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Actualidad

08 Octubre 2018

ARPHO DESTACA LA CONSERVACIÓN. Evitar los desastres.

arphoA raíz de hechos recientes de carácter grave, como el desplome de un tramo del puente de Génova, que ocasionó 39 muertos y 16 heridos de gravedad, o el hundimiento en Vigo del pantalán que se desplomó causando heridas a 377 personas que asistían al concierto de clausura del festival «O Marisquiño», la Asociación de Reparación, Refuerzo y Protección del Hormigón, Arpho, nos recuerda la importancia de la conservación de estructuras.

Desgraciadamente, los desastres mencionados no son una novedad, sino que forman parte de una tendencia relativamente extendida debida, por un lado, a la falta de una conservación adecuada y, por otro, a la intervención de personas y equipos no especializados en operaciones de reparación y refuerzo. Como cualquier otro material, sea cual sea su uso, el hormigón está expuesto a deterioros por el uso, a accidentes, a cambios de aplicación e incluso a procesos patológicos debidos a circunstancias muy concretas. Aunque algunos problemas y deterioros sí muestran una patología evidente (como desconchamientos, grietas y otros signos visibles), muchos otros son difícilmente identificables por un ojo no especializado, hasta que la intervención requiere de recursos extraordinarios. EN Arpho esperan no tener que lamentar desafortunados incidentes como los sucedidos recientemente, pero para ello sus responsables creen necesario un cambio generalizado de mentalidad hacia una mejor conservación de las estructuras que nos rodean.

Cualquier tipo de construcción, a lo largo de toda su vida útil, necesita llevar a cabo acciones de inspección, mantenimiento y conservación, aplicable no solo a elementos y estructuras singulares (como en el caso de las carreteras puedan ser los puentes, viaductos, túneles, etc.), sino al resto de los elementos constitutivos del patrimonio construido (como en el mismo ejemplo de las carreteras son los firmes, señalización horizontal y vertical, elementos de contención, balizamiento, etc.).

El hormigón es el material de construcción más usado del mundo pero, al igual que otros materiales está expuesto a procesos patológicos, daños y factores diversos de deterioro.

Estas acciones de mantenimiento cobran especial importancia en las estructuras que soportan otros elementos, sean un puente de carretera o ferrocarril, el dique de una presa que contiene el agua, un paseo marítimo o la estructura de un edificio de viviendas o de cualquier otro tipo, que sostiene todo lo que hay en su interior. Dichas tareas también se aplican a cualquier tipo de material (piedra, hormigón armado, acero, madera...), independientemente de su fecha de construcción.

Es necesario incrementar las inversiones en conservación de infraestructuras si se quiere evitar una obsolescencia prematura del patrimonio construido.
Historia En muchos núcleos urbanos de la geografía española conviven edificaciones y estructuras de diversas épocas, desde los discretos castros celtas a los impresionantes palacios árabes, pasando por acueductos romanos, castillos medievales y multitud de construcciones de épocas y estilos muy diversos. En muchas de estas construcciones, destaca el uso de materiales naturales (como la piedra y la madera), junto con algunos morteros y hormigones en masa. Los romanos fueron grandes expertos en el uso de hormigones, que todavía hoy perviven en estructuras por toda Europa. De hecho, el material más extendido hoy en día en todo el mundo para construcción es el hormigón, principalmente hormigón armado o pretensado (es decir, con un refuerzo en su interior, normalmente de acero, ya sea previamente tensionado o no).

El hormigón como material para construcción tiene múltiples ventajas, como su versatilidad, su facilidad de uso y fabricación y su adaptabilidad a cualquier tipo de edificación y estructura, lo que permite su utilización para fines muy diversos. Por ello, el uso del hormigón se ha extendido y está presente en todo lo que nos rodea: estructuras de ingeniería civil (puentes, túneles, presas, diques...), edificaciones (colegios, estadios, viviendas, centros comerciales, aeropuertos...), industrias y un largo etcétera. Partida para presupuestos Los presupuestos de conservación no pueden ni deben estar sometidos a oscilaciones significativas en función de la coyuntura política y económica, según afirman desde Arpho, la Asociación de Reparación, Refuerzo y Protección del Hormigón. Arpho aúna desde 2010 al colectivo de entidades vinculadas a las actividades de reparación, refuerzo y protección de hormigón, así como la reparación y/o refuerzo estructural de otros materiales, usando técnicas similares a las que se emplean para el hormigón.

En Arpho consideran que, como país y sociedad, nos estamos jugando mucho escatimando los recursos dedicados a la sostenibilidad de nuestro patrimonio construido. La conservación no admite las variaciones de inversión, obligadas por tales coyunturas, que podrían admitirse en construcción de obras nuevas, en las que posibles reducciones de tal inversión implicarían no poder acometer una obra nueva. En la fase de conservación, estas variaciones suponen no realizar una inspección o una reparación que pone en riesgo algo ya construido y en servicio. Pese a esto, la necesidad de una adecuada conservación de las estructuras, más allá de los aspectos puramente estéticos, siempre ha sido la gran olvidada.

