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Actualidad

02 Junio 2023

El «Caterpillar Club», para héroes de altura.

El carné estándar que otorgaba el Caterpillar Club a sus distinguidos sociosUn selecto club de supervivientes de la aviación gracias al paracaídas.

En el sector de la maquinaria conocemos de toda la vida la marca Caterpillar asociada al potente fabricante estadounidense, bautizado así hace más de un siglo cuando Benjamin Holt le puso el nombre de «oruga» a su invento de un tractor con cadenas. Buceando en la historia de las compañías hemos encontrado por casualidad que existe una peculiar asociación histórica que lleva el mismo nombre que el gigante norteamericano pero nada tiene que ver con el fabricante de equipos número uno del mundo, aunque sea común la época en la que ambos surgieron en sus respectivos mercados y compartan el sustantivo inglés del lepidóptero que tanto beneficio ha traído a la humanidad: la seda. El «Caterpillar Club» nació también en Estados Unidos precisamente para honrar a los pilotos y la tripulación superviviente de accidentes aéreos gracias al uso de los paracaídas, que en los años veinte del siglo pasado se fabricaban en seda pura.

Primitivo Fajardo

EL origen de la marca Caterpillar se remonta en California a finales del siglo XIX y a dos empresas, la Stockton Whell Co., fabricante de carruajes y ruedas, presidida por Benjamin Holt, y la Daniel Best Manufacturing, especialista en aventadoras agrícolas. Ambas tendrían un importante desarrollo con las máquinas de vapor en la frontera del siglo XX y más aún con los motores a gasolina. En 1904, Ben Holt desarrolló un tractor sobre un tren de rodaje al que llamó Caterpillar por su parecido con las orugas. Best, por su parte, vendería su empresa a Holt en 1908, mientras que el hijo de Best fundaba otra compañía que años más tarde, en 1925, se fusionaría con la de Holt, creándose la Caterpillar Tractor Co., sita en Peoria (Illinois).

Por su parte, el Club Caterpillar, que hace referencia en el nombre a los hilos de seda con que se fabricaban los paracaídas originales, fue fundado en Canadá, en 1922, por Leslie Leroy Irvin, que tres años antes había fundado la marca fabricante de paracaídas Irvin Air Chute. A Irvin se le atribuye la invención del primer paracaídas de caída libre en 1919, aunque paracaídas más rudimentarios ya habían salvado la vida de los observadores de globos alemanes y pilotos austrohúngaros de aviones militares derribados en la Primera Guerra Mundial. El nombre Caterpillar Club reconocía así la deuda contraída con el gusano de seda, pues en los primeros años los paracaídas fueron fabricados en seda pura.

Todo surgió el 19 de abril de 1919 cuando Leslie Irvin, con 24 años, realizó el primer descenso libre en paracaídas del mundo usando una apertura manual en lugar de una línea de sujeción unida a la aeronave para abrir el paracaídas. Había confeccionado el artilugio él mismo en una máquina de coser prestada. Trabajando con el equipo de investigación del Servicio Aéreo del Ejército de EE.UU., Irvin hizo el salto histórico desde un avión sobre el campo de McCook Field, cerca de Dayton (Ohio). En el salto, Irvin se rompió un tobillo pero los expertos en seguridad de vuelo quedaron tan impresionados que la Fuerza Aérea Americana y la Real Fuerza Aérea Británica adoptaron rápidamente el paracaídas como equipo estándar en sus aviones. Irvin abrió su propio negocio de paracaídas, Irvin Air Chute Co., dos meses después, en junio de 1919, en Buffalo (Nueva York), y poco después también en Inglaterra.

Lo que se conoció como el paracaídas de Irvin había establecido un estándar de innovación, fiabilidad y calidad y ganó una rápida aceptación, estando a principios de la década de 1930 en servicio en unas 40 fuerzas aéreas de todo el mundo. Con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Irvin se convirtió en un importante fabricante de paracaídas que durante la contienda salvaron más de 10000 vidas.

El «Caterpillar Club»

Aunque los archivos de la empresa de Irvin acreditaron a William O'Connor como la primera persona en ser salvada por un paracaídas, el 24 de agosto de 1920 en McCook Field, esta hazaña no fue reconocida y la fundación del famoso Caterpillar Club ocurrió a raíz de otro incidente protagonizado por el teniente Harold R. Harris, jefe de la estación de vuelo de McCook Field, que saltó en paracaídas de un caza monoplano Loening PW-2A el 20 de octubre de 1922. Dos reporteros del Dayton Herald que recogieron la noticia se dieron cuenta del desarrollo que tendría en adelante la industria del paracaídas porque sin duda habría más saltos en el futuro y propusieron la creación de un club en honor a aquellos cuyas vidas se habían salvado gracias al paracaídas. Irvin Air Chute Co. creó el club y Harris se convirtió en su primer miembro.

A partir de ese momento, cualquier persona que saltara desde un avión averiado con un paracaídas se convertiría en parte del Caterpillar Club. Por tanto, podemos decir que el club se fundó como asociación sin ánimo de lucro cuyos socios sólo podían serlo por una razón: haber utilizado con éxito un paracaídas para saltar de un avión por fuerza mayor. Es decir, sólo servían como candidatos las personas que se hubieran librado de una muerte segura gracias a un paracaídas después de saltar de un avión averiado o en llamas. Y no valía ser paracaidista deportivo y saltar a propósito buscando la aventura o efectuar saltos de entrenamiento militar. Tampoco la nacionalidad de la persona cuya vida fue salvada por el paracaídas y la propiedad de la aeronave eran factores para determinar la calificación para ser miembro. El requisito de que la aeronave estuviera siniestrada excluía a los intrusos.

