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Actualidad

15 Junio 2020

Peste de Gobernantes

primitivo fajardoSon como termitas africanas, o como plagas egipcias. Los políticos son la carcoma de la civilización, tan nefastos como costosos e innecesarios. Y los peores militan en el Gobierno que nos ha caído a los españoles encima como una peste bíblica. Son ellos, que se autodenominan progresistas, los que han hecho del progreso algo reversible. Pensábamos que no había marcha atrás en el proceso evolutivo de la condición humana, cuyas aspiraciones eran a una vida mejor, en todos los sentidos, en todos los ámbitos, en todas las geografías. Progresión aritmética e ineluctable. Progreso era futuro.

Con la pandemia del coronavirus hemos comprobado en nuestras trémulas carnes lo fallido del axioma. Tan equivocados estábamos... La regresión es posible, pero geométrica y fulminante, hacia al pasado de un plumazo. Lo estamos sufriendo. Tuvimos una primera alerta cuando se desmembraron los rascacielos de Nueva York y el mundo occidental dejó de ser el que era y nuestro sistema de vida democrático tembló de incertidumbre y miedo. Desde que el queroseno demolió la urdimbre carnosa de las torres gemelas y con ello se sacrificó la libertad en favor de la seguridad, se nos esfumó el concepto de inmutabilidad de aquellos pilares básicos que considerábamos indestructibles. Aún así, nos acomodamos al horror y seguimos adelante con dignidad, como si nada pasara, pero comprendimos que ya no había ni principios inamovibles, ni verdades absolutas, ni leyes intocables, ni respetos sagrados, ni nada permanente en esta vida.

Y llegó la pandemia hace cuatro meses para darnos el estocazo en el morrillo de nuestros conocimientos y convencimientos y revocar la ley de la evolución de las sociedades civilizadas. Tanto carcomió el pánico nuestra fragilidad que muchos corrieron al notario a redactar su testamento. Ahora sabemos que nada se sustenta y lo único verdadero que nos queda es el hambre, la zozobra y el amor, tan inmarcesible como la belleza.

Si sobre la zona cero de la Gran Manzana el terrorismo sepultó la libertad, un lustro después nos aplastó la calamidad económica de la crisis, enterrando el espejismo del estado del bienestar. En el funeral se acabó el progreso para siempre. Colmo de males del convulso siglo XXI, una década después nos ha diezmado la pandemia. Ya no avanzamos, hemos caído en un bucle espacio-temporal regresando a lo peor del pasado, a la peste de hace un siglo, al crack económico de hace 90 años, a la hambruna de la postguerra civil española de hace 80 años, a la crisis del petróleo del 73, a la del 93.

Como siempre, en los momentos de infortunio de la historia, esa que los políticos desprecian porque ignoran y se empeñan en usar como hacha de guerra adaptándola a su arbitraria conveniencia y espurios intereses, nos ha tocado un Gobierno insolvente, inútil para combatir los males que aquejan a la nación y hábil para crear otros nuevos.

EL FARISEO LIBERTICIDA DE LA «MONCLOACA» CONFUNDE PROGRESISMO CON «REGRESISMO». POR ESO ESTAMOS DE VUELTA A OTRA DICTADURA: LA SUYA. ES EL CULPABLE DE QUE SE HAYA VUELTO REVERSIBLE EL PROGRESO.

No es problema de hoy, la herencia viene de la legislatura de 2004, cuando la desgracia del 11-M aupó en tren al poder a un zoquete forjado en el abyecto yunque de la miseria moral. Ese avieso idiota, ruin y despreciable del Bobo solemne sembró la semilla del guerracivilismo, dio alas al independentismo, negó la crisis (“la economía es un estado de ánimo”, llegó a decir) y con su incompetencia se tragó en dádivas sectarias el superávit heredado hasta llevarnos a la ruina, lo que le costó el puesto y un retiro dorado para ejercer de mamporrero de las narcodictaduras centroamericanas y arremeter contra el “imperio del mal”, que para los retroprogres ricos y lerdos es Yanquilandia.

Para colmo de males y confiscarnos vida y peculio, la gota malaya nos cayó con el Berberecho en 2012, que perdió la pelota nada más tocar pelo de poder y, para sacarnos del pozo donde nos metió el otro, nos espulgó hasta la hijuela recortando derechos y sustentos y machacando por vía impositiva con desmedida rapiña a los de siempre, en vez de suprimir gastos superfluos y arrancar prebendas a las sanguijuelas autonómicas periféricas y centrífugas, con las que se mostró pastueño y gallináceo –de aquellos áridos, este cenagal–. Propagaba a los cuatro vientos cual milagro su política de austeridad mientras permitía que se quemara la clase trabajadora, los bancos se forraran y los suyos lucieran su desatada cleptomanía asaltando las arcas del Estado.

La calamidad arreció hace dos años, cuando el siniestro destino nos legó en horripilante moción de censura al iluminado telepredicador Sanchinflas, que ahora, arracimado con los perroflautas de ocasión y casoplón, está doblegando el impulso hacia delante de la sociedad. Este chulángano demagogo y retorcido, junto a su compinche tóxico y populista radical, el vice Che Pandemias, está superando a todos sus predecesores. Ante la angustia de los ciudadanos en el paro, ha demostrado como probada virtud una incapacidad oceánica para cualquier cometido, y con su cesarismo, aunado al coronavirus que por su inep titud ha ocasionado 45000 muertos, nos arrastra a la ruina absoluta cercenando las causas liberadoras del ser humano.

La arbitrariedad, autoritarismo, opacidad y mentiras con que ejerce el mando y elude responsabilidades nos llevan a la recesión y al caos político, moral, económico y social. Está coartando nuestras libertades, corrompiendo y politizando las instituciones, imponiendo la censura, el pensamiento único y el revisionismo histórico, derribando el régimen constitucional, humillando al Estado y secuestrando la democracia. Con él, años de horror e ignominia nos aguardan.

El fariseo liberticida de la Moncloaca y su jauría de “pandemitas” confunden progresismo con regresismo. Por eso estamos de vuelta a otra dictadura: la suya. Estos gobernantes son los culpables de que se haya vuelto reversible el progreso. Son una plaga de piojos anidando en la cabeza del pobre.


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