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Actualidad

05 May 2022

Florentino Pérez, 25 años antes

Florentino PérezPresidente de la constructora ACS y del equipo de fútbol Real Madrid.

Se acaban de cumplir los 120 años del nacimiento del mejor club de fútbol del siglo XX, y posiblemente del XXI, el Real Madrid, fundado el 6 de marzo de 1902 bajo la presidencia del catalán Juan Padrós Rubió. Que es el mejor club del mundo no es un invento mío, por mucho que simpatice con los blancos; lo dijeron las autoridades europeas del deporte en el año 2000, cuando estaba a punto de cumplir su centenario, en 2002. Y hace justo 25 años, en marzo de 1997, entrevisté al hoy presidente del club, Florentino Pérez Rodríguez, que entonces no era el máximo dirigente del equipo de Chamartín sino un aspirante que había perdido las elecciones anteriores, aunque ya era, con 50 años que acababa de cumplir –nació el 8 de marzo de 1947 y este mes ha celebrado sus 75 años–, el presidente de una de las empresas constructoras españolas más importante del momento, OCP, que ese mismo año cambiaría la titularidad a ACS y ya apuntaba a ser lo que hoy es: una de las más grandes firmas constructoras y de servicios del mundo por volumen de negocio. Por otro lado, yo era en el 97 un humilde periodista que comenzaba la aventura de editar una nueva publicación en el sector de la maquinaria de construcción y quería ofrecer a los lectores en el primer número la entrevista con el número uno. Consideré necesario salir al mercado como salen los buenos jugadores al campo de fútbol, dispuesto a impresionar por la habilidad del juego y por los resultados del marcador, o al menos saltar al césped con ganas de gol y actitud de victoria. Metí el gol de la entrevista en exclusiva con Florentino Pérez tras un tiempo de duro entrenamiento y ardua persecución del empresario, que al final cantó la traviata durante hora y media. Esa experiencia, que me hizo ganar puntos con mi nueva empresa y crédito ante los lectores, la he recuperado ahora por esas tres razones, para conmemorar tres efemérides a la vez: los 120 años del Madrid, los 75 años que ha cumplido Florentino y los 25 desde que mantuvimos aquella conversación, que me he permitido transcribir aquí, junto con las circunstancias que la envolvieron; si bien, omitiendo la parte técnica, que tiene menos interés transcurrido el tiempo, pues los problemas de entonces han sido ampliamente superados por los de la palpitante actualidad.

Primitivo Fajardo

Para entrevistar a Florentino Pérez, me convocó su secretaria el viernes 21 de marzo de 1997 a las 18 horas en la sede central de la constructora OCP, en la Avenida de Pío XII. Hacia allí puse rumbo el día de San Serapión el Escolástico con toda la ilusión puesta en el mejor resultado.

En la puerta me hallaba, nervioso y contrito, veinte minutos antes. Sabía que me jugaba mucho como algo saliera torcido en la entrevista en exclusiva con el gran león empresarial. Aparqué la moto en la acera, guardé el abrigo en la maleta, cogí mis archiperres y esperé a que llegara la hora.

Cuando el reloj dio las 17'55 h entré en la planta baja de la torre de cristal. El guarda de seguridad, después de confirmar mi cita a las 18 h, me indicó con la mano el último ascensor, “directo a la planta diez”. Me miré en el espejo de la cabina. “¡Mecachis! Tenía que haberme cortado el pelo”, pensé. Al llegar a la planta señalada, en medio de un amplio recibidor me esperaba Conchita Tabuyo, la diligente colaboradora del presidente, una treintañera delgada y alta, bien parecida y simpática. Su floreada blusa me recordó que el día anterior había alcanzado nuestra latitud la primavera. Me acerqué y se mostró sorprendida y azorada cuando esquivé el saludo de su mano para darle dos besos. Era una forma de pedirle disculpas por las molestias causadas persiguiendo con pertinaz celo aquella cita, para mí fundamental.

Restándole importancia, me señaló la sala de espera y cerró la puerta de cristal esmerilado al marcharse. Conchita era la sombra fidelísima de su jefe y la persona de mayor confianza de su entorno laboral. Se habían conocido en 1979, cuando ella tenía 18 años y él era subdirector general en el Ministerio de Industria. Al ser nombrado director general de Infraestructura del Transporte, en 1980, ella pidió el traslado, y en 1982 le siguió al Instituto Nacional para la Reforma y Desa rrollo Agrario (IRYDA). Al año siguiente, Florentino se adentraría en el proceloso mundo empresarial y Conchita abandonó el funcionariado y se enroló en su bajel para acompañarle al fin del mundo.

