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Actualidad

24 Marzo 2020

Se cumplen 15 años del incendio que destruyó la torre Windsor

Imágenes Torre Windsor La caída del Gigante.

Primitivo Fajardo

Se ha cumplido este mes 15 años desde que el 12 de febrero de 2005, sin saber ni cómo ni porqué, el edificio Windsor se transformó en el coloso en llamas, a imagen y semejanza de la película de John Guillermin interpretada por Steve McQueen y Paul Newman, estrenada el mismo año 1974 en que se comenzó a levantar en Madrid la torre Windsor. Al parecer una colilla mal apagada fue la causa del siniestro del inmueble madrileño, precisamente cuando se terminaban las obras para adecuar el rascacielos a la normativa vigente de seguridad. Se había instalado la escalera exterior de incendios y, paradójicamente, el sistema antiincendios. La grúa torre de la azotea, a punto estaba de ser desmontada con el final de las obras cuando se originó el incendio y, aguantando altísimas temperaturas, se mantuvo enhiesta durante el mismo y aún después, hasta que fue desmontada para poder demoler el edificio. Esta es la historia ilustrada de aquel suceso.

A las once de la noche comenzó el incendio y en cuatro minutos acudieron los bomberos. Pese a ello, una hora después las cuatro plantas superiores a la 21 se consumieron y el fuego siguió avanzando porque no había grúas con suficiente altura para llegar tan arriba. Dos horas más tarde de iniciado, parte del inmueble colapsó derrumbándose sobre las plantas inferiores, lo que ofreció más material para alimentar el fuego. De nada sirvió para detener el avance de las llamas la planta técnica, un bloque de hormigón situado en el piso 17 que separaba en dos la estructura.

El fuego fue bajando y consumiendo planta a planta todo el edificio a pesar de los esfuerzos de los bomberos, que a las siete de la tarde del domingo 13 de febrero, es decir, veinte horas después de su inicio, dieron por extinguido el incendio. Según los expertos, la rápida propagación de las llamas se debió a la cantidad de muebles y material de oficina que había en todas los pisos, aparte de la ausencia de un sistema automático de extinción de incendios, que acababa de ser instalado durante la reforma.

Vencido tan impresionante desafío, las autoridades y técnicos del Ayuntamiento de Madrid decidieron acometer cuanto antes la demolición del edificio, fijando como el primero de los trabajos a realizar el desmontaje de la grúa torre que, si bien había resistido en pie la acometida, estaba ejerciendo pesados esfuerzos sobre la estructura del frágil edificio.

Una vez desmontada la grúa, el esqueleto de hormigón del edificio Windsor hubo que demolerlo con métodos originales e inéditos entonces, hace tres lustros. Por encargo de Construcciones Ortiz, ya que el riesgo de derrumbe era importante, fueron los responsables de los trabajos de deconstrucción del rascacielos los robots por control remoto de la marca Brokk, distribuida por Anzeve, su importador exclusivo. Tras las complejas labores de deconstrucción, estas máquinas desmenuzaron el monstruo obteniendo 400 toneladas de elementos metálicos y 11000 toneladas de escombros, que posteriormente fueron tratados en diversas plantas especiales con la idea de que buena parte de esos residuos pudieran ser reciclados y aprovechados en trabajos de obras públicas.

UNA VEZ DESMONTADA LA GRÚA DE LA AZOTEA, EL ESQUELETO DE HORMIGÓN DEL EDIFICIO HUBO QUE DEMOLERLO CON MÉTODOS ORIGINALES E INÉDITOS ENTONCES, HACE TRES LUSTROS

El desescombro fue frenético y contra reloj y en estos delicados trabajos participó de sol a sol medio centenar de operarios y técnicos. El buen ritmo de las obras y la ausencia total de incidentes demostró que el sistema de demolición elegido fue el más adecuado. Además de los robots, se utilizaron cuatro grúas móviles que trabajaban en dos equipos coordinados entre sí: uno sujetaba la parte del edificio que se quería eliminar, y el otro, una excavadora hidráulica Liebherr dotada de cizalla que lo cortaba para retirarlo. El límite que soportaban las plumas era de 62 toneladas.

Aunque aún no se había despejado la mayor parte de las incógnitas sobre el origen del suceso, que pudo ser trágico y permaneció en manos del juzgado un año, la silueta del esqueleto del edificio que ocupaba 31 plantas comenzó a recortarse. La idea inicial era que la demolición se prolongara durante 11 o 12 meses y que terminara a finales de año o principios del siguiente porque el Ayuntamiento, cuyo alcalde era Alberto Ruiz-Gallardón, había cuidado al milímetro las condiciones de seguridad en las que se desarrollarían las obras porque el riesgo de derrumbe era importante, sobre todo en las plantas superiores, dadas las penosas condiciones en las que se encontraba la estructura de la torre tras abrasarse en el incendio. De ahí que se trabajara todo el esqueleto de fuera hacia dentro con las máquinas de demolición Brokk armadas de cizallas. Sin embargo, como los trabajos de demolición avanzaron a un ritmo excelente, a mediados de julio las dos terceras partes del edificio ya no existían. Y siete meses después del incendio, tres antes de lo previsto, los ciudadanos madrileños vieron cómo las labores de desescombro acabaron con la pesadilla del Windsor.

