológico, no habiéndose pronunciado al respecto ni la Prefectura de Okinawa ni la Agencia Japonesa de Asuntos Culturales, algo que mantiene vivas las diferentes conjeturas sobre la formación de tan peculiar estructura.

Y la tercera opción: una estructura de origen geológico que los humanos supieron adaptar a sus necesidades y con el tiempo quedó sumergida. Es aquí donde, siendo franco, tendré que decir que mi visita a la estructura de Yonaguni no fue todo lo extensa que me hubiera gustado. Un tiempo atmosférico malo y un mar de fondo fuerte hacían de las corrientes en la estructura algo muy molesto e incluso peligroso para bucear en determinadas zonas. Es por ello que pude visitar todas las partes catalogadas previamente de la estructura, pero no fui capaz de encontrar en esa mole de piedra algo elaborado por un ser humano, ni algún tipo de herramienta que se hubiera podido usar, ni ninguna configuración o disposición que me hubiera hecho pensar que ahí vivieron, oraron, sacrificaron, cazaron o simplemente deambularon los seres humanos cuando hace miles de años todavía se encontraba la plataforma por encima del nivel del mar.

No quiero decir con esto que no lo haya. Estoy seguro que algo puede haber aparecido, pero en ningún caso creo que esta estructura haya sido la morada o un centro de peregrinaje, de oración o de sacrificios de humanos de hace miles de años. Insisto que me hubiera gustado rea lizar muchas más inmersiones en la zona con unas condiciones más tranquilas que me hubieran permitido analizar con más profundidad lo que la gente le gusta llamar “ruinas” y yo sigo pensando que no es más que una impresionante estructura pétrea que la geología, la sísmica y la fuerza del mar han labrado hasta conseguir esa morfología tan llamativa y curiosa. Supongo que algún arqueólogo buceador podría rebatirme estos comentarios y mostrarme alguna evidencia de humanos en esta estructura, pero yo no fui capaz de ver ninguna.

LA SEGUNDA TEORÍA, LA QUE SE ENFOCA ÚNICAMENTE EN EL SER HUMANO COMO DISEÑADOR Y CONSTRUCTOR DE YONAGUNI, ES DIFÍCIL DE DIGERIR.

Como era previsible, el haber buceado en Yonaguni no ha resuelto del todo mis dudas, pero ha servido para posicionarme ante la polémica y, en todo caso, me ha hecho patente mis carencias, tanto en geología como en arqueología e historia de las distintas civilizaciones. Es de suponer que en los próximos años los científicos llegarán a conocer el origen de esta estructura esculpida por el tiempo, desvelando los secretos que actualmente se resisten a ser descubiertos.

Agradecimientos
Visitar la estructura de Yonaguni, en el otro lado del mundo y en una zona tan alejada de núcleos urbanos, obliga a contar con una logística sin precedentes. La primera persona a la que quiero agradecer su compañía, generosidad y, por supuesto, lo más importante, sus fotografías, que ha cedido desinteresadamente para este reportaje, es al fotógrafo Rafael Fernández Caballero, del que se reseña su trayectoria en el recuadro inferior. Muchas gracias por todo, Rafa. Quiero mencionar igualmente a mis compañeros de aventuras en el mar de la China Oriental: Maisy, Mich, Laura, Meri, Aurelio, Tiago y Susanna y, por supuesto, a Joan Soler, quien también me ha cedido amablemente algunas de sus fotografías. Con ellos he compartido largas sesiones de buceo, una inmersión total en la gastronomía japonesa y experiencias muy enriquecedoras, tanto en Yonaguni como en Naha, la capital de Okinawa.

Finalmente, a Primitivo Fajardo, amigo y compañero de fatigas periodísticas, por apoyar con entusiasmo esta iniciativa de exploración y acoger la publicación del trabajo en las páginas de OP MACHINERY. Muchas gracias a todos.


LOS MARTILLOS DE YONAGUNI

Los tiburones martillo de Yonaguni difieren de los que se puede observar en cualquier otro punto del mundo, como las islas Galápagos (Ecuador) o en Malpelo (Colombia), porque aquí se desplazan en grandes bancos. Mientras en los dos emplazamientos mencionados se pueden ver ocasionalmente de forma individual o en pequeños grupos, nunca se mueven en grandes formaciones como ocurre en el enclave nipón. Yonaguni es el paraíso, viéndose grupos de entre 20 y 80 ejemplares desplazándose por el fondo, siguiendo la orografía del terreno a profundidades entre 30 y 70 metros, aunque alguna vez se separan del fondo para subir a batimetrías más someras. Estos grupos tan numerosos de tiburones martillos son muy habituales durante los meses de noviembre a mayo, pues vienen a pasar la época invernal a esta zona, donde el agua se encuentra a una temperatura entre los 24º y 26ºC. Aunque este tiburón es tímido cuando ve a los buceadores y busca siempre distanciarse, su avistamiento a diario es habitual, siendo relativamente fácil grabarlos y disfrutar de ellos durante algunos minutos. Sólo es complicado topar con ellos un par de veces al año durante su temporada en Yonaguni, cuando coincide con los cambios de corrientes. La espectacularidad de estos tiburones, la llamativa cabeza con que cuentan, que le confiere una visión estereoscópica hacia delante y hacia atrás y una excelente percepción de las profundidades, el increíble tamaño que tienen y la gran cantidad de escualos que se mueven a la vez, hace de su avistamiento algo realmente impresionante.


VIDA SUBMARINA

Rafael Fernández Caballero es un divulgador del mundo submarino, instructor de buceo y buzo profesional, formado en ingeniería de energía y organización industrial, que ha renunciado a la vida terrestre para dedicarse al mundo marino. Este fenómeno, de tan sólo 29 años, ha ganado los más importantes certámenes de fotografía submarina desde 2012, siendo el buceador más joven en ganar el Campeonato del Mundo y de Europa. En su amplio palmarés se encuentra el Campeonato Mundial de Fotografía Submarina de los años 2017 y 2023, el Fotógrafo Submarino del Año 2022 y 2024, el Fotógrafo de Fauna Oceánica 2022, el Campeonato Europeo de Fotografía Submarina 2016 y el Campeonato Nacional de Fotografía Submarina de 2018 y 2022. Recientemente, ha sido nombrado National Geographic Storyteller.