LA DURA COMPETENCIA POR LA CONTRATACIÓN DE GRANDES INFRAESTRUCTURAS PÚBLICAS, CON PRESUPUESTOS A LA BAJA Y FÉRREO CONTROL DE COSTES, HABÍA PRODUCIDO CAMBIOS IMPORTANTES EN EL SECTOR.

No me senté. Sabía que no había olvidado nada, pero abrí de nuevo el Samsonite, compartimentado para albergar el ajuar del reportero, y lo comprobé otra vez. Seguía estando todo en su sitio: la Nikon F2 y tres objetivos, el flash, varios rollos de película, la grabadora de casete, un micrófono, la libreta de notas, bolígrafos, clips, pilas de repuesto... Miré y remiré el cuestionario que traía preparado: notas humanas, cuestiones particulares, el Real Madrid, sus aficiones y la cover del meollo técnico, que comenzaba con una pregunta obligada por la actualidad, dado que aquella misma mañana los periódicos abrieron la sección económica con el rumor de que la constructora Auxini, empresa pública de la que OCP había adquirido a la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) un año antes, en febrero de 1996, el 40% por 3029 millones de pesetas, estaba a punto de liquidar el porcentaje restante. Faltaba saber si ese 60% acabaría en manos de OCP, lo que durante meses fue una incógnita. Esa sería mi primera pregunta.

Hojeé a toda prisa un ejemplar de Actualidad Económica desplegado en la mesa, y ojeé el termostato de la pared: 22 grados. No hacía calor pero estaba sudando, seguramente por la tensión del momento. Retiré el visillo que tamizaba la tenue luz del ventanal. Desde esta altura, mirando hacia el este, Madrid era una gran urbe moderna. Acababa de mirar el reloj, a las 18'05 h, cuando alguien abrió la puerta con natural prudencia.

En la guarida del león

Era Florentino Pérez quien me estrechaba la mano con energía, sonriendo tras sus grandes gafas. No llevaba la americana puesta. Hacía veinte años que no nos veíamos, pero me preguntó con naturalidad qué tal estaba, como si hubiéramos almorzado juntos el día anterior. “Yo bien, ¿y usted?”, pregunté a mi vez. Me dijo que estupendamente y que le tuteara, pidiéndome a continuación que le siguiera.

Pasamos por delante de los ascensores y me condujo a su despacho, al que se accede a través de una antesala que era el lugar de trabajo de su secretaria personal y, a juzgar por la disposición y el número de mesas, de dos secretarias más, que no estarían en su puesto por haber concluido ya la jornada laboral.

Me presentó a Conchita, dando por supuesto que ya nos conocíamos. Ella y yo nos sonreímos y él me cedió el paso ante la puerta. El habitáculo de Florentino era muy clásico y me sorprendió por su sencillez. Uno se imaginaba el despacho de un hombre que carga con el peso de la púrpura engalanado de filigranas y ahíto de barroquismo, como otros profesionales despliegan en las paredes certificados de autobombo y alegorías a sus éxitos. Sin embargo, este era un lugar sobrio, un tanto desangelado, como provisional, y no muy grande, pero a cuya amplitud contribuía la ausencia de estanterías y vitrinas y la desnudez de las paredes.

Decoraban la estancia varios muebles puramente funcionales: un aparador con objetos personales y la foto con el Rey Juan Carlos I, cuando era príncipe heredero; un escritorio de madera repleto de papeles y un teléfono; dos sofás de piel para las visitas –donde nos sentamos a conversar–; una mesa baja de madera y cristal con un centro de cerámica y tres cuadros modernos, uno en cada pared –la cuarta era un ventanal–, que llevaban incorporada una leyenda lateral al estilo de las galerías de arte, lo que delataba sin duda su afición a la pintura. Uno de ellos, pequeño y original, colgaba a la espalda de su mesa con una especie de godzillas picassianos litigando, mientras que enfrente, encima del sofá, llamaba la atención uno grande con fondo blanco y manchas negras abstractas. Ignoro sus autores y no tuve el tino de preguntarlo.

SIENDO DELEGADO DE CLASE EN EL ÚLTIMO CURSO, SE DEDICÓ A VISITAR CONSTRUCTORAS BUSCANDO TRABAJO PARA SUS COMPAÑEROS. QUEDARON TODOS COLOCADOS ANTES DE TERMINAR LA CARRERA. MENOS ÉL.

