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Actualidad

01 Julio 2025

Otro atraco de la Banda de Cafferty. Esteban Langa Fuentes

Esteban Langa

Tras el éxito del atraco al First Bank de Charleston, con un botín de cuatro millones y medio de dólares, Joe Cafferty está decidido a reunir a su antigua banda para perpetrar un nuevo robo. Esta vez ha decidido hacerse con el contenido de la caja fuerte de una de las sucursales del Wells Fargo Bank.

Tras el último asalto, Joe Cafferty y su lugarteniente Henry Quant permanecieron juntos, como socios, invirtiendo el dinero obtenido en ese robo en negocios de prostitución y drogas. Con ello han amasado una gran fortuna, pero eso no les ha servido para desprenderse de su espíritu inquieto y aventurero, que tan sólo ha permanecido dormido un corto período de tiempo, durante el que han seguido manteniendo contacto, aunque discreto, con el resto de la banda, a cuyos miembros tienen perfectamente localizados.

Cafferty y Quant necesitan actividad. Cuentan con dinero sobrado para financiar todo lo necesario para preparar el atraco. Sólo es preciso reunir a la vieja banda. Había que recuperar a aquellos muchachos que, como una piña, habían seguido a Cafferty en su dilatada carrera criminal, tanto en los atracos como en las salas de interrogatorio de tantas comisarías, ante los tribunales y conviviendo durante largas temporadas en talegos de diferentes estados.

Cafferty ha convocado a los chicos en Omaha, reservando una habitación para cada uno de ellos en diferentes hoteles de la ciudad para evitar que puedan ser relacionados como pertenecientes a la misma banda.

La planificación será llevada a cabo en un chalet alquilado previamente por Quant en pleno campo, lejos de la ciudad, donde la banda se reunirá para comentar y pergeñar la actividad de cada uno en el atraco.

La primera reunión constituye el reencuentro que sirve de estímulo para recuperar el espíritu criminal del equipo, en cuyos miembros se produce un chute de adrenalina. Entre abrazos y apretones de manos, algunos cuentan cómo han cambiado sus vidas en ese espacio de tiempo.

—¡Coño, Fox! –dice Malcom, al ver que su barriga ha aumentado al menos cuatro tallas– Qué bien estás; estás hecho un cerdo.

—Claro, si se comía todos los bocadillos de los empleados de los bancos que atracábamos. Así se ha puesto –dice Perkins–. Parece que se ha gastado la pasta del último asalto en hamburguesas.

TRAS EL ÚLTIMO ASALTO, JOE CAFFERTY Y SU LUGARTENIENTE HENRY QUANT PERMANECIERON JUNTOS, COMO SOCIOS, INVIRTIENDO EL DINERO OBTENIDO EN ESE ROBO EN NEGOCIOS DE PROSTITUCIÓN Y DROGAS. CON ELLO HAN AMASADO UNA GRAN FORTUNA, PERO SU ESPÍRITU ES INQUIETO Y AVENTURERO.

—Y también en pagarle las felaciones a tu madre, que cobra caro –responde Fox con una falsa sonrisa.

—Pues anda que tú, Malcom –continúa Perkins haciendo amigos–, pareces un sifilítico muerto de hambre.

—Sifilítico y muerto de hambre lo será el cabrón de tu padre –replica Malcom con gesto amable.

—Venga –interviene Perkins–, no discutáis, si a fin de cuentas sois igual de hijoputas los dos. Unos “mil leches” es lo que sois.

Malcom se levanta la pata derecha del pantalón y echa mano al 38 Chato que lleva en la tobillera y se va hacia Perkins.

—Te la voy a meter por el culo y luego voy a vaciar el tambor –amenaza a Perkins, mientras éste extrae su 9 mm de la sobaquera, pero Quant se sitúa entre ambos y les calma.

—Son como niños –dice Cafferty para sí, que observa al grupo desde la distancia con gesto de satisfacción.

