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Actualidad

24 Septiembre 2025

Hombres y máquinas contra el fuego

Miembros del Ejército de Tierra abriendo cortafuegos con dózer Cat D5Héroes en los incendios que han asolado España este verano.

Los incendios forestales han arrasado este verano unas 410000 hectáreas de suelo patrio, resultando el peor año en lo que va de siglo y uno de los peores desde 1961 (el cénit fue en 1985, con 484000 hectáreas). Diversas causas conducen a la deflagración de la masa boscosa, pero la principal es la mano del hombre, ya sea por negligencia o intencionalidad, y a ello contribuye como factor acelerador el abandono del medio rural y la acumulación de la biomasa combustible. Las altas temperaturas del estío han jugado también un papel clave en la propagación de los incendios, alimentando unos fuegos de gran magnitud y virulencia. Bajo estas condiciones extremas, el Gobierno ha actuado de manera irresponsable culpando al «cambio climático», restringiendo la intervención del Ejército por conveniencia política y haciendo estallar la disputa entre ministros y presidentes autonómicos a cuenta de las competencias en la materia, cuando debieran haberse implicado juntos en la lucha contra esta lacra. En este artículo resaltamos el esfuerzo de la sociedad por neutralizar los incendios, un trabajo que recae en numerosos colectivos civiles y en la Unidad Militar de Emergencias (UME), que ostenta las capacidades para afrontar todo tipo de catástrofes y cuenta con una dotación de maquinaria pesada y el apoyo aéreo y terrestre de las Fuerzas Armadas. Todos, con su esfuerzo y sacrificio, han doblegado una vez más el fuego, ese enemigo voraz que cada estío convierte en pavesas parte del territorio nacional.

Primitivo Fajardo

La Unidad Militar de Emergencias (UME) es la primera fuerza estatal movilizada ante las catástrofes de todo tipo que se producen en suelo español (terremotos, inundaciones, incendios, rescates, etc.), aunque también participa en misiones de ayuda en el extranjero. Ha intervenido en los gravísimos incendios de este verano en España con sus 3500 efectivos, altamente entrenados y equipados con tecnología de vanguardia para atacar directamente las llamas, algo que sólo puede hacer la UME en exclusiva por tener la preparación y disponer de los medios idóneos (helicópteros, aviones anfibios, maquinaria de movimiento de tierras, camiones de bomberos, unidades de transporte, drones, etc.), pues apagar fuegos es algo complejo, difícil y peligroso. La intervención del personal y equipos de los ejércitos de Tierra y Aire y la Armada se circunscribe a labores de apoyo logístico.

HEMOS VISTO ARDER LOS MONTES, LOS PUEBLOS Y LAS VIDAS DESTROZADAS POR LOS INCENDIOS FORESTALES. Y TAMBIÉN ALZARSE A VERDADEROS TITANES LUCHANDO CONTRA EL FUEGO.

La UME es una unidad de élite que fue desmilitarizada en 2019 por el Gobierno actual y ahora depende de un político, la Ministra de Defensa, cuando antes, desde su fundación en 2005 como pilar fundamental de la protección civil, dependía directamente de un militar, el Jemad, Jefe de Estado Mayor de la Defensa, que actuaba ante los desastres con criterios de máxima eficacia, al margen del gobierno de turno y siempre con imparcialidad, poniendo todos los medios necesarios a disposición en cualquier provincia, región o autonomía.

La política lo quema todo
Después de ese cambio, tanto la UME, que actúa en vanguardia, como el Ejército, se ponen en marcha ante un desastre cuando el ministro del ramo, es decir, el Gobierno, lo ordena. Y sólo cuando la UME se ve sobrepasada y solicita a Defensa refuerzos, este ministerio puede autorizar la entrada en acción de otras unidades y fijar la proporción. Y si bien es cierto que las competencias en materia de incendios están transferidas a las Comunidades Autónomas, que adolecen de un eficaz sistema de respuesta regional, no lo es menos que la dotación de medios para luchar contra el fuego de manera efectiva sólo los ostenta el Estado.

Como hemos visto este verano –y ocurrió en las inundaciones en Valencia–, la respuesta del Gobierno ha sido tardía y burocrática –la norma estomagante de “si necesitan ayuda que la pidan”–, con un criterio discriminatorio que subordina la fuerza para combatir las catástrofes al signo político que manda en la autonomía. Es decir, en un ejercicio de sectarismo impresentable, el Ejecutivo fiscaliza la aportación de los refuerzos del Ejército a la UME en base a la ideología del partido gobernante en el territorio afectado.

