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Actualidad

09 Febrero 2021

La maquinaria se movilizó ante la borrasca "Filomena"

Maquinaria en la nieve La Gran Nevada. La maquinaria se movilizó para mitigar los duros efectos de la borrasca «Filomena» en el centro peninsular.

La primera gran nevada del siglo XXI caída en buena parte de España a comienzos de enero de este 2021, provocada por la borrasca «Filomena», a nuestro pesar seguida de una ola de frío que congeló la nieve y el ánimo, ha poblado la geografía urbana y las zonas rurales del interior peninsular de la más variopinta maquinaria para desarrollar los arduos trabajos de retirar el hielo de carreteras, calles y núcleos poblacionales, especialmente en la Comunidad de Madrid y su capital, cuyas infraestructuras aeroportuarias y viales se vieron sorprendidas y superadas por una pertinaz nevada que duró 30 horas y dejó las carreteras, calles, parques y tejados de inmuebles con tres palmos de nieve –medio metro en cristiano moderno–, colapsando la vida ciudadana por completo, derribando miles de árboles y dejando a muchos usuarios del transporte aislados en sus coches en mitad de la tormenta y, posteriormente, recluidos en sus domicilios. Como en tantas ocasiones, las empresas de maquinaria de nuestro sector salieron al rescate movilizando gran cantidad de equipos para mitigar los efectos dañinos de la tormenta.

Fue un espectáculo inenarrable, impresionante y hermoso, si se quiere definir así; también caótico, por supuesto. Nunca antes visto por estos lares en nuestra luenga existencia, al menos en unas cuantas décadas (algunos nunca habíamos sido testigos de tamaña nevada, aunque recordamos que alguna hubo de respetable calibre en nuestra infancia). Tan solo en 1904 se registró un temporal de magnitud y consecuencias similares al actual y Madrid estuvo aislada y colapsada durante días.

Contemplar una gran ciudad como la capital de España paralizada por completo con medio metro de nieve sobre sus monumentos y tejados, montaña que se formó en pocas horas, con una ventisca de órdago añadida que impedía incluso caminar sobre el lecho espumoso recién llovido del cielo, fue una experiencia sorprendente y única, sin entrar a valorar sus nefastas consecuencias.

Cuando pasó la tormenta del fin de semana del 8 de enero, el paisaje quedó tintado de un blanco impoluto y –lo más sorprendente– de un silencio atronador –valga el oxímoron– que, como el mismo manto níveo, todo lo envolvía con su gélido y opresor aliento. Un panorama ideal para la producción lírica de las mentes poéticas y para deleite de los esquiadores de fondo, los patinadores involuntarios –no se escatimó en escayola– y los émulos de Miguel Ángel que en un santiamén levantaron muñecos, meninas y otras figuras de nieve prensada.

Los desastres de la tormenta
El colapso nos devolvió por unas horas a los “buenos” tiempos del origen covidiano, cuando la amenaza mortal del virus obligó a declarar el estado de alarma a mediados de marzo del año pasado y la capital –al igual que todas las poblaciones del país– se convirtió en una ciudad desierta, abandonada, fantasma. En esta ocasión, sin los terrores añadidos de la anterior, la fisonomía urbana cobró nueva vida vestida de novia, más aún de noche con el ambiente espectral que producen las luces amarillentas de las farolas reverberando sobre la nieve, poblada masivamente por curiosos que caminaban como zombis en equilibrio inestable sobre el suelo, de sherpas especialistas en la ascensión al Himalaya y guías expertos en travesías antárticas –por el equipamiento profesional que lucía el personal lo decimos–.

Idílico hubiera sido este paisaje de no mediar los graves inconvenientes derivados para la movilidad de la población y los trastornos ocasionados a los negocios, además en plena campaña de rebajas. Un horror más que añadir a la grave situación que atraviesa el comercio. Por no hablar de los desastres en el mobiliario urbano, en los vehículos privados y en parques y jardines. La cantidad de árboles caídos o partidos por el peso de la nieve era impresionante, muchos quedando atravesados sobre los coches y cortando el paso en calles importantes.

Máquinas a gogó
En medio del caos siempre refulge la esperanza y hemos podido ver en plena faena a multitud de equipos de muchas marcas importantes de nuestro mercado equipados para este menester de “liberar" nuestras vidas del abrazo de oso polar de tan gélida y atípica sustancia. Al rescate salieron cargadoras, minicargadoras, miniexcavadoras, retrocargadoras, manipuladoras telescópicas y hasta excavadoras de ruedas y cadenas.

Pero el esfuerzo no ha sido solo de las máquinas propiamente. También hay que reconocer el trabajo de los fabricantes y distribuidores que con sus máquinas se han volcado en arrimar el hombro dispuestos a colaborar en restituir la normalidad a las calzadas y aceras alteradas por el temporal. En tan difícil situación –a veces en condiciones extremas– han suministrado y puesto a disposición de ayuntamientos e instituciones –generalmente de manera altruista– todo un ejército de acero que ha demostrado su polivalencia, capacidad de trabajo y el alto nivel de sus prestaciones para desarrollar una labor difícil y en muchas ocasiones en circunstancias muy adversas por las condiciones meteorológicas, como es retirar la nieve acumulada y las posteriores labores de limpieza. Sería interminable mencionar las marcas de los equipos que han participado en esta operación durante al menos dos semanas, pero en agradecimiento por su trabajo hemos seleccionado algunas fotografías a modo de testimonio de su actividad. P.F.


LA «PALA», PROTAGONISTA
Tras la borrasca «Filomena», una «máquina » tuvo un protagonismo especial en la gran nevada, incluso sobre todas las demás –dejando al margen su ínfima capacidad productiva, comparada con cualquier equipo actual de construcción–. Ha sido la «pala», a secas. La pala de tierra de toda la vida, la del jardinero, la de los siete enanitos, la del enterrador... La pala de uso manual ha saltado sus predios habituales para hacerse dueña y señora de todos los tajos nevados en los que su intervención era fundamental para abrir el paso en aceras y calzadas a fuerza de músculo. Hemos visto tantas que produce trémula inquietud y da mucho que pensar para qué albergan una pala en su desván tantos hogares españoles... Aparte de las que se han vendido para la ocasión, pues ante la avalancha de su demanda las ferreterías han hecho el agosto en enero y agotado las existencias. O casi