Este ritmo vertiginoso y carente de incidentes provocó el interés de colegios profesionales y el mundo universitario de varios países, como el Reino Unido y Japón, que desearon conocer al dedillo la técnica utilizada para importarla.

La grúa torre que resistió el fuego

La grúa torre que sobrevivió encaramada en lo alto del edificio Windsor tras el incendio era una grúa torre Potain, modelo MC-85B, que había sido instalada en el verano de 2003 sobre la cubierta del edificio para coadyuvar a las obras de remodelación del mismo, acometidas por la empresa FCC Construcción, S.A. Antes de proceder a la demolición de la torre tras la extinción del fuego, los operarios de Ibergrúas, distribuidor de la marca Potain en España, desmontaron la grúa superviviente diseñando un protocolo donde se priorizaba el minimizar cualquier tipo de riesgo. Para ello se dispuso de tres grúas móviles de alto tonelaje (dos de 500 t hidráulicas y una de 300 t de celosía), al tiempo de confiar la ejecución material de los trabajos a tres de sus técnicos montadores de mayor cualificación y experiencia.

La grúa fue desmontada en día y medio sin utilizar procedimiento destructivo alguno, siguiendo el sistema tradicional de eslingado en los lugares previamente elegidos para el desmontaje, con el fin de evitar esfuerzos que pudieran dañar la estructura del edificio, de modo que, mientras la primera de las grúas móviles soportaba la flecha, la segunda era utilizada para elevar y retirar los contrapesos aéreos de la contra flecha, soportando la tercera de las grúas móviles empleadas una jaula debidamente homologada desde donde actuaban los técnicos de Ibergrúas con enorme pericia para proceder a las operaciones de eslingado y desarme de la grúa.

La instalación de la grúa en la azotea

La grúa torre sobre la azotea se había instalado un año y medio antes para acometer los trabajos de reforma del edificio. Se hizo anclando el chasis de la grúa sobre dos grandes vigas apoyadas en el muro de hormigón armado que vertebraba desde su cimentación la estructura del edificio. El chasis fue contrapesado con lastre de hormigón de 35 toneladas y sobre el mismo se montó un primer tramo de torre de 10,5 metros de altura, un segundo de 3 metros, el pivote, la corona, la cabina, la contra flecha, con lastre aéreo de 10,85 t, y la flecha de 40 m, todo ello con el auxilio de una grúa móvil hidráulica de 500 toneladas.

Imágenes Torre Windsor

La grúa torre quedó así instalada a 120 metros de altura, con capacidad suficiente para albergar el cable preciso para atender dicha exigencia. El modelo de grúa soporta una carga máxima de 5 t en doble reenvío y 1,9 t en punta. Como ya se ha dicho, en el momento de producirse el incendio se estaba a punto de desmontar la grúa, a la espera tan solo de la finalización de algunos trabajos de remate de las obras de reforma.

EL EDIFICIO QUEDÓ IRRECONOCIBLE, CONVERTIDO EN UNA MASA DEFORME DE HIERROS DERRETIDOS Y RETORCIDOS Y TONELADAS DE ESCOMBROS DISEMINADOS POR LAS PLANTAS, QUE HUBO QUE SACAR DURANTE SU DECONSTRUCCIÓN.

La magnitud que tomó el incendio a las escasas horas de iniciarse, con numerosas plantas devoradas por las llamas, hizo temer desde un principio (en razón de las altas temperaturas alcanzadas de casi 1000 grados) un posible derrumbe del edificio, y aún antes, como amenaza más inmediata, el desplome o caída de la grúa torre que lo coronaba y cuya estructura de hierro estaba directamente soportando el efecto y las consecuencias de las llamas. Era previsible que tal desplome ocurriría en caso de ceder, por efecto del fuego, alguno de los soportes que sustentaban la grúa, o como consecuencia de fundirse o deformarse gravemente su flecha y contra flecha. En tal caso, quedaría alterado el equilibrio de fuerzas produciéndose un momento en sentido contrario que haría girar la grúa sobre su corona y base, con proyección de la flecha, contra flecha y contrapesos hacia el exterior, originándose la caída de una masa de longitud superior a 50 metros y con un peso de 20 toneladas desde 120 metros de altura.

No es difícil imaginar la dimensión y gravedad de los daños de todo tipo que se hubiera ocasionado con tal desplome, que afortunadamente no sucedió, ni siquiera cuando, a las pocas horas de iniciarse el fuego, gran parte de la estructura metálica de las plantas superiores se desplomó, dejando el resto de la estructura en situación muy inestable.

Finalmente, extinguido con éxito el incendio, el entonces octavo edificio más alto de Madrid quedó seriamente dañado y semiderruido, pero pese a ello la grúa torre Potain permaneció erguida e intacta en lo más alto del mismo habiendo soportado el pertinaz acoso del fuego.


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