Las declaraciones demagógicas de la ministra, eco lacayo del malintencionado discurso presidencial que culpa al “cambio climático” de ser el causante directo de los incendios –y a los negacionistas, a la oposición y al primero que pase–, resultan esperpénticas y de un oportunismo político irritante y judicialmente punible. Llegó a decir que como las comunidades autónomas no habían hecho sus deberes de prevención, que no vinieran a pedir la intervención del Ejército.

LA LABOR DE CIVILES Y MILITARES EN LOS INCENDIOS ES UN CANTO A LA PERSEVERANCIA, UNA LECCIÓN DE HUMILDAD ANTE LA FUERZA DE LA NATURALEZA Y UNA DEMOSTRACIÓN DE QUE, LA VOLUNTAD SE IMPONE.

Escasos efectivos para tantos fuegos
Sabiendo además que si no se limpia el agro desde hace años es por las leyes ecologistas que lo impiden, promulgadas por este mismo Gobierno en 2018 –con la inspiración negligente de Europa– para prohibir que se toque ni una brizna de hierba, ni una piña caída en el campo, ni arrancar siquiera un tocón. El abandono al que han abocado al mundo agrícola, ganadero y forestal ha incrementado peligrosamente la densidad de masa vegetal altamente combustible, agravada por las copiosas lluvias primaverales y la disminución paulatina de la fauna herbívora.

Estos factores han aumentado la intensidad de los incendios, algo que no se veía con tanta magnitud y virulencia desde hacía tiempo. Fuegos que se retroalimentaban a sí mismos, que cambiaban de orientación a pesar del viento, deflagrando en diversos focos a la vez, y que una vez apagados se volvían a activar.

Ante este panorama, la ministra declaró al modo neroniano que nada se podía hacer por apagar los fuegos, pues el cambio climático es imparable, y es mejor dejar que se abrase todo y que las llamas lleguen hasta el coliseo de Roma (“no se pueden extinguir” y “hay que dejarlos que ardan”, son dislates regurgitados por la titular de Defensa). Mientras, los militares en el frente y al pie del cañón declarando que es la mala intención del hombre la que prende la llama. Como siempre, los gobernantes yendo por la vía de perseverar en el error y los administrados sufriendo en vidas y haciendas las consecuencias de sus nefastas decisiones, consecuencia de su fantasía ideológica y su pertinaz inacción. Porque cacarean continuamente la emergencia climática, pero no hacen nada para combatirla. Al caer el poder en manos de políticos acémilas, se ha desprotegido la naturaleza y el medio rural –quién sabe si por razones bastardas–, que tradicionalmente estaban al cuidado de pastores y campesinos.

DÓCERES DE DISTINTOS MODELOS Y MARCAS, DE DIFERENTES UNIDADES MILITARES, ADEMÁS DE LA UME, SE HAN UTILIZADO PARA CREAR CORTAFUEGOS Y LA APERTURA DE LÍNEAS DE DEFENSA.

¿Todos contra el fuego? ¡Qué va...!
La decisión estrictamente ligada al cálculo político ha tenido consecuencias nefastas para nuestros predios y ha ocasionado cuatro muertos. Está visto que todo acontecimiento siniestro es una oportunidad para manipular la realidad y camuflar la responsabilidad de este Gobierno. Así de penosa y lacerante es la situación que vivimos en España. El resumen es que tenemos 28 millones de hectáreas de suelo forestal, lo que supone la mitad del territorio nacional, y en los gigantescos incendios de agosto apenas se han movilizado 500 efectivos de los tres ejércitos como apoyo a la UME, cuando lo normal en otras campañas, y lo que se necesitaba en esta, hubiera sido varios miles. Ha dejado a su suerte a muchos pueblos de la España profunda en Galicia, Castilla y León, Extremadura... que han acabado fagocitados por las llamas y con sus habitantes mudos del horror porque las ayudas no llegaban y se han quedado en lugares fantasma con casas en ruinas envueltas en sudarios de ceniza.

