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Minería con alma de silíceo
China lanza un ejército de 100 camiones mineros autónomos.
Mientras en Europa andamos enzarzados en discusiones eternas sobre si explorar o no cualquier pedazo de tierra que esconda algún mineral rentable, los chinos nos enseñan los dientes desplegando un centenar de camiones eléctricos sin conductor, movidos por inteligencia artificial, en una mina de carbón de Mongolia. Y a mí, que observo el espectáculo con una mezcla de admiración y escalofrío, no deja de inquietarme el silencio sobre lo evidente: cada día que pasa, menos falta hacemos los humanos.
Enrique Pampliega
En la mina de carbón a cielo abierto de Yimin, en la localidad de Hulunbuir, Mongolia Interior (China), un rincón perdido donde las temperaturas descienden hasta los 40 grados bajo cero y el viento corta como una navaja albaceteña, ha comenzado a rugir un ejército mecánico sin precedentes. Son 100 camiones eléctricos autónomos, fruto del matrimonio tecnológico entre Huawei y la energética Huaneng. No hay hombres al volante, ni falta que hace: la inteligencia artificial manda, las máquinas obedecen, y el mineral fluye como sangre en las venas digitales de la nueva revolución industrial.
ESTOS CAMIONES, LLAMADOS HUANENG RUICHI, MODELO ZNK95, DESARROLLADOS POR EL FABRICANTE DE EQUIPOS XCMG Y OPERADOS POR HUANENG, SE CONECTAN MEDIANTE REDES 5GADVANCED (5G-A), CAPACES DE MANEJAR ENORMES VOLÚMENES DE DATOS CON UNA LATENCIA MÍNIMA.
Hace apenas unos días, Huawei nos informaba, en su artículo World’s First Fleet of 100 5G-A Autonomous Electric Mining Trucks Launched at Yimin Mine, sobre algunos detalles técnicos que hacen posible la hazaña de desplegar la mayor flota de vehículos mineros eléctricos autónomos del mundo. Estos camiones, llamados Huaneng Ruichi, modelo ZNK95, desarrollados por el fabricante de equipos XCMG y operados por Huaneng, se conectan mediante redes 5G-Advanced (5G-A), capaces de manejar enormes volúmenes de datos con una latencia mínima. Gracias a esta tecnología, los vehículos pueden coordinarse de manera milimétrica, sorteando obstáculos y optimizando rutas en tiempo real. Además, cada camión está equipado con sistemas avanzados de inteligencia artificial y computación en la nube que controlan desde la conducción hasta el intercambio automatizado de baterías, garantizando una operación continua las 24 horas del día. Es la primera mina en el mundo con una integración a gran escala entre vehículo, nube y red 5G-A.
Un salto tecnológico
Que nadie se lleve a engaño: lo que se cuece allí no es una simple excentricidad asiática. Esto es una advertencia seria de cómo la minería, y por extensión casi cualquier industria, podría funcionar en el futuro inmediato. Estos camiones, que transportan hasta 90 toneladas cada uno y trabajan sin descanso gracias a sistemas automáticos de recambio de baterías, son el sueño húmedo de cualquier empresario con un mínimo sentido práctico y una pizca de desdén hacia la nostalgia laboral.
Este avance representa un salto tecnológico importante para la minería, que tradicionalmente ha dependido de maquinaria pesada y operadores en cabina. Los datos, fríos como la noche mongola, hablan por sí solos: los camiones Huaneng Ruichi operan en temperaturas extremas de hasta –40 °C y ofrecen un 120% de eficiencia operativa en comparación con camiones operados manualmente. Gracias a la inteligencia artificial y a las redes 5G-A, la productividad ha saltado un 20% respecto al viejo método de operadores humanos, esos seres falibles que necesitan descanso, salario y sindicatos. Se espera que el proyecto ahorre más de 15000 toneladas de gasóleo y reduzca las emisiones de CO2 en unas 48000 toneladas anuales. Y, por si fuera poco, el riesgo de accidentes laborales ha caído en picado. No es difícil entender por qué los empresarios chinos sonríen satisfechos y miran hacia Occidente con una mezcla de desprecio y lástima.
