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Actualidad

02 May 2018

La Caseta del Perro

primitivo fajardoTras el triunfo de la sorpresiva moción de censura y el espinoso cambio de Gobierno, con todo el mundo tratando de pillar cacho y completamente al margen de la realidad que vivimos los ciudadanos, no sería descabellado que suframos otro parón de nuevo. Muy necesario era el relevo por la ineptitud del anterior equipo rector, por su inacción, apatía, dejación de funciones y la pulsión cleptómana de sus élites, que nos ha llevado al límite de la paciencia y al enfrentamiento con la canalla independentista, pero va a resolver poco el triste panorama que nos embarga porque no deja de ser un cambio de collar al perro. Peor aun si consideramos que el nuevo cánido, que de pronto y por sorpresa ha ocupado la caseta monclovita, llega acompañado de una jauría de la peor calaña que solo quiere despedazar la carne del país para llevarse su parte. No vienen a regenerar la democracia los camándulas oportunistas que ya traen la corrupción puesta y una pulsión suicida de judas iscariote de vender su alma por treinta monedas para tener la gloria efímera de diez minutos de poder y el sueldo eterno de expresidente. No nos ha de traer sino consecuencias letales un tipo expulsado de su partido, exaltado, ambicioso e incoherente –mucho se parece al perito en nubes–, que carece de convicciones, va a la que salta aprovechando las circunstancias y promete lo que no puede dar a los enemigos de España –muy a su pesar, todos españoles– para ser aupado al trono por los sinvergüenzas, chantajistas y traidores que buscan la secesión y los vagos e ignorantes antisistema, esa caspa perroflauta antiespañola dispuesta al sacrificio ofreciendo al país una vida de servicios, pero aun sin llegar a tocar pelo de poder se ha convertido en casta y no aspira a otra cosa que a una vida de privilegios trufada de chóferes, escoltas, comilonas y casoplones.

Ya lo decía Pérez Galdós en los Episodios Nacionales: «Los dos partidos que se han concordado para turnarse pacíficamente en el Poder son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado los mueve; no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza, paupérrima y analfabeta. Pasarán unos tras otros dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción que, de fijo, ha de acabar en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica».

Ha pasado poco más de un siglo del axioma del sabio don Benito y seguimos igual. No tenemos remedio. Incluso saliendo adelante, como siempre.


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