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Mi buen amigo Ricardo Cortés Sánchez, que ya abandonó la brega laboral hace casi un lustro, en 2020, después de superar el medio siglo dándole al callo sin control ni miramientos, ha decidido ahora dejar de lado también las florituras de la fama, cuando lleva sobre poco más de siete décadas de trasiego en este huerto de Getsemaní.
Y lo ha hecho como los grandes diestros, a hombros de sus fans y por la puerta grande del coso de los «Premios Potencia», el no va más del reconocimiento en el sector de la construcción, las obras públicas y la minería, cuyo jurado le ha concedido el galardón especial a la trayectoria profesional en la última gala, celebrada el pasado jueves 21 de noviembre ante una cumplida congregación de 270 almas arracimadas en un lugar de puntillosas reminiscencias, la Real Fábrica de Tapices de Madrid, que factura de forma amanuense labores de altísima calidad y alberga alfombras y tapices excepcionales de los tres últimos siglos, incluyendo una colección de cartones pintados por Goya para esta impresionante factoría, fundada en el año 1721 por Felipe V.
La magnífica gala de los premios de este año estuvo sensacional y salió todo bordado, nunca mejor dicho considerando el escenario, porque ha sido organizada por un competente equipo de profesionales capitaneado por dos grandes amigos y periodistas de raza que además presentaron el acto y entregaron el premio a Ricardo Cortés: David Muñoz Blasco, director del área de construcción e infraestructuras del grupo multimedia Interempresas, y Lucas Varas Vilachán, director de las revistas «Potencia» y «Canteras y Explotaciones», a las que me une la nostalgia de haber militado en sus páginas en los maravillosos y extenuantes años noventa.
El cénit o broche de oro de la fiesta fue la merecida y sentida dedicatoria brindada a Ricardo Cortés en agradecimiento por el legado inmenso que nos deja con su ejemplo de humildad, trabajo, honradez y humanidad, cosa demostrada en lo primero que hizo el homenajeado en su extraordinario discurso de agradecimiento por el reconocimiento recibido, que fue acordarse de las víctimas de la dana de Valencia, Albacete y Andalucía, tanto de los fallecidos como de los supervivientes, y pedir un aplauso para ellos. Mientras circulaban por las paredes de la sala del tricentenario edificio las fotos más emotivas de su densa trayectoria vital, Ricardo Cortés afirmó que «es de justicia tener para ellos un gesto de solidaridad, de apoyo, de cariño y de acompañamiento. No recuerdo haber visto en mi vida unas imágenes tan aterradoras como las que nos han ofrecido los medios de difusión, tanto por lo sobrecogedoras en sí mismas como por la cercanía de los afectados. Seguro que nunca se me borrarán de la memoria».
Hizo referencia, a continuación, a sus 52 años de trabajo, al digno oficio de la construcción, a los cambios tecnológicos registrados en los últimos tiempos, a las crisis sufridas en estas décadas, al valor del uso imprescindible de la maquinaria en nuestras vidas –puso como ejemplos las empleadas en el Bernabéu y las tuneladoras–, a las valientes empresas del sector, tanto constructoras y subcontratistas como fabricantes y distribuidores de maquinaria, en algunas de las cuales puso Ricardo en su momento el huevo de diplodocus de su sabiduría –esto no lo dijo él, lo digo yo–, y al valor de trabajar con pasión. Lanzó un consejo a las nuevas generaciones: «Disfrutad del viaje, no os apresuréis en llegar rápido a la meta porque es en el camino donde se encuentran realmente las lecciones más valiosas. El éxito no se mide sólo en los logros materiales, sino en la satisfacción de saber que habéis hecho vuestro trabajo lo mejor que podíais, con honestidad y dedicación».
Y apostilló, esbozando su media sonrisa, que ningún logro es individual, siempre es el resultado de un esfuerzo compartido: «Como dice un proverbio africano –afirmó el premiado–, si vas solo, probablemente irás más rápido, pero si vas acompañado, seguro que llegas más lejos». Sus palabras de agradecimiento bendijeron hasta al apuntador, empezando por su mujer, Adela, y su familia, los compañeros de trabajo, los miembros del jurado, las asociaciones en las que ha participado, especialmente Seopán, los presentes por acompañarle en este momento mágico y los compañeros de «Potencia» por darle la oportunidad de formar parte del jurado de los premios y de dirigir el «Foro Potencia» estos años.
COMO LOS GRANDES DIESTROS, RICARDO CORTÉS SALIÓ A HOMBROS DE SUS FANS Y POR LA PUERTA GRANDE DEL COSO DE LOS «PREMIOS POTENCIA», EL NO VA MÁS EN EL SECTOR DE CONSTRUCCIÓN, OBRAS PÚBLICAS Y MINERÍA, CUYO JURADO LE HA CONCEDIDO EL GALARDÓN ESPECIAL A LA TRAYECTORIA PROFESIONAL EN LA ÚLTIMA GALA DE NOVIEMBRE.
Se despidió de la concurrencia ofreciéndose para lo que hiciera falta y afirmando que «tengo muchas ganas de explorar nuevas cuestiones y dedicarme a hobbies que he dejado de lado por falta de tiempo. Y a disfrutar de cada día sin las prisas habituales. Me encuentro en el comienzo de una nueva etapa de posibilidades. Que la vida nos siga sorprendiendo y llenado de satisfacciones».