La iluminación del sol poniente entraba desbordante por la amplia cristalera y atravesaba los visillos para ir a rebotar en las paredes blancas, tintando de beige el ambiente y propiciando un tono cálido a la estancia. Al otro lado del grueso cristal, el Madrid del oeste nos observaba desde la estación de Chamartín, recortada al contraluz de un ocaso pleno de tonos cobrizos y allos sobre fondo cobalto.

—Como lo primero que me vas a preguntar –se adelantó Florentino, mientras me invitaba a tomar asiento en el sofá– es sobre el asunto de Auxini, te diré que ya está resuelto...

—¿No me digas? –pregunté, sorprendido–. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Quién se ha quedado con Auxini?

—Espera un momento –me dijo. Y sin llegar a sentarse, volvió sobre sus pasos hacia el despacho de Conchita.

La batalla por Auxini y el crecimiento del grupo

[La dura competencia que se avecinaba en el negocio de la construcción, especialmente por el asunto de la contratación de grandes infraestructuras públicas, con presupuestos a la baja y férreo control de costes, había producido cambios importantes en el sector en los últimos tiempos. OCP tenía el 40% de Auxini, por el que también había pujado la alemana Hotchtief, principal accionista de la española Pacsa. Y ahora, al 60% restante aspiraba también Sacyr. Antes, la fusión de Cubiertas y Entrecanales había dado lugar a Acciona. También Huarte, a punto de quebrar, fue comprada por Juan Miguel Villar Mir para reflotarla y unirla a Obrascón, y después a Laín, lo que acabó siendo OHL. Por su parte, FCC y Dragados intercambiaron porcentajes de sus sociedades para constituir una empresa conjunta y concursar en obras en el extranjero].

Efectivamente, la primera pregunta que yo traía para el presidente era si OCP ejercería su derecho preferente de tanteo y adquisición del paquete accionarial restante sobre el 60% de Auxini, teniendo en cuenta que había otra empresa del sector, Sacyr, pujando por ese porcentaje y ofertando a la SEPI la compra del cien por cien de la empresa pública.

—Aquí tienes la respuesta –dijo Florentino, alargándome un papel membreteado con el logotipo de la SEPI, mientras se sentaba satisfecho en el sillón.

—¡Auxini ya es de OCP! –exclamé con alegría, leyendo el titular de la nota de prensa, fechada precisamente ese día, 21 de marzo de 1997: “SEPI acuerda la venta del 60 por ciento de Auxini a OCP Construcciones por 5.950 millones”.

—¿Qué se siente ante un acontecimiento tan importante como es esta compra, cuya negociación habrá sido dura? ¿No estás nervioso o emocionado? –pregunté con curiosidad al verle tan tranquilo.

Florentino me miró en silencio. En aquel momento el brillo de serena inteligencia de su mirada vagaba en el ambiente buscando en su interior la respuesta más apropiada.

—No –dijo categóricamente, restando la excesiva importancia que yo le daba–. Yo siempre he dicho que no tenía ninguna duda de que al final terminaríamos comprando Auxini, porque la SEPI quería un proyecto industrial para la empresa y un precio justo, y yo estaba convencido que ambas cosas se las podíamos dar desde OCP. No olvidemos que llevamos ya más de un año con el 40% de Auxini, es decir, la empresa ya formaba parte de nuestro grupo y hemos ido ayudándola en lo que hemos podido a lo largo de este año. Para nosotros no ha sido una gran novedad.

—OCP se consolida así en el quinto puesto del sector, después de Dragados, FCC, Cubiertas-Entrecanales y Ferrovial- Agromán. Se habla de que tu grupo estará en el entorno de los 220000 millones de facturación... ¿Crees que se ha terminado la fiebre de las fusiones y consolidado lo que podríamos denominar “primera división” de las constructoras, o continuará el proceso de concentración en el sector?

FLORENTINO PÉREZ ES UN HOMBRE MODESTO QUE ME HABLA EN PLURAL DE SU EMPRESA, «NOSOTROS». SU ASPECTO ES ATILDADO Y DE APARIENCIA NATURAL.

—Efectivamente, en 1996, OCP-Auxini ha facturado alrededor de 220000 millones de pesetas. A continuación existen cuatro grupos que facturan menos de 100000 millones cada uno. Esta es hoy la realidad del sector y estoy seguro que seguirá reestructurándose y se formarán grupos más musculosos, desde el punto de vista técnico y financiero, para salir al exterior y para hacer frente a la financiación privada de infraestructuras.

—Dices que esta operación no ha sido una gran novedad, pero a mí me parece algo grande y que tiene mucho mérito...

—Cuando persigues algo convencido de que llevas razón y lo vas a lograr, no te puede sorprender el resultado porque es el esperado. Lo asumes con naturalidad y sin aspavientos.

