Actualidad
Cada día me pregunto –ya es un mantra– en qué aciago momento de nuestra reciente historia consentimos que llegaran a ocupar puestos de responsabilidad en la gestión de lo público hombres sin escrúpulos ni honor, sin moral ni decencia, sin sentido común y sin piedad. Egoístas que ya se veía de lejos que sólo ansiaban el poder para espabilar su economía a costa de la nuestra, vivir como pachás y causar a voluntad en las instituciones el mayor daño posible.
¿Cómo ha podido ocurrir –insisto en la pregunta, siete años ya– que los españoles, que fuimos los más fieros guerreros del viejo continente, que sobrevivimos a los romanos y a los siete siglos de dominio musulmán; que levantamos un imperio de tres siglos en el que nunca se ponía el sol, que nos libramos del yugo francés en la Guerra de la Independencia, que superamos una guerra incivil y tras la dictadura franquista cosimos nuestras heridas en la transición saliendo adelante como un solo hombre...?
¿Cómo es posible, insisto –me duele pensarlo–, que en el siglo XXI hayamos consentido que una banda de forajidos sinvergüenzas, iletrados, corruptos, cleptómanos y puteros, una mafia de gánsteres con los más bajos instintos... haya colonizado nuestras vidas como esas bacterias “comecarne” que infectan y destruyen todo el organismo? Noso tros –los conquistadores del orbe– lo hemos consentido.
¿Qué ha fallado en el sistema democrático –la monarquía parlamentaria más modélica del mundo–, del que tan orgullosos estábamos hace apenas unos lustros, para que esto haya podido suceder? No voy a entrar en las causas por archisabidas, siendo la fundamental, aparte de nefastos presidentes como el Bobo Solemne –estrenó la tragedia–, el Berberecho –no hizo nada por clausurar su representación– o el Gallina de Paiporta –ha consumado la función–, la malhadada ley D’Hondt y su fórmula de representación proporcional, que nos ha colado a minorías que con el excesivo poder regional de sus escasos votos chantajean a los grandes partidos, obligados a pactar para formar gobierno, lo cual adultera los resultados, retuerce el brazo de la mayoría y debilita el poder legítimo dictado por las urnas.
El pato de este dislate lo pagamos cada día con nuestro peculio y sacrificando nuestro modo de vida, siendo los beneficiados esos irreductibles payeses de la periferia centrípeta que tienen a todo el país cogido por las gónadas de nuestros gobernantes. En otras culturas democráticas, la orca se zampa a la foca en la primera convocatoria electoral; en la nuestra, la parrocha se jama al escualo.
Estos desgarramantas lo pervierten todo. Crean leyes ad hoc para dar alas a la delincuencia, da igual amnistiar a golpistas que blanquear a okupas de pisos dejando en la indefensión a sus legítimos propietarios; da lo mismo liberar a terroristas para lograr su apoyo parlamentario que a violadores para satisfacer la abominable ideología woke que profesan, consistente en halagar cualquier cultura ajena mientras se condena la propia.
¿CÓMO ES POSIBLE QUE DESPUÉS DE UTILIZAR LA TRAGEDIA PALESTINA PARA DESARBOLAR LA VUELTA CICLISTA, LOS MÁS TONTOS LE PROPONGAN PARA EL NOBEL DE LA PAZ? ¡EL MAHATMA SÁNCHEZ, QUE LANZARÍA LA BOMBA ATÓMICA A LOS JUDÍOS!
¿Qué se podía esperar de mafiosos que se mueven entre mordidas, enchufes, tráfico de influencias, pericas y cabezas de caballo? Sólo el hecho de que el napoleoncito monclovita, con la familia, su cúpula pretoriana y el fiscal general imputados por corrupción, más el partido bajo sospecha de financiación ilegal, siga mancillando los palacios de Patrimonio Nacional... es motivo suficiente para que la Justicia lo desterrara al islote de Perejil, como lo fue a la isla de Alba el emperador franchute.
Algún día, en la historia moderna de España, se estudiará el caso de este Gobierno. Porque no hay mayor corrupción que pagar favores con dinero público en beneficio personal. ¿Cómo es posible, volviendo al inicio, que un payaso psicópata, yonqui del poder, esté gobernando el país con el apoyo de terroristas liberados y golpistas amnistiados por él mismo a cambio de su apoyo para mantenerle en el Falcon, y con la condición de destruir el Estado? ¿Cómo es posible que haya periodistas y medios de comunicación al servicio de tan ignominioso propósito?
¿Cómo es posible que haya tanto descerebrado entre la brava población española dispuesto a cargar con posta lobera sus espingardas para defender a muerte a este miserable chulángano? ¿Cómo es posible que después de utilizar la tragedia palestina para desarbolar la vuelta ciclista, los más tontos de los suyos quieran santificarlo o le propongan para el Nobel de la Paz? ¡El bendito Mahatma Sánchez, que si tuviera la bomba atómica se la lanzaría a los judíos! No se explica, por mucho que se tenga la conciencia perezosa, se milite en la trinchera ideológica o se esté apesebrado a la nómina pública.
Es un sindiós que una gran nación como España esté sometida al capricho arbitrario de un enfermo de odio, rehén de sus tics totalitarios, de sus pulsiones revisionistas, de su sectarismo ideológico, de sus ansias de venganza; esclavo de sus complejos, de su vacuidad intelectual y moral, de su ignorancia oceánica; un mentiroso, demagogo, cómplice necio del radicalismo de sus socios; un extremista que aplica la cizaña del enfrentamiento guerracivilista para quebrar los consensos que hacen posible nuestra convivencia.
Un burdégano así, que ha tirado por la borda nuestro prestigio exterior y se ha rendido a nuestros enemigos, no debe gobernar nada, menos aún España. Necesita ayuda profesional para sus anomalías psicológicas que neutralice la amenaza a nuestra estabilidad, cohesión y prosperidad. No podemos permitir que perpetre el ideario del buen gobernante totalitario: “Para doblegar a un país no hacen falta armas; hace falta destruir las instituciones y corromper a la juventud”. Palabra de Karl Marx