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Actualidad

04 Noviembre 2021

Juan Bautista Ubarretxena, la laboriosa forja de un distribuidor

Juan Bautista UbarrechenaIndómita vocación de empresario.

Juan Bautista Ubarretxena Aristizábal es un filósofo, y lo sabe. Esa persona virtuosa cuya vida ejemplar, ajena a las distracciones o las diversiones, está dedicada a la reflexión y al trabajo. Es también un poeta, aunque no lo sepa. Es un poeta a su manera, pues expresa emociones y sentimientos, pero no compone obras poéticas de forma literaria sino que lo hace de viva voz, como un rapsoda. Cuando uno tiene la suerte de compartir amistad con un filósofo que es a la vez poeta, no le queda otro camino que rendirse a su proverbial hechizo. A Ubarretxena le conocí hace ya muchos años y tuve claro al instante que bajo su apariencia de genio de la lámpara, de menesteroso monje del Himalaya, de perito con mesiánica vocación política de redentor de pueblos, se escondía una mente cartesiana, lúcida, analítica, creativa, ingeniosa y trufada de proyectos y delirios empresariales.

Es un hombre al que venero porque es informado y sabio como un druida medieval y va por el mundo animando al prójimo con la flauta travesera de su enérgico carácter y su zurrón cargado de humildad, sapiencia y pócimas filosóficas con las que dulcificar la dura existencia humana. Juan Bautista nació el día de la Virgen de la Merced de hace 78 años, a impulsos de una tormenta atronadora que hizo retumbar las paredes del caserío Tximela del barrio de Ergobia, en Astigarraga (San Sebastián), epicentro de la tradición sidrera vasca, a los pies del monte Santiagomendi. Debe ser por eso que no le tiene miedo a nada.

Formado como ingeniero técnico industrial, se hizo experto en energía nuclear y comenzó su carrera en la firma Biurrarena. Tras veinte años en la compañía, tomó impulso y fundó con su inseparable hermano Manuel, en 1986, su primera empresa, bautizada con el nombre del caserío familiar donde ambos se criaron: Tximela, dedicada al alquiler de maquinaria. Poco después fundaría Ubaristi, dedicada a la venta de equipos nuevos para obras públicas, construcción e industria.

Tximela y Ubaristi han cumplido en 2021 su 35º aniversario, y aunque sus fundadores están retirados oficialmente desde hace diez años, era de justicia recordar en tan señalada fecha su fulgurante trayectoria empresarial y su eminente aportación personal al sector, del que no se han desvinculado nunca porque siguen de cerca la actividad del grupo desde su altura magisterial de consejeros áulicos. Juan Bautista y Manuel llevaron a cabo hace tiempo el relevo de la compañía dando paso a la segunda generación, y hoy el grupo está compuesto por siete empresas capitaneadas por sus respectivos hijos: Gánix Noel Ubarretxena Pereira e Íñigo Ubarretxena Ansa.

La aventura de los Ubarretxena comenzó a mediados de los 80, cuando los dos hermanos se echaron a la carretera para recorrerse Europa en busca de máquinas que pudiesen tener cabida en un sector en expansión en España como era el de la construcción. En Francia descubrieron la miniexcavadora, una máquina versátil y potente que apenas tenía presencia en nuestro país, por lo que decidieron hacerse con una pequeña flota para alquilar a clientes de la zona norte. La acogida en el mercado fue excepcional. Descubrieron Kubota, marca japonesa que ya entonces era líder mundial en equipos compactos. Tximela se convirtió en distribuidor de Kubota para España y Andorra, y con el tiempo se ocupó Ubaristi de su importación.

Durante la rumbosa trayectoria de estos siete lustros y a base de trabajo, tesón, buen hacer y no pocos sacrificios, Juan Bautista consiguió cementar un grupo empresarial puntero al que situó en las primeras posiciones del sector, gozando del aprecio personal de todo el mundo en este mercado de la maquinaria. Por eso digo que Juan Bautista Ubarretxena Aristizábal, un vasco de talla moái, como su carga genética evidencia, es un filósofo. Un filósofo aficionado al deporte, a la huerta, a la pesca y al equipo de fútbol de la Real Sociedad. En su blanca molondra, hipertrofiada hasta la última dendrita de lecturas, conocimientos e imaginación, caló un día el impulso empresarial y, fruto de la intuición, de la lucidez, de la valentía y del trabajo exhaustivo en un sector que llegó a dominar a la perfección, creó un imperio que hoy cumple sus 35 años. ¡Enhorabuena!

Primitivo Fajardo