Comprendí en su respuesta lo que dijo Emerson: “La fe en sí mismo constituye el primer secreto del éxito”. Por algo, su carrera había sido fulgurante y supongo que muy compleja, aunque él le quitara hierro al asunto. Florentino Pérez es un hombre modesto que habla en plural de su empresa. Siempre dice “nosotros”. Su aspecto es atildado y de apariencia natural, de mediana estatura, de complexión normal. Afirma haber ganado 10 kilos en los últimos 20 años (otros hemos ganado 20 en los últimos 10, lo que resulta peor). Es bastante austero –según confesión propia–, muy familiar y celoso de su intimidad, rota parcialmente en la anterior campaña a la presidencia del club de su alma, el Real Madrid, a la que aspiraba y le salió mal.

—Pero, por lo menos celebrarás lo de Auxini, ¿no? –afirmé, animando.

—Sí. Mañana a mediodía me voy de vacaciones de Semana Santa –dijo.

[Meses después, ese mismo año 1997, las juntas generales de Ginés Navarro y OCP Construcciones, ya con Auxini en su seno, aprobaron su fusión para dar lugar a la compañía ACS, Actividades de Construcción y Servicios, S.A., que hoy, en 2022, bajo la presidencia y el empuje de Florentino Pérez, es un gran imperio, una de las mayores constructoras del mundo].

«LA GENTE TIENE, ADEMÁS DE SU TRABAJO, ALGUNA AFICIÓN, Y LA MÍA ES EL MADRID. SOY SOCIO DESDE HACE CASI 40 AÑOS Y SIEMPRE LLEVO AL REAL MADRID EN MI CORAZÓN».

Sobradamente preparado

Nadie diría, viendo su aspecto juvenil, entre aniñado y “jaspeado” [JASP era el acrónimo de la expresión Joven Aunque Sobradamente Preparado, que estuvo de moda en la publicidad de los años 90], que Florentino acababa de cumplir 14 días antes los 50 años de edad. Bien llevados, porque ni una sola cana y el rostro relajado y sin arrugas delataban su afición a cuidarse.

En mi particular búsqueda de documentación sobre el personaje descubrí un par de leyendas que muy pocos conocían. Una cuenta que, en segundo curso de la carrera, en la Escuela de Ingenieros de Caminos, hizo un libro sobre problemas de la asignatura más difícil y acabó de profesor ayudante. La otra es que, siendo delegado de clase en el último curso, se dedicó a visitar empresas constructoras buscando trabajo para sus compañeros, de forma que todos quedaron colocados antes de terminar la carrera. Todos menos él. Pero entonces apareció Juan de Arespacochaga a pedirle el voto de su clase para las elecciones a presidente del Colegio de Caminos. El flechazo fue instantáneo y nada más terminar en la facultad recibió una oferta de Arespacochaga, que había sido nombrado presidente de la Asociación Española de la Carretera y le quería como director general. Florentino aceptó y cuando Arespacochaga fue elegido alcalde de Madrid, Florentino se fue con él de concejal.

A partir de aquí, y salvando una llamada telefónica de felicitación por lo de Auxini, que el presidente de OCP respondió en un francés claro y ausente de acento, posiblemente aprendido en los años de bachiller, desgranó sus reflexiones sobre su empresa y el sector con una precisión impecable y a demanda de la completa batería de preguntas que yo traía escritas.

Le interrogué sobre temas de actualidad como la Ley de Contratos, el retraso o el incumplimiento de los plazos de pago, el balance económico de la empresa tras la compra de Auxini, la financiación privada de las obras públicas, el peaje en la sombra, el desgaste de las constructoras por la inestabilidad y los recortes presupuestarios, la incipiente actividad internacional, la diversificación del negocio, las UTE’s o agrupaciones de empresas para afrontar grandes proyectos, las perspectivas para el sector a medio y largo plazo, la gestión de la compra o el alquiler de la maquinaria, etc. Florentino contestó con precisión a cada cuestión planteada y habló libremente desde el principio, siendo sus respuestas expresiones de gran claridad. Atento e imperturbable, me resultó fascinante contemplar cómo participaba con convicción de todo lo que existe y tenía muy claras y razonadas las cosas de la vida. Cuando llegó el turno de hablar del Real Madrid se le iluminó el rostro con una sonrisa infantil.