LA REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA IMPULSADA POR LA IA TIENE CONSECUENCIAS PROFUNDAS PARA EL EMPLEO Y LA SOCIEDAD, GENERANDO BENEFICIOS ECONÓMICOS, PERO TAMBIÉN GRANDES INTERROGANTES ÉTICOS QUE VAMOS IGNORANDO.
Huawei, líder en tecnología, aporta algoritmos de inteligencia artificial para la detección precisa y colaboración en la nube, mientras que empresas como Huaneng, el fabricante XCMG y la firma State Grid Smart Internet of Vehicles participan en este ambicioso proyecto conjunto que busca replicar este modelo en más minas y aumentar la flota a más de 300 unidades en un futuro cercano.
China, consciente de la necesidad de modernizar su industria del carbón, impulsa esta transición hacia una minería más inteligente, segura y ecológica. La red 5G-A instalada en la mina asegura una comunicación rápida y fiable para la operación autónoma, con latencias mínimas y capacidad para transmitir video HD en tiempo real, lo que mejora la seguridad y coordinación en los trabajos. Es un desarrollo que marca un nuevo estándar para la minería a cielo abierto y evidencia cómo la tecnología puede combinarse con la tradición minera para elevar la productividad, reducir riesgos laborales y contribuir a la sostenibilidad energética sin sacrificar la seguridad ni la eficiencia.
Riqueza y desigualdades
Mientras tanto, aquí en Europa seguimos en debates sobre la sostenibilidad, la ética y el paisaje. No es que esos temas carezcan de importancia, ojo. Pero uno tiene la impresión de que, mientras nosotros discutimos acaloradamente en tertulias radiofónicas o políticas, el futuro nos adelanta por la derecha y sin intermitentes.
China, con su pragmatismo brutal y su desprecio absoluto por los convencionalismos occidentales, lleva años jugando en otra liga. En Mongolia Interior, donde hasta ayer había trabajadores expuestos a los peligros propios de una mina, hoy sólo hay pantallas, algoritmos y vehículos que circulan obedientemente bajo el mando de una inteligencia artificial tan precisa como despiadada.
¿Y qué pasa con esos miles de hombres y mujeres que antes tenían un sueldo gracias al sudor y al riesgo de trabajar en condiciones extremas? Nadie lo dice en voz alta, claro, porque admitir que el progreso tecnológico no solo crea riqueza, sino también nuevas y dolorosas desigualdades, no vende titulares bonitos ni gana elecciones.
EN EUROPA SEGUIMOS EN DEBATES SOBRE LA SOSTENIBILIDAD, LA ÉTICA Y EL PAISAJE. NO ES QUE ESOS TEMAS CAREZCAN DE IMPORTANCIA, OJO. PERO UNO TIENE LA IMPRESIÓN DE QUE, MIENTRAS NOSOTROS DISCUTIMOS ACALORADAMENTE EN TERTULIAS POLÍTICAS, EL FUTURO NOS ADELANTA POR LA DERECHA Y SIN INTERMITENTES.
A este lado del mundo, se nos llena la boca con promesas de empleo sostenible, reconversiones laborales y otras bonitas mentiras para dormir tranquilos por las noches. En China, sin embargo, no pierden el tiempo con tales escrúpulos: la productividad manda y la IA dispone. Allí no hay lágrimas ni nostalgias –y si las hay, se acallan–. Solo cifras, resultados y un futuro que llega antes para unos que para otros.
Transformación radical
Este caso de Huawei y Huaneng debería ponernos los pelos de punta, pero preferimos ignorarlo. Que España debata si abrir o no nuevas minas sin considerar en serio la automatización que ya es imparable, es tan absurdo como intentar detener un tsunami con buenas intenciones y palabras huecas.
Porque lo que está sucediendo allí no es sólo un cambio tecnológico. Es una transformación radical de la sociedad y del trabajo tal como lo conocemos. No sólo desaparecen empleos: desaparece también la propia idea de trabajador, sustituida por máquinas impecables, incansables y sin derechos laborales. Pero seguimos distraídos, más preocupados por encontrar enemigos fáciles que por enfrentar los verdaderos desafíos del mañana.
Quizá sería sensato que, por una vez, dejáramos de mirar hacia otro lado y empezáramos a discutir en serio cómo afrontar el futuro inmediato. Aunque, claro, es más fácil ignorar el problema y esperar hasta que la máquina nos pase por encima.