—Por cierto, Perkins –añade Quant, tratando de cortar la bronca–, oí por ahí que estabas arruinado. ¿Cómo ha sido eso, con la cantidad de dinero que sacamos del atraco? Si era una fortuna...

— Sí, Quant, era una fortuna –responde Perkins–, pero es que la mitad del dinero me lo pulí en drogas, alcohol y putas.

—Coño, ¿y la otra mitad? –insiste Quant.

—La otra mitad la malgasté –responde Perkins.

—Oye –dice Clark–, habéis visto que también ha venido Gómez, el Mudo. ¿Qué coño pintará ese aquí?

—Cafferty lo usará como vigilante durante el atraco –dice Collins–, y que dé el cante cuando oiga la sirena si aparece la “pasma”.

—Qué coño va a dar la voz Gómez, si es sordomudo –responde Malcom–. ¿Qué sirena va a oír?

—Es mudo, coño, pero no sordo –dice Andrew.

—Por cierto –dice Perkins–, que el mudo de los cojones se quedó con mi cachiporra, la que le presté en el atraco de Charleston.

—Era mudo. Era –continúa Malcom–, pero el cabrón ahora está también sordo. Andaba una noche pedo perdido y se le antojó atracar paseantes en un parque de Atlanta, amenazándolos con tu cachiporra, Perkins, la que le prestaste en el último atraco y no te ha devuelto, y en una de esas intentó asaltar al Rinoceronte, el guardaespaldas de Willy Macmillan, que pasaba por allí. El Rinoceronte le pegó una hostia doble con cada mano hueca en los dos oídos a la vez y lo ha dejado sordo, pero le ha arreglado el estreñimiento porque luego le metió la cachiporra por el culo.

—Entonces mejor que se quede con ella –pensó Perkins.

—Luego se fue a vivir a Cayo Largo –continuó Malcom–.

Compró una casa en una playa perdida y un barco de pesca que usa para alquilarlo a los turistas y también como pantalla. Se gasta menos en cebo que en desodorante porque pesca con dinamita que se fabrica él mismo, y como está sordo no le afectan las explosiones.

—Pues lo tenemos claro –apostilla Andrew–. Igual vuela el banco con todos nosotros dentro.

—Tranquilos –dice Quant–. Cafferty sabe lo que hace y si lo ha citado será que forma parte de su plan. Cafferty sabía que Gómez está teniente.

—¡Atención, atención todos! –pide Joe Cafferty, golpeando una botella de Whiskey con el cañón de su revolver Smith & Wesson 357 Magnum.

—Bueno, muchachos, en primer lugar, bienvenidos todos –comienza Cafferty a explicar su plan–. Nos hemos reunido de nuevo aquí, en Omaha, para atracar la sucursal del Wells Fargo Bank, en el 1919 de Douglas Street. En este estado de Nebraska no hemos dado nunca un “palo”. Por tanto, no nos conocen y podemos aprovechar esa circunstancia. Quant y yo hemos estado un par de meses estudiando el terreno hasta memorizar cada detalle y tenemos elaborado el plan que os explicaré ahora, aunque luego, uno a uno, para evitar llamar la atención, veréis in situ con todo detalle todos los lugares donde desarrollaremos el trabajo. En compañía de Quant o mía visitaréis el escenario al completo para aclarar cualquier duda. Usaremos armas y máscaras nuevas. Se trata de escopetas recortadas, todas iguales, del calibre 12 y una dotación de 12 cartuchos de 70 mm reforzados con perdigón de 4ª. Las máscaras también son todas iguales. Ahí tenéis una escopeta para cada uno, menos para Gómez, el sordomudo. Yo llevaré una Uzi y mi máscara será la de Blancanieves y las vuestras la de los enanitos.

—Jefe –inquiere Perkins– ¿y el sordomudo?

—Ahí voy, Perkins, ahí voy –le aplaca Cafferty–. Igual que Perkins, supongo que todos os preguntaréis cómo he contado también con Gómez, que como sabéis ha prosperado y ya es sordomudo gracias al Rinoceronte.

