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Cada día que pasa me pregunto qué estaría ocurriendo en este país de locos si lo que hacen los que mandan: el payaso psicópata y los gaznápiros sectarios, ignorantes y corruptos que le rodean (su familia, el partido, el Gobierno...), lo hiciera un presidente que no fuera de la progresía chupóptera. El Berberecho, pongo por caso. ¿Qué pasaría aquí si la mujer de Rajoy estuviera imputada; si el hermano de Rajoy estuviera imputado; si el Fiscal General del Estado con Rajoy estuviera imputado; si la mano derecha de Rajoy y cabeza del partido que gobierna estuviera imputado; si el propio Rajoy estuviese bajo sospecha por ser el epicentro de la gigantesca trama de corrupción que le rodea? ¿Qué pasaría si por castigar a una comunidad autónoma que no le ha votado, Rajoy, después de ser testigo de la catástrofe de la dana en Valencia, dijera con displicencia: “Si necesitan más recursos, que los pidan”? Sabemos la respuesta: estaría el rojerío patrio, que anda entregado a Putin, Hamás, el cártel de Puebla, los etarras, el cambio climático y la Agenda 20-30, quemando las calles de la capital con la virulencia que desatan los cachorros amamantados de odio y nómina, como ocurría en tiempos pretéritos de la kalea borroka vasca y en los modernos de la catalana centrífuga.
Los Sanchescu populistas, acosados por múltiples escándalos, llevan el país al caos, pero ellos siguen trincando y viviendo como marajás. Han asumido que la mejor manera de luchar contra la corrupción es corrompiéndose, y no sólo no dan explicaciones de sus tejemanejes sino que tildan de fango a los políticos y periodistas que denuncian sus barbaridades –todo son bulos– o atacan con saña a los jueces que lo investigan, mientras amoldan las instituciones a su perfil delictivo y mafioso: Constitucional, Fiscalía, Abogacía del Estado, letrados de las Cortes, presidencia del Congreso, policía judicial, CIS, Banco de España, CNMV, Consejo de Estado, agencia Efe, Rtve, las empresas públicas... La estructura del Estado a su servicio personal para procurar la impunidad de sus delitos, mientras el sacamantecas matón, bronco y pendenciero acusa a los pseudomedios de denunciar sus desmanes y oculta tanta corrupción con el antisemitismo, el lawfare de los jueces y culpando a la fachosfera de todas sus tropelías.
Tiene sueños húmedos con la Agustina de Aragón madrileña e insulta a líderes mundiales que no son de su ideología, mientras huye hacia adelante dejando un rastro pestilente de pruebas de los daños al estado de derecho, a la unidad de la nación, a la convivencia y a la libertad. El caso es disimular los abusos de poder cometidos desde el mismo día que se subió al Falcon haciendo trampa. Le cubren la huida unos ministros hipócritas que mienten para tapar sus desvaríos y unos medios de comunicación apesebrados, sin ética ni estética, que andan como pollos sin cabeza para que la corrupción de su líder y su partido no se relacione con su líder y su partido. Se han rebajado al mero papel higiénico de mugrientos pregoneros de la propaganda del kirchnerito monclovita, de la Barbie cleptómana y del hermanísimo del ahorro milagroso.
ANTE LA TRAGEDIA DE VALENCIA, ESTE GOBIERNO DE SANGUIJUELAS SE HA DEDICADO A ECHAR BALONES FUERA, A CULPAR A LOS DEMÁS DEL SUCESO Y A PRACTICAR EL SECTARISMO, QUE SIEMPRE JUEGA A FAVOR DE SUS INTERESES ELECTORALES.
Los desalmados que hocican en la cloaca gubernamental son lerdos, gafes e incompetentes para gestionar nada, ni el caos ferroviario, ni el inmigratorio, ni la vivienda, ni ahora la dana, como fueron incapaces de afrontar la pandemia, los efectos del volcán de La Palma o el terremoto de Lorca. Nada. Ante la tragedia de Valencia, este Gobierno de sanguijuelas se ha dedicado a echar balones fuera, a culpar a los demás del suceso y a practicar un sectarismo criminal que juegue a favor de sus intereses electorales. Mucho vendernos la burra torda de pagar impuestos para que todo funcione mejor y resulta que estamos pagando más que nunca y nada funciona.
Lo único que saben gestionar es su propia supervivencia en el poder. Se matan por conservar el puesto y el latisueldo. Y por esa razón ocultan con tinta de calamar la corrupción que afecta al Uno por las tramas de los hidrocarburos, de Ábalos y Koldo, Delcy y Aldama, Barrabés, Hidalgo, Illa y las mascarillas y demás puteros tipo Tito Berni, o las concesiones multimillonarias que para mantenerse en el alambre ha hecho a sus socios perroflautas, a los del tiro en la nuca y a los golpistas cataláunicos, delincuentes a los que defiende retorciendo el código penal, legalizando amnistías ad hoc y cepillándose al bies la división de poderes. Son pruebas sobradas del cáncer que han extendido al usar la democracia para cargarse la democracia.
Con esta degeneración populista y autocrática nos está quedando una república bananera sólo al servicio del régimen caudillista de un presidente –rima con delincuente– desquiciado y patán, un pinchalomos con la molondra ahíta de detritus, como los langostinos que tanto les gusta a sus fieles sindicalistas. Allá donde los bolivarianos meten la zarpa surge la putrefacción inmediata. Estos carcas retrógrados se hacen llamar progres pero son kamikazes del progresismo que buscan destruirlo todo, aunque funcione de maravilla. No tienen luces para discernir que, a veces, mejorar consiste en conservar lo que está bien, que cuando uno está al borde del abismo el progreso consiste en dar un paso atrás. No pararán hasta que nos despeñemos por el acantilado del Estado fallido.
El cachondeo vendrá después del descalabro, cuando haya que demoler los muros levantados y recuperar la democracia. Lo único que me consuela es que la trena está cada vez más cerca para el gánster psicópata que Belcebú nos ha endilgado como plaga egipcia. Ese miserable que en Paiporta salió de najas en un todoterreno negro acorazado.