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Trataremos hoy de Juan del Encina al que hemos citado con su Fata la parte, al hablar de Bartolomeo Tromboncino. Hay que recordar que Juan del Encina es el principal compositor de El cancionero de Palacio, y no en vano se le considera como uno de los principales artífices del teatro español. Poeta, dramaturgo y compositor, encaja en esa clase de autores del renacimiento capaces de brillar en todo lo que emprendieran. Precisamente por estas sus dotes nos sorprende su autoría de esa Fata la parte, pieza por otro lado entretenida y notable –y que tenemos, junto con otras suyas y de otros autores del Cancionero, en nuestro repertorio–, pero escrita a costa de un colega al que se le pone en la picota, porque hay pocas dudas, por no decir ninguna, de que lo que se canta es lo que le ocurrió al pobre Tromboncino. ¿Tuvieron algún desencuentro personal que estuviera en el origen de tamaña venganza?
Juan del Encina gozó de la protección de tres papas, Alejandro VI, Julio II y León X; esa protección solía consistir en el acceso a órdenes menores y mayores, en cualquier caso retribuidas y, por ejemplo, León X tuvo a bien nombrarle prior de la catedral de León en 1519 y realizó un peregrinaje a Tierra Santa para celebrar su primera misa en Jerusalén. Tras la muerte del Papa en 1521 retornó a España y asumió sus deberes eclesiales en León, donde permaneció hasta el fin de sus días, siendo más tarde sepultado bajo el coro de la Catedral de Salamanca. De las letras de algunas de sus obras juzguen ustedes y vean cómo se las gastaban en aquella época; su alto contenido erótico dejará perplejo a más de uno, viniendo como vienen de un sacerdote.
Entre su poesía amorosa vamos a leer su “Pedro, y bien te quiero”. Se describe el diálogo entre Pedro, a pesar de (maguera) ser vaquero, con su ama. El villancico concluye en un arreglo que satisface a ambos, vaquero y Señora. Vean: “Pedro, y bien te quiero, maguera vaquero./ Has tan bien baylado/ corrido y luchado/ que m’has namorado/ y de amores muero./ A la fe, nuestr’ama/ ya suena mi fama/ y aún pues, en la cama/ soy muy más artero./ No sé qué te diga./ Tu amor me fatiga./ Tenme por amiga,/ sé mi compañero./ Soy en todo presto,/ mañoso y dispuesto,/ y en ver vuestro gesto/ mucho más me esmero./ Quiero que me quieras,/ pues por mí te esmeras./ Tengamos de veras/ amor verdadero,/ Nuestr’ama señora,/ yo nací en buen ora./ Ya soy desde agora/ vuestro por entero/”.
Este otro villancico trata de los cuernos, recordemos el caso Tromboncino. Dice así: “Cucú, cucú, cucucú!/ Guarda no lo seas tú./ Compadre debes saber/ que la más buena mujer/ rabia siempre por hoder,/ harta bien la tuya tú./ Compadre has de guardar,/ para nunca encornudar/ si tu mujer sale a mear,/ sal con ella tú”. Aquí se ha imitado el canto del cuclillo, que era tenido para aviso de cornudos.
En este otro, titulado “Si habrá en este baldrés?”, hay que recordar que los sustantivos pija y carajo eran, y son, formas vulgares de referirse al pene, y baldrés o baldés es una piel de oveja muy suave empleada principalmente para hacer guantes, o en este caso, consoladores. Vean: “Si habrá en este baldrés/ mangas para todas tres?/ Tres moÇas d’aquesta villa/ Tres moÇas d’aquesta villa/ desollavan una pija/ para mangas a todas tres./ Tres moÇas d’aqueste barrio,/ tres moÇas d’aqueste barrio/ desollavan un carajo/ para mangas a todas tres./ Desollavan una pija,/ desollavan una pija,/ y faltóles una tira/ para mangas a todas tres./ Y faltóles una tira,/ y faltóles una tira./ La una a buscalla yva/ para mangas a las tres./ Y faltóles un pedaÇo,/ y faltóles un pedaÇo/ la una yva a buscallo/ para mangas a las tres”.
Escribía el poeta y novelista francés Pierre Louÿs en su “Manual de urbanidad para jovencitas” (1926) que una jovencita nunca debe decir “tengo doce consoladores en mi cómoda”, sino “nunca me aburro sola”. Como han podido ver, Juan del Encina nos cuenta la historia de tres muchachas que nunca se aburrían solas.
Para terminar, y enfrentando los villancicos anteriores con lo que se canta hoy en día, les dejo el siguiente link(1). Si leen este artículo de El País, comprobarán que ahora también hay cierta propensión a la procacidad; la diferencia más aparente es que hoy en día no son clérigos los que escriben las letras, ni se ejerce un empleo remunerado y de relevancia social por decir lo que se dice, aunque se pueda ganar mucho más dinero que trabajando. Hay que señalar también que en la época de El Cancionero de Palacio el alcance social era infinitamente más reducido. En fin, juzguen ustedes, pero citando a una buena amiga y lectora, concluyamos afirmando que el problema de la jodienda no tiene enmienda.
(1) https://elpais.com/cultura/2022-09-11/nunca-antes-ellas-cantaron-en-espanol-sobre-sexo-tan-explicitamente-una-revolucion-que-molesta.html
José María Pozas |