HUBO ESPAÑOLES QUE ENTRARON EN EL SELECTO CLUB, COMO ALEJANDRO GÓMEZ SPENCER O JULIO ALEGRÍA CAAMAÑO.

«La vida depende de un hilo»

No era tan fácil el ingreso en tan selecto club, cuyo lema rezaba: “La vida depende de un hilo de seda”. Para ser socio de hecho había que pasar algunas pruebas. El club autentificaría el siniestro en base a la documentación del incidente que aportara el aspirante o su representante y tras realizar su propia investigación, una vez superada la prueba, los solicitantes recibían un certificado de pertenencia y un pin de oro para la solapa con forma de gusano de seda, el distintivo del club.

El número de miembros aumentó rápidamente, como habían previsto los periodistas del Dayton Herald, y al final de la Segunda Guerra Mundial los pines de Irvin entregados eran más de 34000. Se estima que el total de miembros, es decir de personas salvadas por los paracaídas sobrepasa hoy los 100000.

La paradoja para Leslie Irvin es que siendo el secretario honorífico del club hasta su muerte en 1966, y a pesar de que realizó más de 300 saltos en paracaídas, nunca se vio obligado a hacerlo por la fuerza y por tanto nunca pudo ser miembro de su propio club.

Miembros famosos del club Caterpillar fueron el general James Doolittle, un piloto estadounidense que realizó dos saltos de emergencia con paracaídas Irvin y tras sobrevivir a su segundo salto en 1931, envió un conocido telegrama a Leslie Irvin que decía: “El avión falló: el paracaídas funcionó”. Otros conocidos fueron Charles Lindbergh, piloto de acrobacias y de correo aéreo, que ostenta el récord de haber cruzado por primera vez en solitario el Atlántico Norte con el Espíritu de San Luis; el pionero de la aviación Augustus Post; Larry ‘Scrappy’ Blumer, un piloto de American Ace; el ex astronauta John Glenn y el ex presidente de los Estados Unidos George HW Bush, que saltó de su avión durante la Segunda Guerra Mundial. La primera mujer en convertirse en miembro fue Irene McFarland, en 1925.

Españoles en el club

El primer español en pertenecer al Club Caterpillar fue Alejandro Gómez Spencer, piloto de la aviación militar que después sería piloto de pruebas de Construcciones Aeronáuticas (Casa) y el primero en tripular en 1923 el autogiro de Juan de la Cierva. En varias ocasiones Spencer tuvo que saltar en paracaídas para librarse de una muerte segura, según acredita el historiador aeronáutico Carlos Lázaro Ávila en su libro Relatos aeronáuticos. En 1930, probando en Getafe un modelo de la avioneta Casa III de acrobacia, uno de los espectáculos más solicitados de la época, que se iba a presentar en Berlín, al avión se le desprendió un plano a 400 metros de altura y el Casa III entró en barrena. En uno de los giros del aparato, el piloto salió despedido de la carlinga y pudo accionar a tiempo el paracaídas, cayendo cerca del Cerro de los Ángeles.

Hubo otros españoles que entraron en el selecto club, como Julio Alegría Caamaño. El 5 de enero de 1938, en plena guerra civil, se publicaba en el BOE del bando nacional que Julio Alegría había superado el curso de pilotos de avión de guerra. En el del 20 de febrero de 1939 se publicaba que el alférez provisional de aviación Julio Alegría, herido menos grave el 18 de junio de 1938, debía percibir una pensión y una indemnización por heridas de guerra. Al parecer, su avión fue alcanzado por artillería republicana y tuvo que lanzarse en paracaídas. Tras la guerra participó en varias empresas ligadas al mundo de la aviación, como Aviaco, TAE (Trabajos Aéreos y Enlaces), Alpa (Alegría Publicidad Aérea) y Tavasa (Transportes Aéreos Vascongados).

SÓLO SERVÍAN COMO CANDIDATOS LAS PERSONAS QUE SE HUBIERAN LIBRADO DE UNA MUERTE SEGURA GRACIAS A UN PARACAÍDAS DESPUÉS DE SALTAR DE UN AVIÓN AVERIADO O EN LLAMAS.

Un ejemplo a seguir

El ejemplo cundió en la época y además de Irvin Air Chute Co., otros fabricantes de paracaídas también emitieron prendedores que representaban orugas para gratificar saltos exitosos. GC Parachutes formó su Gold Club en 1940. La Switlik Parachute Co., de Trenton (Nueva Jersey), emitió pasadores de oruga tanto de oro como de plata. Pioneer Parachute Co., en Skokie (Illinois), también entregó placas a las personas que plegaron los paracaídas que salvaron vidas.

Hoy, la firma sucesora de la compañía original de Irvin, Airborne Systems, es uno de los fabricantes de paracaídas más grandes del mundo y suministra material a clientes de un centenar de países; también proporciona soluciones de freno, pérdida de giro y toboganes de desaceleración, productos inflables y de recuperación de vehículos para el espacio.

En 2019 cumplió el centenario como empresa recordando todos los grandes logros de su fundador, Leslie Irvin. Airbone sigue premiando con un pin de oro con la silueta de una oruga a los hombres y mujeres que se ven obligados a efectuar un salto de las características señaladas. “El pin simboliza la seda con la que se fabricaban los primeros paracaídas y nos sentimos muy honrados de continuar con el Caterpillar Club en su nombre”, dijo su presidente actual, Chris Blackburn.

Podemos decir que Caterpillar es un club de auténticos supervivientes.


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