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Actualidad

01 Septiembre 2025

España hecha pavesas

primitivo fajardoLos incendios son el verdugo de todas las desdichas que en el estío han sido. Esta frase, tan apocalíptica como cursi, la escribí en septiembre de 2003, cuando España sucumbió en agosto –en especial Galicia– a los efectos del fuego devastador de los incendios. Fue un verano de muy altas temperaturas, que bien recuerdo porque la palmaron en Madrid el mismo día 14 un tío de mi mujer y otro mío –eran mayores–. Los enterramos en diferentes cementerios con dos horas de diferencia y caía hierro fundido sobre las tumbas capitalinas.

Este veranito se ha repetido la historia –exceptuando la defunción de tíos–. Una confabulación de circunstancias como altas temperaturas y la inestimable mano ajena ha hecho que el fuego se haya paseado con su chulería abrasadora por zonas sensibles del oeste peninsular incinerando un buen tajo del solar patrio. Esto resulta horrible por sí solo, pero alcanza lo espantoso al saber que la mayoría de los incendios son provocados.

No voy a injuriar la figura del pirómano porque emplearía un lenguaje soez y barriobajero más propio de ministros simiescos de rucio hocico y nula operatividad, y con ello perdería la razón y el respeto de mis amados lectores, que son cuatro pero muy meritorios. Sí digo que poco ha de importar si al incendiario le gustaba de niño jugar con mecheros, como a los de mi quinta, que a los ocho años reventábamos nidos de araña con pólvora casera hecha con picón, azufre y pastillas de clorato potásico que nos vendían en las farmacias. Y no por ello vamos por ahí queriendo meter en el microondas la hueca molondra de presidentes de gobierno manifiestamente mejorables.

Tampoco importa si el pirotécnico ejerce por intereses económicos (recalificación del suelo para usos bastardos, disposición para molinillos y placas solares, litio en el subsuelo para vendérselo a China, etc.). O por fastidiar al vecino (don Camilo dijo que “al hombre lo que le gusta es hacerle la puñeta al vecino, y mearle los geranios, y ponerle la televisión a toda marcha para que no pueda dormir”). O por un descuido, como le ocurre a los domingueros cuando la lían parda con una chispa (el gran Borges solía decir que “toda negligencia es siempre premeditada”).

Lo vital es que el que “sufre” esta patología pseudofallera acabe en la trena, porque sus fechorías van más allá del delito ecológico: vidas, casas, montañas, bosques, fauna, paisaje... todo perdido, tasable este año en 3800 millones de euros, riqueza patrimonial escenario de nuestra historia y legado que de nuestros mayores debiera haber pasado intacto a nuestros hijos. Se precisa una legislación rígida que impida el lucro tras el desastre y enchirone al culpable o instigador para siempre y evite que las teorías de Freud den alas al pirómano amparándose en que la culpa de sus instintos de fogonero es de la sociedad, de las instituciones o del Estado, y nunca del individuo desquiciado. Aunque, en este caso, el Gobierno tiene mucha culpa en la propagación por su maldad y negligencia (Borges) tasando el auxilio debido, como ya hiciera en la pandemia, en el volcán de La Palma, en el apagón o en la dana valenciana (caos ferroviario aparte): “Si quieren ayuda que la pidan” –Gallina de Paiporta dixit y pitxi.

SEGÚN EL DICTADORZUELO MONCLOVITA, EL CULPABLE DE QUE EL PAÍS ESTÉ HECHO PAVESAS ES EL CAMBIO CLIMÁTICO. «¡VÁYASE USTED A LA MIERDA!», QUE DIRÍAN AL ALIMÓN DON CAMILO JOSÉ CELA Y DON FERNANDO FERNÁN GÓMEZ.

O sea, nada de sexualidad inmadura, de bombero en fase anal, de traumas psicodinámicos, de dedos cerilleros, de fan de las mascletás, de complejo de hombre antorcha o del alineamiento de Marte, Venus y la Luna. A la mano que mece la llama hay que darle matarile calagurritano por terrorista e hijo de la gran cánida. No confío en ello, claro, y tengo muy arraigada la confusa sensación de que aquí la vida licenciosa y sin responsabilidades depara más alegrías que la honesta y virtuosa.

No hay más que ver al payaso psicópata, que tiene al país en llamas –literal y metafóricamente–, con su mujer pentaimputada por corrupción y a su hermano, la cúpula del partido y el fiscal general imputados por la misma razón, pero se ha pegado unas vacaciones de nivel con la familia en un palacio de Patrimonio Nacional. En vez de colaborar con las Comunidades Autónomas incendiadas, incapaces de acometer algo tan tremendo por su incompetencia y sus precarios medios, y enviar al Ejército a todas las hogueras, salió a lucir su talle zombie remoloneando a la hora de movilizar efectivos y tocando la lira con la estulticia de que la culpa es del “cambio climático”. Y de la oposición. El caso es aprovechar la desgracia y el dolor ajenos, naturales o provocados (Bobo solemne, 11-M), para hacer campaña, descargar en otros su responsabilidad y escamotear su incompetencia (la del Gobierno), algo que fue siempre de muy socorrido arbitrio y a este paranoico le funciona.

O sea, que no se trata de falta de medios, personal o presupuesto; tampoco tiene nada que ver las leyes woke y ecolojetas que impiden cortar árboles, desbrozar montes, despejar cauces o pastar a la ganadería (ya se ocupará el fuego purificador de poner orden, deben pensar). Ni siquiera son los rayos del cielo panza de burro o los pirómanos patológicos y los incendiarios en nómina –140 investigados–. Según el dictadorzuelo monclovita, la culpa de que la mayor parte del país esté hecho pavesas es del cambio climático y de los dirigentes autonómicos afectados, casualmente todos de la oposi ción, como ya pasara en catástrofes pretéritas.

“¡Váyase usted a la mierda!”, que dirían al alimón don Camilo José Cela y Fernando Fernán Gómez. Los españoles no merecemos que este retrasado colonice los recursos del Estado porque él y su banda de delincuentes, más peligrosos que los sombríos y escurridizos hermanos Dalton, son lampreas y lo saprofitan todo. Con un canalla así nos abrasamos a lo bonzo. Ya lo dijo Sun Tsu en El arte de la guerra: “El gobernante cobarde es capaz de prender fuego a su propio país con tal de reinar sobre sus cenizas”.


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