Es cierto que durante los años de bonanza de la economía y del sector de construcción, se iniciaron avances importantes implantando sistemas de gestión de infraestructuras (carreteras, puentes...) que implicaban inspecciones y ensayos periódicos, e incluso adoptando cambios normativos como la obligatoriedad de la redacción del Plan de mantenimiento de las estructuras al elaborar el proyecto de las mismas. Pero no es menos cierto que si el PEIT 2005-2020 preveía una dotación presupuestaria progresivamente creciente, hasta situarse en el entorno del 2% anual del valor patrimonial de las infraestructuras, las cifras realmente alcanzadas en 2009 se situaban en poco más de la mitad de ese 2%. Esta situación evidentemente no ha mejorado en la larga crisis que hemos vivido, durante la cual las actuaciones de conservación se han reducido a mínimos precarios.

Estas restricciones amenazan a muchas estructuras que nos rodean: –En su seguridad, en pocos casos, afortunadamente. Esto ocurre normalmente cuando a los problemas de conservación se unen características de la propia estructura que hacen que esos problemas de conservación resulten críticos, como probablemente ha podido suceder en el puente de Génova.

Evitar los desastres

–En la garantía de que tales obras puedan alcanzar la vida útil que se pretendía para ellas, sin que sean necesarias reparaciones que conlleven la ruina económica de la infraestructura en cuestión. Un ejemplo muy sencillo, que sirve como referencia paralela, para entender esta compleja problemática es el de los vehículos a motor. A nadie se le ocurre, ni se le permite, usar un vehículo (coche, moto, camión, autobús...) y no hacer ningún tipo de revisión ni de mantenimiento periódico.


Tanto el propio usuario realiza una vigilancia periódica para evitar el incremento exponencial de costes que supone no hacer un mantenimiento preventivo, como la normativa lo controla a través de múltiples mecanismos por el riesgo propio y de terceros que supone no llevar a cabo esta conservación. Sin embargo, en el caso de las estructuras, las actuaciones de inspección y mantenimiento (tanto preventivo como correctivo), que permitirían una buena conservación, siguen sin alcanzar los niveles que deberían. Aunque la implantación de los sistemas de gestión de infraestructuras se ha llevado a cabo en muchos ámbitos, quedan aún otros muchos en los que el desconocimiento del estado de nuestro parque de estructuras es casi total. Con frecuencia se dan casos paradójicos, como puede ser acometer una actuación de reparación de un puente, en base a una inspección y proyecto realizados años antes.

Esta situación se produce porque en muchos casos las inspecciones periódicas implantadas con los sistemas de gestión han dado lugar a proyectos de reparación, cuya ejecución de obra posterior ha tenido que ser pospuesta por la insuficiencia de los presupuestos disponibles y por no implicar un riesgo de colapso estructural inmediato.

Cultura de conservación Desde la asociación Arpho, sus responsables lamentan que muchos gestores públicos no estén dispuestos a invertir en la conservación porque ni “corta cintas” ni lo exigen los usuarios. Tampoco a nivel privado la situación es mucho mejor: la carencia de cultura de conservación hace que, en muchos casos, las comunidades de propietarios contraten, por el imperativo legal que les obliga a realizar la ITE, a supuestos técnicos especializados con la asombrosa capacidad de realizar tal inspección del edificio sin llegar a visitarlo.

Estamos ante el reto de concienciar suficientemente a la clase política y a los ciudadanos en general de que las inversiones en conservación y mantenimiento son tan necesarias o más que las inversiones en obra nueva. Esta cultura de conservación pasa por:
–Mejorar la formación específica sobre reparación y mantenimiento en nuestras escuelas de ingeniería y arquitectura.
–Mejorar el procedimiento de adjudicación de proyectos y obras de conservación y reparación, tanto en el ámbito público como en el privado, de forma que se garantice la intervención de especialistas y no se prime solo la oferta económica.
–Generalizar la implantación de sistemas de gestión de nuestro patrimonio construido que permitan inventariar, caracterizar, inspeccionar y conocer el estado de nuestras construcciones para poder tomar decisiones sobre sus necesidades de conservación.

Esto requiere dotar de recursos adecuados a las administraciones y organismos implicados en la conservación.

–Incrementar las inversiones en proyectos de I+D+i relacionados con la patología del hormigón y otros materiales de construcción, así como sus formas de remediarla. España podría ser un país puntero en el mundo en conservación y mantenimiento de infraestructuras siempre y cuando las administraciones públicas se concienciaran de su importancia y del enorme potencial económico para nuestro sector de la ingeniería y de la construcción.
–Optimizar a largo plazo las inversiones en conservación y mantenimiento de las infraestructuras, comenzando por la redacción seria y cuidada de los Planes de Mantenimiento (exigidos ahora en los Proyectos de estructuras) con la intervención de especialistas en su preparación y en su valoración económica.