Y en las cenizas no hay esperanza, ni siquiera la promesa de un nuevo comienzo. El abandono oficial ante la desgracia colectiva nos recuerda la fragilidad de este mundo, pero también la esencia luciferina de quienes nos gobiernan.

Lejos queda ya aquella campaña publicitaria de televisión que se puso en marcha hace 35 años, en 1990, con el fin de concienciar a la población de la importancia de prevenir los incendios forestales que cada verano dañaban seriamente el medio natural. Fue un éxito absoluto, tanto por su pegadiza canción y el famoso protagonista del spot, el cantautor Joan Manuel Serrat, como por su aglutinador e inapelable título: “Todos contra el fuego”. Por desgracia, con lo dividida que está hoy la sociedad española, este lema sería ahora de imposible aplicación.

Titanes de la esperanza
Dejemos que la actuación de los políticos desalmados acabe en manos de la justicia y vayamos a la obligación de destacar la labor de los héroes, que aún siendo pocos son legión, que se han jugado el tipo este verano en la hoguera peninsular. Debemos darles las gracias por su denodado esfuerzo enfrentándose a esta plaga flamígera que descapitaliza la naturaleza, destruye la biodiversidad, compromete el futuro, nos hunde en una profunda desolación y deja a su paso un mundo mineral.

Voluntarios, brigadistas, bomberos forestales, regionales, locales, agricultores y ganaderos, miembros de protección civil, militares de la UME y de las Fuerzas Armadas –efectivos del Ejército de Tierra, de la Armada, del Aire, de la Legión–, además de policías, guardiaciviles, bomberos de Alemania, Italia, Francia, Países Bajos y Eslovaquia. A ellos ha de agradecer la sociedad su valor en la lucha contra ese enemigo ancestral que se crece bajo el calor inclemente del astro rey y devora sin piedad los verdes mantos de grandes extensiones de territorio.

LOS UNIFORMES MIMETIZADOS SE CONFUNDÍAN CON EL PAISAJE DE LA TIERRA ABRASADA, NO POR CAMUFLAJE SINO POR UNA CONEXIÓN PROFUNDA CON LA NATURALEZA QUE PROTEGÍAN CON SU CUERPO Y SU CATEGORÍA HUMANA.

Este verano hemos visto arder los montes, los pueblos reducidos a partículas volátiles y las vidas destrozadas que dejan los incendios. Y frente a la furia de las llamaradas, también hemos visto alzarse a verdaderos titanes luchando contra el leviatán incandescente. No se trataba de seres alados ni deidades mitológicas, sino de hombres de carne y hueso armados con máquinas terrestres y voladoras que, con la disciplina forjada en la instrucción, una voluntad inquebrantable y una resistencia numantina, se han convertido en nuestra última esperanza.

La maquinaria de movimiento de tierras, de marcas archiconocidas –Cat, Case, Komatsu, New Holland, etc.–, rugía con un propósito que iba más allá de su fuerza bruta: cada excavadora y cada dózer que trazaba un cortafuegos perimetrando las llamas era un verso de resistencia, una promesa de que la vida se abriría camino. ¡Qué suerte contar con ellas! Helicópteros y aviones, con sus aspas y alas cortando el aire caliente, eran libélulas de metal refrescando bosques enteros. Descendían, llenaban sus tanques en embalses y lagos y con precisión asombrosa dejaban caer una efímera y bendita lluvia que era el primer aliento fresco en el infierno de Belcebú. Es el milagro de la simbiosis hombre-máquina.

Cada camión autobomba irrigando las llamas, cada buldózer y cada motoniveladora abriendo cortinas de seguridad, cada mini y cada mixta retirando escoria... eran gotas de agua de esperanza sobre una tierra ennegrecida en cuyo horizonte se alzaba la lumbre salvaje iluminando la noche, el humo oscureciendo el cielo a mediodía, las llamas danzando con fuerza y las brasas voraces consumiéndolo todo, dejando a su paso un paisaje marciano.