La presidencia del Real Madrid

[En febrero de 1995 Florentino Pérez se presentó a la presidencia del Real Madrid, siendo derrotado por Ramón Mendoza por 690 votos. Florentino tuvo en contra la participación de un tercer candidato, Santiago Gómez Pintado (al que conocí hace diez años, en 2012, y es actualmente un buen amigo mío), que le restó los votos necesarios para arrebatarle la presidencia a Mendoza. De no ser por el dueño de Otaysa, Florentino hubiera sido presidente. De esta forma, tuvo que esperar a la siguiente ocasión, que se presentó en junio del 2000, para derrotar a Lorenzo Sanz y conformar una nueva Junta Directiva con varios empresarios, situando a dos pesos pesados a la cabeza como vicepresidentes, Juan Abelló y Fernando Fernández-Tapias, al que yo conocía porque en esas fechas colaboraba en la revista CEIM, la patronal madrileña de la que Fefé era presidente y mi jefe máximo, además de serlo de su propia naviera y vicepresidente de la patronal CEOE].

—¿El fútbol es para ti pasión, afición o negocio?

—Para mí el fútbol es una afición apasionada.

—¿El Real Madrid es el club de tu alma?

—Todo el mundo sabe que soy muy aficionado al fútbol y especialmente al Real Madrid. La gente tiene, además de su trabajo, alguna afición y la mía es el Madrid. Soy socio desde hace casi 40 años y siempre llevo al Real Madrid en mi corazón.

—Creo que de joven jugabas de portero. ¿Sigues dándole?

—Ahora juego menos, de vez en cuando, pero he jugado toda mi vida al fútbol y, además, he sido muy madridista. La mezcla de los dos factores, cuando uno ya es mayor, pues me hizo pensar en un momento determinado que mi experiencia podía ser positiva para dirigir el Real Madrid. Por eso me presenté a la elecciones.

—Pero te diste un buen costalazo. Parece que la presidencia se te resiste... ¿Te presentarás de nuevo? Porque Lorenzo Sanz ha dicho que no le apea nadie del trono hasta el 2002.

—No sé cuándo van a convocar las elecciones; la vez anterior me presenté y cuando las convoquen de nuevo, decidiré.

—Decidirás si te presentas a las elecciones o si las vas a ganar definitivamente...

—(Risas). Esto nunca se puede decir. A mí me gustaría que el Real Madrid volviera a ser lo que siempre fue. Y, desgraciadamente, está muy lejos, hoy día, de serlo.

—Pero, dime, ¿no es una locura un deporte que se juega a patadas y que este año ha invertido 36000 millones en fichajes?

—Yo creo que la locura es gastarte lo que no tienes. El que sea mucho o poco no es importante. Si un club tiene ese dinero para gastárselo, me parece bien. Si no lo tiene, me parece mal. Y esa es un poco la realidad del Madrid, que siempre se ha gastado lo que no ha tenido y esa es también la realidad por la cual el Madrid no es lo que siempre fue: un club que se gastaba lo que tenía y en esa dirección llegó a ser el mejor equipo del mundo. Desde que se gasta lo que no tiene es un club sujeto permanentemente a tensiones, sin una estrategia definida y con una situación inestable que hace que no sea hoy lo que siempre fue.

«A MÍ ME GUSTARÍA QUE EL REAL MADRID VOLVIERA A SER LO QUE SIEMPRE FUE. Y, DESGRACIADAMENTE, ESTÁ MUY LEJOS, HOY DÍA, DE SERLO»

La política, la economía, la vida...

[Florentino probó suerte en el mundo de la política pero no tuvo suerte y salió escaldado. Tras el hundimiento de la UCD, se erigió en secretario general del Partido Reformista Democrático (PRD) con Miquel Roca, con el que se presentó a las elecciones generales de 1986 apadrinando la llamada “Operación reformista”, pero no obtuvo ningún diputado y tiró la toalla].

—Recuerdo que estuviste metido en política durante la Transición. ¿No has vuelto a escuchar su canto de sirena?

—La escuché durante muchos años. Estuve en la Unión de Centro Democrático hasta el año 82. Puedo decir que estoy encantado de haber contribuido a la transición en la época de la UCD. Y desde entonces sigo siendo una persona de UCD, aunque no exista; es decir, estoy en el centro político como persona moderada, comprensiva, tolerante... todos los valores que tuvo la UCD y que últimamente se están recordando.

—¿A nivel personal, cuál es el dinero mejor gastado?

—Indudablemente, el que da más satisfacción personal. Yo estoy muy centrado en mi actividad empresarial y el mejor dinero gastado es el que contribuye a consolidar el proyecto empresarial. Pues a nivel particular, igual. Yo soy bastante austero y tengo pocas aficiones “gastosas”. Quizá la única, la del fútbol, con lo cual el dinero que me gasté en las elecciones fue un dinero gastado con gusto. No me gusta el golf, ni el campo, ni la caza... Mi afición favorita es el fútbol.