»Muy cerca del banco, en Farnam Street, se encuentra el Rose Theater, y en su sótano se encuentra la entrada de un pozo que comunica con una alcantarilla que discurre por un aparcamiento próximo al banco, en el que existe otro pozo que comunica con la misma alcantarilla.

»No huiremos en un solo coche sino que dispondremos de cuatro, que habremos aparcado previamente ocupando sitios en el aparcamiento frente al banco, alrededor de la tapa de esa alcantarilla.

»El día anterior, Gómez asistirá a la última sesión de la representación que da el teatro, pero, una vez terminada la función, se escurrirá sin ser visto hasta los sótanos, aguardando hasta el momento del atraco, situándose previamente en la base del pozo de alcantarilla del aparcamiento.

NOSOTROS HUIREMOS REPARTIDOS EN LOS COCHES, Y AUNQUE TRINQUEN A ALGUNO, NO ENCONTRARÁN NI DINERO NI ARMAS. NO HABRÁ CASO, Y COMO MUCHO PODRÍAMOS PASAR UN MESECITO A LA SOMBRA, PERO NOS TENDRÍAN QUE LIBERAR POR FALTA DE PRUEBAS. CUANDO PASE UN TIEMPO PRUDENCIAL FOX Y YO IREMOS A CAYO LARGO A POR EL DINERO

»Al salir huyendo del banco, antes de coger los automóviles, tiraremos las armas, las máscaras y el botín por el pozo. El sordomudo recogerá todo y se ocupará de hacer desaparecer las armas y saldrá del teatro al día siguiente por la puerta con el botín que se llevará a Cayo Largo, a su casa. Nosotros huiremos repartidos en los coches, y aunque trinquen a alguno, no encontrarán ni dinero ni armas. No habrá caso, y como mucho podríamos pasar un mesecito a la sombra, pero nos tendrían que liberar por falta de pruebas. Cuando pase un tiempo prudencial Fox y yo iremos a Cayo Largo a por el dinero, y quedaríamos todos en el Comfort Inn & Suites, de Salt Lake City, para hacer el reparto.

—Jefe ¿y si agarran al sordomudo y le interrogan? –pregunta Clark.

—Tú eres gilipollas –replica Andrew–. ¿Cómo van a interrogar a un sordomudo?

—¡Ah, es verdad! –reconoce el otro– Si ni oye ni habla. Es como hablar con un ladrillo.

—¿Y por qué vas a ir solamente tú con Fox a por la pasta? –pregunta Collins.

—Porque Fox conoce el idioma por señas de los sordomudos –responde Quant por Cafferty, que ya estaba echando mano al revólver para responder a Collins.

El atraco sale de acuerdo a lo previsto. Han trincado a Malcom y a Clark, que huían en el mismo vehículo, pero les han puesto en libertad en un mes, al no encontrar ni las armas ni el botín. Han pasado cuatro meses, cuando Cafferty y Fox viajan hasta la casa de Gómez, en Cayo Largo, donde han acudido por diferentes rutas. Es una pequeña casa en la línea de playa con un embarcadero donde se encuentra amarrado el barco de pesca del sordomudo.

Gómez los recibe con cara de pocos amigos. Cafferty se dirige entonces a Fox, que es el que conoce el lenguaje de signos con el que puede comunicarse con él.

—Fox –apunta Cafferty , pregúntale al Mudo dónde cojones está la pasta.

Y Fox comienza a transmitir al Mudo la orden de Cafferty:

—Dice (se señala los labios) el jefe (hace el saludo militar señalando a la vez a Cafferty) que dónde (traza una interrogación en el aíre) cojones está (mira hacia los lados como si buscara algo mientras se agarra el paquete de la entrepierna) la pasta (frota el dedo gordo de su mano derecha contra el índice).

A lo que el Mudo responde por señas:

—Dile (se señala los labios) tú (señala a Fox con su dedo índice) al jefe (hace el saludo militar señalando a Cafferty) que la pasta (frota el dedo gordo de su mano derecha contra el índice) ha volado (abate los brazos imitando unas alas). Que os den por culo (enseña enhiesto el índice de la mano derecha) a todos (ahora señala en un semicírculo al completo con el dedo índice).