Allá donde el humo densificaba el aire y la temperatura quemaba en la garganta, los miembros de la UME eran la punta de lanza desplegando sus valores de arrojo, estrategia, compromiso y sacrificio. Tras ellos, los demás hombres con su espíritu de superación, con sus uniformes mimetizados que se confundían con el paisaje de la tierra arrasada, no por camuflaje sino por una conexión profunda con la naturaleza que protegían con su cuerpo y su categoría humana. Hemos visto sus rostros curtidos por la negritud y demacrados por el esfuerzo, con esa expresión de quienes conocen el peligro y lo enfrentan sin vacilar. Los hemos visto angustiados, llorando de impotencia, derrumbarse de agotamiento y dormitar sobre los escombros. Han sido testigos de cómo la candela fríe la piel y cómo se evaporan las lágrimas con una impotencia que aventura cicatrices en la memoria. Han sufrido viendo la rápida y letal transformación de la naturaleza en erial. La labor heroica de tanta buena gente ha ido más allá de la simple extinción de incendios. Han sido los hércules del sotobosque levantando tierras y aguas para detener al monstruo del fuego desatado.

ES UNA OBLIGACIÓN DESTACAR LA LABOR DE LOS HÉROES, QUE AÚN SIENDO POCOS SON LEGIÓN, QUE SE HAN JUGADO EL TIPO ESTE VERANO EN LA HOGUERA PENINSULAR.

La artillería pesada
En torno a esta tremenda locura hemos visto a diversas unidades del Ejército participar en la sagrada misión de conjurar la amenaza. Los militares han llevado a cabo todo tipo de trabajos, desde reconocimiento y apoyo a la dirección técnica y operativa de la UME a trasporte de material y personal y búsqueda de puntos calientes en los incendios. Hemos visto volar a multitud de aeronaves, como los Canadair del 43 Grupo de Fuerzas Aéreas del Ejército del Aire y del Espacio, los famosos Corsarios, que con su librea de la enseña nacional han cumplido su misión cargando 6 toneladas de agua en 12 segundos para luego soltarla sobre las llamas al grito triunfal de sus bravos y arriesgados pilotos: “¡Apaga y vámonos!”. Las Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra (Famet) han intervenido con sus helicópteros pesados Boeing CH-47 Chinook trasladando personal de las brigadas forestales, material diverso e irrigando directamente el fuego con su carga de 7000 litros. Lo propio han hecho otros helicópteros ligeros, como los H135 y los Cougar del Batallón de Helicópteros de Emergencias II, también de las Famet, con grandes dificultades para los lanzamientos de agua por la falta de visibilidad causada por el humo.

La Brigada Paracaidista abría caminos con sus especialistas del Batallón de Zapadores manejando los infalibles dóceres Cat D5. La Infantería de Marina ha estado presente apoyando a las autoridades locales y trabajando en vigilancia, prevención y manejando maquinaria pesada. Los especialistas del Regimiento de Ingenieros nº 1 y del Regimiento de Especialidades de Ingenieros nº 11 han aportado las máquinas específicas para incrementar la capacidad de extinción gracias a la limpieza y el desbroce de zonas estratégicas y con el fin de reducir el combustible vegetal que alimentaba las hogueras, asegurando en lo posible los recintos urbanos con sus dóceres para crear cortafuegos y abrir líneas de defensa y contención. Y la Guardia Civil, siempre presente en todo escenario, cumpliendo su misión de proporcionar seguridad.

LAS COMPETENCIAS EN MATERIA DE INCENDIOS LAS TIENEN LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS, PERO LOS MEDIOS PARA LUCHAR CONTRA EL FUEGO DE MANERA EFECTIVA LOS OSTENTA EL ESTADO

Olor a madera quemada
La labor de todos ha sido en esta campaña un canto a la perseverancia. Ellos saben que cuando el territorio se prende no sólo perdemos masa forestal sino que se modifica el hábitat del hombre, la desertización ocupa el lugar de las tierras fértiles, las cenizas alcanzan los ríos y la fauna sin recursos huye de la tierra muerta.

Con todo su ímpetu y destreza han tratado de impedirlo, y nos han dado una lección de humildad ante la fuerza imparable de la naturaleza, una demostración de que incluso en la tragedia la voluntad puede imponerse. Cuando los incendios se extinguían y sólo quedaba el suelo humeante y el olor a madera quemada, estos hombres se retiraban con la misma discreción con la que llegaron, dejando detrás un legado de valor insuperable.

Son los guardianes de nuestro futuro que, con la fortaleza del acero y la convicción de sus principios, en su lucha contra el fuego intencionado que cada año quema España por los cuatro costados, han traído la esperanza a los bosques calcinados. Si una mano canalla prende la llama, otra mano amiga la apaga.