—Bueno, además de la navegación, los perros y jugar al mus.

—También, pero el fútbol es lo que más me gusta.

(Aparte del fútbol, otra afición del entrevistado era la navegación, de la que yo también era un acérrimo deportista. Aquí me gané una discreta amonestación del presidente por comentar una anécdota, juro que de broma y sin mala intención, hablando del barco de otro ingeniero, del que afirmé que “estaba «aparcado» en el muelle de Villajoyosa”. La confusión, aunque sea consciente, entre los verbos atracar y aparcar referidos a un barco, constituye para un Capitán de Yate como Florentino un delito penado para el insurrecto que la comete con un paseo por la tabla con las manos atadas a la espalda y los ojos vendados en un mar infestado de tiburones).

—Y luego está el cine... ¿Es el séptimo arte el definitivo, o tienes preferencia por algún otro?

—Una de mis aficiones es el cine, sí, y también me gusta la pintura. No creo que haya ningún arte definitivo. Para cada uno será el que más le guste.

—¿Cuál es el peor consejo que te han dado en tu vida? ¿Y el mejor?

—Los amigos siempre le dan a uno buenos consejos y los enemigos no aconsejan nada. Yo no recuerdo ningún mal consejo que me hayan dado en mi vida. Y el mejor, siempre me lo dio mi padre: el trabajo y la austeridad.

—Finalmente, ¿sirve de algo planificar la vida?

—Estoy seguro que no. Llevo 26 años de profesión y la vida me ha conducido más por casualidades que por tenerla planificada. Yo creo que ejercer la actividad profesional se puede hacer de distintas maneras, y yo, según se me ha presentado, la he desarrollado con la misma ilusión. No creo que haya solo una actividad en la cual uno es feliz. Uno es feliz sirviendo a los demás. Y en esto de las obras públicas hay una componente de servicio al ciudadano que a veces no se nos valora a los constructores, pero detrás de cada obra sabemos que siempre hay una utilización por la gente y las solemos hacer no solo con la frialdad que da, por ejemplo, el hormigón, sino con el convencimiento de que estamos dando servicio a los ciudadanos.

«LOS AMIGOS SIEMPRE LE DAN A UNO BUENOS CONSEJOS Y LOS ENEMIGOS NO ACONSEJAN NADA. YO NO RECUERDO NINGÚN MAL CONSEJO QUE ME HAYAN DADO EN MI VIDA. Y EL MEJOR, SIEMPRE ME LO DIO MI PADRE: EL TRABAJO Y LA AUSTERIDAD».

Envidiable confianza en sí mismo

En este punto dejé de tomar notas y di por concluida la inquisición. Florentino se vio liberado y encendió un cigarrillo para celebrar el peso que se quitaba de encima. No es que estuviera tenso, pero ahora la situación se tornaba más confortable y charlamos en igualdad de condiciones del fútbol, de barcos y de los viejos tiempos de la AEC, antes de que se hiciera famoso al saltar a la política y al sector empresarial, y más tarde al terreno deportivo. Como eran muy amigos, le pregunté por el Guti.

—Llámale, se alegrará de verte –dijo, y me dio su teléfono. Le pedí que posara y Conchita se prestó a hacernos alguna foto juntos. Recogí mis bártulos y salimos del despacho. Me despedí de la diligente secretaria y, pese a mi insistencia en lo contrario, Florentino se empeñó en acompañarme al ascensor.

Mientras caminábamos en silencio pensé que la vocación emprendedora del hombre que tenía al lado le había llevado por distintos negocios a conseguir una empresa de las de “para toda la vida” y el presidente de OCP se confundía con ella. OCP era él y viceversa. Acababa de comprobar que era un empresario de verdad, íntegro, sólido, inteligente, con una mente preclara y una envidiable confianza en sí mismo que le daba la seguridad del que sabe que, haga lo que haga, todo le saldrá bien –o casi todo–, con una filosofía de vida que le llevaba al éxito en todos los frentes donde fijaba su infalible colimador. Pensé que esto no acabaría aquí, que no había hecho sino empezar, y que yo era afortunado testigo de la génesis de lo que, con toda seguridad, habría de llegar después.

Nos estrechamos la mano y me miró con su mente analítica, inquisitiva, negociadora. En las frases forzosamente banales de la despedida, se lo agradecí mucho. Afirmé que le estaría eternamente agradecido por renunciar a su tiempo para prestarme el mayor de los servicios. Entré en el ascensor. Al cerrarse las puertas gritó: “¡Envíame la revista!”. Mientras bajaba me miré en el espejo: “¡Mecachis! Tenía que haberme cortado el pelo”.