Siempre lo he dicho, lo he escrito aquí y en todas partes y no me cansaré de repetirlo y recordarlo, Ricardo Cortés es un santo varón que va por la vida regalando milagros discretamente, sin hacer ruido, sin peana ni nimbos luminosos ni otros ornamentos propios del santoral verbenero. Es un santo inteligente, informado y que camina siempre sumido en hondas cavilaciones y escrutando el horizonte con sus ojos vivaces y una precisión de sextante. En ocasiones he llegado incluso a pensar que era un santo agraciado con la lotería del don de la ubicuidad, pues hubo un tiempo pretérito –y no tan lejano– en que te lo encontrabas en todas partes, en territorio patrio y allende los mares. Siempre arrimando el hombro y siempre sumando esfuerzos.
Mucho antes de la comezón pandémica no había sarao que se preciara de nobleza, corazón y trascendencia que no contara con el cálido reclamo de su honda sapiencia, su fortaleza mental, su ponderado discurso y su impetuosa capacidad de acción, envueltas siempre en el fino celofán del diálogo, la discreción y la tolerancia, por otra parte tan necesarios en estos tiempos desdeñosos y un tanto bárbaros donde proliferan los suripantas con su hueco y sonoro palabrerío.
Para mí ha sido siempre ejemplo y guía, y aupado está al púlpito de mis más acendradas adoraciones, pues le profeso una devoción de patriarca del Antiguo Testamento –le falta la barba luenga, blanca y liendrosa para dar la talla–. Ilimitado es también el reconocimiento y el aprecio del que goza en el sector de la construcción, donde siempre tuvo un prestigio de león. No es para menos, pues medio siglo de destacado ejercicio profesional merecen, aparte de fastuosas rendiciones oficiales como el premio «Potencia», el más sencillo galardón del cálido halago.
Si nos pusiéramos a repasar su admirable trayectoria laboral de medio siglo, veríamos pasar una cabalgata wagneriana de recuerdos imborrables. Empezando porque coció su sesera de ingeniero industrial en los hornos de la Escuela homónima de la Universidad Politécnica de Madrid; luego trabajó en un ramillete de empresas constructoras españolas de tamaño gigante, donde ejerció de directivo en departamentos técnicos relacionados con la gestión y adquisición de maquinaria, en España y en el exterior: Huarte, Hispano Alemana, Acrow, Auxini, CGS, Construcción y Gestión de Servicios, y, en la última etapa, en la patronal Seopán, la Asociación Española de Empresas Constructoras y Concesionarias de Infraestructuras, de la que fue director técnico desde marzo de 2004 hasta que se apeó de la burra por imperativos de la edad en febrero de 2020.
RICARDO CORTÉS ES UN SANTO VARÓN QUE VA POR LA VIDA REGALANDO MILAGROS DISCRETAMENTE, SIN HACER RUIDO, SIN PEANA NI NIMBOS LUMINOSOS NI OTROS ORNAMENTOS PROPIOS DEL SANTORAL CANTARÍN. ES UN SANTO INTELIGENTE, INFORMADO Y QUE CAMINA SIEMPRE SUMIDO EN HONDAS CAVILACIONES Y ESCRUTANDO EL HORIZONTE CON SUS OJOS VIVACES Y PRECISIÓN DE SEXTANTE.
Ha sido cofundador y secretario general de la Plataforma Tecnológica Española de la Construcción (Ptec), miembro de la Federación de la Industria Europea de la Construcción, en representación de la Confederación Nacional de la Construcción (CNC), miembro de la Comisión Permanente y de la Junta Directiva de UNE (Asociación Española de Normalización) y presidente y vocal de diversas comisiones consultivas y otros comités técnicos. Ha ejercido de representante de Seopán en Aenor, en el Consejo Asesor de Calidad de Empresas Constructoras, y vocal en seis comités técnicos de certificación. Ha ejercido de miembro y presidente del jurado de los «Premios Potencia de Maquinaria» y de los «Premios NAN de Arquitectura y Construcción»; miembro del jurado de los «Premios a la Innovación» de la feria parisina Intermat; vocal del Comité Organizador de la feria Smopyc de Zaragoza (Salón de Maquinaria de Construcción y Obras Públicas), presidente del jurado del concurso de «Innovación Técnica» de este certamen, el más importante en España, y presidente del jurado de los «Premios Torres Quevedo de Maquinaria y Nuevas Ideas».
Por si fuera poco, cuando vio llegada la hora oficial de licenciarse del currelo, lejos de pretender un poco de sosiego en los bancos de cualquier parterre municipal cumpliendo con la función clorofílica, o de dedicarse en el parque del barrio a ejercer de galápago practicando la doctrina zen, o de acodarse en las vallas de las obras para esparcir su bendición «urbi et orbi» sobre la clase alondra en los tajos urbanos en los que antaño sirvió con látigo firme... entonces, digo, va y se echa al monte con la escopeta cargada de nuevos quehaceres. Se reenganchó al sector amarrando el timón del recién creado «Foro Potencia », bajel del que ha desembarcado ahora, después de casi un lustro y tras haberlo dotado de singular categoría, marcado estilo y rumbo triunfal gracias a su temple medieval, su cálida voz de evangelista y la misma fluidez verbal mesurada y precisa que le llevó a convertirse, en tiempos ya remotos, en un dialoguista inteligente, sereno, comprensivo y eficiente.
El buen samaritano de Ricardo Cortés se retira del mundanal ruido y todos lo vamos a sentir. Le echaremos de menos porque, sobre todos sus relumbres personales y profesionales, sobresale precisamente el de ser un hombre bueno. Para mí ha sido siempre el arquetipo de nuestra raza más valiente.