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Actualidad

24 Abril 2019

Elecciones, nubarrones

primitivo fajardoAcabamos de regresar de Múnich, de dejarnos las canillas en la gran feria Bauma de este abril. Ha sido impresionante. Cada vez más gigantesca, más poblada e inabarcable; también sorprendente. Daremos cuenta de ella en mayo, cuando hayamos digerido tanta información recabada. En estas páginas mostraremos las novedades que los expositores más importantes han presentado en primicia –algo adelantamos en este número–, entre ellos casi un centenar de empresas españolas, la mayoría agrupada por la benemérita asociación Anmopyc, una participación relevante que no se daba desde hace cuatro ediciones, desde 2007, pues al año siguiente llegó como plaga de langosta la crisis y laminó el sector en España destruyendo el tejido empresarial y despojándonos hasta de las ganas de feria, que no de fiesta. Por fortuna...

De lo vivido en la meca indiscutible del mundo de la maquinaria destacamos ahora la notable inclinación al cambio tecnológico, palpable en cuestiones como la conectividad, la interconexión de máquinas y sistemas, la inteligencia artificial, el internet de las cosas, el big data, el control remoto, la electrificación de los equipos, la robótica, la rea li dad virtual y aumentada, la impresión 3D, etc. En definitiva, lo que se ha dado en llamar la Industria 4.0, un concepto de nuevo cuño surgido al rebufo de la cuarta revolución industrial –tras la primera: la máquina de vapor y la mecanización (segunda mitad del XVIII); la segunda: el desarrollo de la electricidad (fin del siglo XIX); y la tercera: la automatización (siglo XX)–, que se ha extendido en el sector de la construcción y por añadidura lo está haciendo en el de la maquinaria como una ventana de posibilidades para realizar las transformaciones pendientes que nuestro sector necesita para aumentar su competitividad.

La oportunidad la pintan calva y hora va siendo de meterle mano al asunto aprovechando la reactivación del sector y el crecimiento de las ventas –que es moderado, sin alharacas ni mascletás–, animado por la mejoría económica tras una década de crisis manteniendo las empresas la dignidad a flote de milagro. El reinicio de la aventura ferial de las firmas españolas para promocionar sus productos en grandes foros como Bauma es el signo inequívoco de que levantamos el vuelo.

Sin embargo, como no deja de ser tristemente cierto lo de que no hay parte en la naturaleza donde no se tropiece con las tinieblas, este optimismo no ha de estar exento de prevención porque es posible que los ánimos se nos enfríen ante los nuevos, gruesos y negros nubarrones que se perfilan en el horizonte económico y amenazan con descargar sobre nuestros dañados costillares tras las elecciones generales de este mes de abril.

No lo digo porque la actividad electoral sea contraria a la económica –que también–, pues todo se paraliza en el país cuando los políticos, aburridos de sus rencillas personales y partidistas, se lanzan a experimentos de alquimia especulativa con los ciudadanos, colonizando con sus estulticias, delirios y griterío nuestras vidas, sino porque el gasto no hay quien lo pare y ninguno de los candidatos a la Moncloa contempla la contención. Todos van a lo mismo y a lo único: a tocarnos los pelendengues por la vía impositiva, a enfrentarnos por la ideología y de paso a pillar cacho. Mucho me temo que la alianza triunfante –sea de la esquina que sea–, dejará de lado gestionar la nación por el bien de todos y los pobres paisanos seguiremos soltando guita a mansalva y al albur de la suerte esquiva que nos depare el cruel destino.

EL PATO DEL DERROCHE DE DIESTROS Y SINIESTROS LO PAGAREMOS A ESCOTE LOS PRINGADOS DE SIEMPRE, A LOS QUE NOS FRÍEN A IMPUESTOS PARA QUE SIGAMOS ALIMENTANDO LA BESTIA CADA VEZ MÁS VORAZ DEL ESTADO.

El déficit no ha parado de crecer desde que el payaso del Bobo solemne despilfarró el presupuesto en sus idiocias ideológicas, dando de paso alas al separatismo y dividiendo a los españoles con la memoria histérica. Le sucedió el abúlico y parestésico Berberecho para seguir dándonos por retambufa con la excusa de la herencia recibida, mientras los suyos se lo llevaban muerto. Pero es que desde que se travistió en bolso la tarde de la moción de censura y en venganza nos coló en la Moncloa al falsario actual, la cosa ha ido a peor y el gasto en aumento. Desde que el Camándulas ha colonizado el poder infectando el Gobierno de mendrugas analfaburras y cenutrios defraudadores de Hacienda, con su egoísmo y su afán pendenciero, revanchista y nostálgico del viejo régimen, lo único que ha hecho con la obcecada pasión del rucio es tratar de exhumar una momia, de cumplir con la obsesión de la dictadura regresista de demoler el idioma con su cansino mantra del lenguaje inclusivo y de perpetuarse en el skay del Falcon. ¡Ojalá viviera Cervantes, con lo bien que se le daba parodiar lo solemne y hueco...!

Por eso expreso mi temor a que las urnas regurgiten lo peor y don Fraude siga quemando queroseno pero seamos los demás quienes acabemos otra vez estrellándonos en el barranco de la crisis. Porque, al final, el pato del derroche de diestros y siniestros lo pagaremos a escote los pringados de siempre, a los que nos fríen a impuestos estos politicastros de medio pelo para que sigamos alimentando la bestia cada vez más voraz del Estado que ellos engordan para vivir del cuento y a lo grande con nuestros recursos. Amparados en la cantinela de que el dinero público no es de nadie, axioma que lanzó a la fama al desecho de tienta egabrense, nuestros gobernantes despilfarran como si además fuera robado y no se les acabara nunca ni quemándolo. O sea, como presumía la madre del sindicalista líder del fraude de los ERE’s andaluces: “Mi hijo tie dinero suficiente pa asar una vaca”.

Los españoles, que somos unos santos y tragamos con todo, como traga saliva el condenado a muerte o traga el anciano su soledad, estamos hastiados y con la paciencia rebosando el brocal.

Falta haría una transformación a Políticos 4.0.


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