Alcancé la calle, donde la noche había desplegado ya su fulgurante cola de pavo real en forma de bóveda celeste. Desvié la vista hacia mi muñeca izquierda. El reloj marcaba las 19,30 h. Arranqué la BMW y me fui de allí. Hacía frío en Madrid.


«Palmarés» de Florentino Pérez

Cuando entrevisté a Florentino Pérez en 1997, el empresario tenía 50 años, era presidente de OCP, estaba casado con María de los Ángeles Sandoval, Pitina (falleció de un infarto en mayo de 2012, con 62 años) y tenía tres hijos. Hoy, con 75, es presidente de ACS y del Real Madrid y está rodeado de nietos. Su currículo ya impresionaba entonces y ahora marea, y su aura de preclara inteligencia, carácter competitivo y capacidad de superación le siguen decorando la tonsura como el nimbo a los santos en las estampitas. Aunque es interminable, resumimos su trayectoria en estas líneas.

Fue profesor de Fundamentos Físicos de la Técnica en la Escuela de Caminos de Madrid, director general de la Asociación Española de la Carretera, de donde se marchó en el 76 para ser delegado de los Servicios de Saneamiento y Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid, siendo alcalde Juan de Arespacochaga. En el 1979 fue nombrado subdirector general del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial, del Ministerio de Industria y Energía; después pasó a ser director general de Infraestructura del Transporte del Ministerio de Transportes, Turismo y Comunicaciones; luego fue secretario-presidente del Instituto Nacional para la Reforma y Desarrollo Agrario (Iryda), del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

De la política a la empresa

Florentino se metió en la alta política con la UCD y se presentó a las elecciones generales con Miquel Roca, pero fracasó su proyecto reformista y en el 83 emprendió una feroz carrera empresarial, comenzando por la catalana Construcciones Padrós, donde estuvo como presidente y consejero delegado hasta 1993. Entre 1991 y 1995 fue presidente de la Sociedad Española de Montajes Industriales (SEMI). Su siguiente paso fue comprar Ocisa y plantarse ante el consejero de Focsa para ofrecerle el 25% de Ocisa. Ese fue el pistoletazo de salida de la vertiginosa carrera de Florentino hacia la meta del sector constructor. En 1992 creó OCP Construcciones, surgida de la fusión de Construcciones Padrós y Ocisa, y en 1997 se hizo con la pública Auxini y con Vías y Ginés Navarro, ambas controladas por la familia March, dando lugar a ACS, Actividades de Construcción y Servicios.

FLORENTINO SE PRESENTÓ A LAS ELECCIONES Y CUANDO FRACASÓ SU PROYECTO REFORMISTA DEJÓ LA POLÍTICA Y EMPRENDIÓ UNA FEROZ CARRERA EMPRESARIAL.

Dos años más tarde, ACS empleaba a 23000 personas en 50 países y facturaba 450000 millones de pesetas (unos 2700 millones de euros), con unos beneficios de 14200 millones (85 millones de euros). Veinte años después, en 2018, trabajaban más de 177000 empleados, con una facturación global de 35000 millones de euros y un beneficio neto de 915 millones.

Después, en los años 2000, vendrían la sociedad Xfera, que logró la cuarta licencia de telefonía móvil, la adquisición de Continental Auto, Ansa y el control de Dragados, en 2002, y de Hochtief y sus filiales, en 2007, y otras operaciones (Cobra, Abertis, Iridium, etc.) que configuraron su brutal expansión internacional hasta llegar a lo que es hoy, en 2022, el grupo ACS: uno de los gigantes de la construcción en el mundo.

Lejos de pensar en retirarse, Florentino sigue al pie del cañón y, aunque dejó en 2016 su cargo de CEO en ACS, sigue siendo presidente del grupo. Según el ránking de la revista Forbes, en 2021 estaba en el noveno puesto entre las personas más ricas de España, con un patrimonio de 2100 millones de dólares. En el ránking mundial, plagado de magnates americanos y chinos, ocupa el puesto 1570.

El fútbol, su gran pasión

De sus 75 años, Florentino lleva 20 presidiendo el Real Madrid, desde 2000, cuando rescató al club de una gravísima situación económica. Durante esa etapa, hasta 2006, fichó a los mejores futbolistas del momento –Figo, Zidane, Ronaldo, Beckham, Owen...–, que unió a los cracks que ya figuraban en plantilla para devolver al Madrid a la cima del fútbol mundial.

