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Soy depositario de una confidencia que no puedo desvelar y eso me corroe las entrañas, desde los intersticios de la molondra a las fosas ilíacas, pasando por el pellejo del epigastrio y acabando en los insulínicos islotes de Langerhans. En mi condición de periodista sé guardar un secreto a muerte, pero precisamente por eso siento el impulso de darle vida yéndome de la lengua en vez de mordérmela. Es la eterna lucha intestina entre el yin de comunicador, con el inherente e imperioso deber de informar, y el yang de guardar silencio cuando lo exige la ética por el compromiso adquirido. Esto me lleva a la esquizofrenia sin remedio. O me encierro en un sarcófago con agua bendita, un crucifijo y ristras de ajo en la puerta de la cripta durante ocho meses, nada menos, antes de abrir la boca o entintar la pluma, o ejerzo de “garganta profunda”, lo suelto a bocajarro y me quito el peso de encima. Y allá películas...
Resulta que la Federación de Áridos (FdA) me escogió –vaya usted a saber el mecanismo del caprichoso azar– para ser vocal del jurado independiente que debía otorgar los Premios Nacionales de Desarrollo Sostenible en Canteras y Graveras 2025, que concede la propia FdA cada tres años a las empresas del sector minero español pertenecientes a las asociaciones incluidas en la federación que demuestren su compromiso aplicando en las diferentes etapas del proceso de producción de áridos los principios y conceptos básicos del desarrollo sostenible, dos esdrújulas de moda tan atractivas por su simbolismo y su definición esperanzadora como complejas de adoptar en el entorno industrial, aún con todos los medios y la mejor voluntad.
Total, que los premios ya están concedidos y –como digo en el artículo correspondiente en este mismo número– tengo que enmudecer hasta octubre, cuando sean revelados los ganadores en la fiesta de clausura del VII Congreso Nacional de Áridos, que se va a celebrar en la romana, mora y cristiana Córdoba.
Debo decir –esto no me compromete y es un axioma que no necesita demostración– que las empresas presentadas a los premios eran dispares en tamaño, naturaleza y actividad, desde grandes multinacionales con miles y miles de empleados a pymes con medida plantilla, pero tanto unas como otras exhibieron una musculatura de león defendiendo con uñas y dientes sus proyectos. Eso es lo que están haciendo en el mundo real con entrega y aplomo, contribuyendo con ello a trocar en positiva la percepción, hasta hace poco tirando a negativa, que la población tiene de la actividad minera, neutralizando así el pecado original de la deficiente imagen social que muchas malas prácticas han contribuido a potenciar.
LAS EMPRESAS PRESENTADAS A LOS PREMIOS ERAN DISPARES EN TAMAÑO, NATURALEZA Y ACTIVIDAD, DESDE GRANDE MULTINACIONALES CON MILES Y MILES DE EMPLEADOS A PYMES CON MEDIDA PLANTILLA, PERO TANTO UNAS COMO OTRAS EXHIBIERON ANTE EL JURADO UNA MUSCULATURA DE LEÓN.
Por fortuna, el esfuerzo de muchos años de Anefa y la FdA por revitalizar la imagen del sector va dando sus frutos y todos han asumido la responsabilidad del preciado recurso que manejan y su trascendencia, que es de un valor estratégico vital para la economía nacional, pues provee a la sociedad de recursos naturales primordiales para el desarrollo económico –los áridos, esto ya se sabe de siempre, es la segunda materia más consumida por el hombre, tras el agua.
Cumplir los mandamientos “culturales” de la FdA es un bien para todo el colectivo: cultura de los empresarios para asumir los retos pendientes, cultura de mejora por parte de los trabajadores, cultura en la calidad de los procesos de producción, en la calidad del producto, en la formación, en la organización del trabajo, en las buenas prácticas operativas y medioambientales y en la gestión de la prevención de riesgos laborales, o sea, en la seguridad y salud en el trabajo, uno de los grandes objetivo del sector: cero accidentes. Sin duda, estos retos están englobados en el ampuloso concepto de desarrollo sostenible.
Lo que he comprobado como miembro del jurado de estos premios de la FdA es que las empresas explotadoras de áridos en canteras y graveras son organizaciones responsables de lo que hacen y de los impactos positivos que su actividad genera para la sociedad y el medio ambiente. Son vitalistas, rentables, productivas y competitivas y crean riqueza y empleo, están involucradas en demostrar su compromiso con el cacareado desarrollo sostenible y contribuyen con su esfuerzo a que las empresas a las que proveen realicen las grandes y pequeñas infraestructuras necesarias para el progreso del país.
Participan de la filosofía general de adaptación a los nuevos tiempos marcados por la economía circular, la sostenibilidad, la neutralidad climática, la digitalización, las exigencias de las Administraciones Públicas, la presión de las innovaciones tecnológicas, los residuos, las seguridad y salud de los trabajadores, la conservación y restauración de espacios explotados, la protección de la biodiversidad y el patrimonio natural, etc.
Son compañías punteras volcadas en adaptarse a las circunstancias de un mercado cambiante y cada vez más complejo por las imposiciones normativas y las dificultades de acceder a nuevos filones, pero a las que se exige para su funcionamiento y permanencia instalaciones de primera, productos de calidad y competitivos y ser respetuosos con el medio ambiente, antes, durante y después de la explotación del tajo.
Haber sido vocal del jurado de los premios de la FdA, a la que agradezco el señalamiento, me ha llevado a concluir que las empresas de áridos, tanteando con entusiasmo y prudencia, y su gente con su empeño y su demostrado talento, están acertando en el camino. Los galardones de la FdA así lo testimonian otorgando a los mejores su prestigio.