Luego sobrevino una grave crisis deportiva y decidió dejar la entidad, a la que regresó en 2009, de nuevo al rescate. En esta segunda etapa, Florentino prestigió la imagen del club y fichó a Cristiano Ronaldo, Kaká, Benzema y Bale. Desde entonces ha conquistado medio centenar de trofeos y ha superado, en 2021, los 1000 partidos como presidente del Real Madrid C.F.

Y si la entidad es tildada como el mejor equipo de la historia, ¿qué decir de sus éxitos económicos, que han convertido al club en el más rentable y el de mayores ingresos a nivel mundial? Pues que pasó de la ruina económica, de ser uno de los clubes con mayor deuda del panorama nacional, a disparar sus ingresos gracias al liderazgo de Florentino y a sus gestiones para modernizarla, como la recalificación de la ciudad deportiva, el márketing de la marca o el fichaje de grandes jugadores. Iniciativas suyas son la ciudad deportiva de Valdebebas y la construcción del nuevo estadio Santiago Bernabéu, que será a finales de este año el más moderno del planeta. Su mandato como máximo dirigente del conjunto blanco concluye en 2025.


Persiguiendo una entrevista

Conocí a Florentino Pérez en 1975. Él era, con 28 años, director general de la Asociación Española de la Carretera (AEC), y yo un pipiolo que entré a trabajar como “botones” –los mensajeros estaban aún por inventar– en la revista Carreteras, que editaba la asociación y dirigía José Luis Gutiérrez, “el Guti”, con José Antonio Artero como redactor jefe. Al año siguiente, Florentino se marchó al Ayuntamiento de Madrid, fichado por el alcalde Juan de Arespacochaga para dirigir la concejalía de medio ambiente, cosa que hizo con brillantez y adelantándose décadas a la actual fiebre imperante de la ecología porque nada más llegar se inventó la “Patrulla Verde”, parejas de motoristas que multaban a todo aquel que fumigara la atmósfera con sus malos humos. Entonces no existía la ITV, del que esta iniciativa de Florentino es un claro precedente ambulante. Luego siguió su ascenso político y sus saltos de un ministerio a otro hasta meterse en la alta política para acabar en la privada creando su propio imperio empresarial a mediados de los 90.

En 1997, veinte años después de su marcha de la AEC, yo comenzaba la aventura de editar una nueva publicación en el sector de la maquinaria de construcción y quería ofrecer a los lectores en el primer número una entrevista en exclusiva con el número uno. Para mí, indiscutiblemente, era Florentino Pérez. Y persiguiendo esa meta me puse en marcha. Tuve claro que después de tantos años ni se acordaría del chaval de los recados de la AEC; al fin y al cabo él era el jefe en la cúspide y yo el último eslabón de la cadena trófica. Por tanto, inicié mis pesquisas para solicitar la entrevista sin apelar a aquella raíz común.

Lo hice amparado en la fe que siempre he tenido en la máxima de que el que la sigue la consigue, lo que entre cazadores de codornices en los llanos de Albacete, que es mi tierra, viene a ser que el que la sigue la mata y el que no, la desbarata.

Florentino: memoria de proboscídeo

En esa época, Florentino no concedía entrevistas (me lo confesó él mismo), ni a periódicos, semanarios, radios o televisiones. Si acaso, alguna declaración puntual a medios deportivos o cuando le apretaban las tuercas desde el quinto poder, que siempre supo manejar con habilidad y sin que le tocaran mucho los pelendengues. Menos aún se iba a interesar por una nueva publicación técnica...

Pero, para mi sorpresa, hete aquí que yo no contaba con dos elementos aleatorios que se confabularon decisivamente en mi favor: la memoria de proboscídeo de Florentino, por un lado, y, por otro, la musa antojadiza que es la suerte, que siempre he llevado cosida al bullarengue.

El caso es que un día recibí la sorpresa: la secretaria de Florentino me convocaba para el viernes siguiente a la entrevista.

El privilegio no fue fruto de la casualidad ni tampoco de mi pertinaz actitud de sabueso que no soltó la canilla de su presa, amparado en el viejo adagio de que el noventa por ciento del éxito se basa en insistir. En ello, algo debió pesar su afinidad hacia el mundo editorial, en el que destacó por sus notables pinitos –la creación de La Guía del Ocio fue una de sus obras señeras–, y mucho más su memoria, pues Florentino, a pesar del tiempo, se acordaba de mí perfectamente. Pero por encima de todo fue determinante su generosidad al apiadarse de este modesto plumilla en apuros. Nunca lo olvidaré.