—¿Qué ha dicho el Mudo? –pregunta Cafferty a Fox.

—Pues, que el dinero ha volado –responde Fox–, y que nos den por el culo a todos.

—Dile al Mudo –Cafferty se dirige de nuevo a Fox– que se deje de bromas y diga dónde está la pasta.

Y Fox se lo transmite al Mudo:

—Dice (se señala los labios) el jefe (hace el saludo militar señalando a Cafferty) que tú (señala a Gómez) no (hace el signo de negación con el índice) hagas bromas (hace como si soltara una carcajada mientras castañea los dedos con las manos en alto), que dónde está (traza una interrogación en el aíre y mira hacia los lados como si buscara algo) la pasta (frota el dedo gordo de su mano derecha contra el índice).

El Mudo responde entonces con sus signos:

—Dile (se señala los labios) tú (señala a Fox con su dedo índice) al jefe (hace el saludo militar señalando a Cafferty) que a mí (se señala a sí mismo) el jefe (hace de nuevo el saludo militar) me la casca (coloca y mueve la mano de forma inequívoca a la altura de la bragueta), y tú a mí (señala a Fox con el índice y luego a sí mismo) me la chupas (mueve adelante y atrás ahora la mano ahuecada frente a la boca), que no hay dinero (hace el signo de negación con la cabeza mientras fricciona el dedo gordo contra el índice) —¿Qué ha dicho el Mudo? –pregunta Cafferty a Fox.

—Dice –responde Fox– que te diga que tú se la puedes cascar y yo chupársela. Que no hay dinero.

—Dile al Mudo –replica Cafferty– que te diga dónde está el dinero o le pego un tiro en la boca que le reviento esa cabeza de chorlito.

Y Fox le transmite la orden a Gómez.

—Dice (se señala los labios) el jefe (hace el saludo militar señalando a Cafferty) que digas (se señala los labios y luego al Mudo) dónde está (traza una interrogación en el aire y mira hacia los lados como si buscara algo) la pasta (frota el dedo gordo de su mano derecha contra el índice) o te pega un tiro en la boca (imita con la mano una pistola, con el índice como el cañón y el dedo gordo como el martillo percutor, se introduce el índice en la boca y desciende el dedo gordo) que te revienta la cabeza (se lleva las palmas de las manos a los lados de la cabeza y las separa bruscamente, imitando una explosión).

EL MUDO ABRE LOS OJOS DESMESURADAMENTE. SU CARA EXPRESA EL TERROR QUE LE CAUSA LA AMENAZA DE CAFFERTY. ESTÁ CONVENCIDO DE QUE ES CAPAZ DE HACERLO PORQUE LO VE ECHANDO HUMO POR LAS OREJAS Y MANO A LA CULATA DEL SMITH & WESSON. Y RESPONDE DE INMEDIATO POR SEÑAS

El Mudo abre los ojos desmesuradamente. Su cara expresa el terror que le causa la amenaza de Cafferty. Está convencido de que es capaz de hacerlo porque lo ve echando humo por las orejas y mano a la culata del Smith & Wesson. Y responde de inmediato por señas.

—Dile (se señala los labios) tú (señala a Fox con su dedo índice) al jefe (hace el saludo militar señalando a Cafferty, que ya lleva medio revólver fuera de la funda sobaquera) que la pasta (frota el dedo gordo de su mano derecha contra el índice) está en el barco (imita el oleaje con la mano y mueve oscilando las manos cerradas como si accionara un timón y señala al embarcadero), debajo del piso (señala el suelo) del retrete (hace el gesto de apretar agachado con cara de estreñido).

—¿Qué ha dicho el Mudo, Fox? –pregunta Cafferty.

—Que no tienes tú cojones para pegarle un tiro en la boca –respondió Fox.

Esteban Langa FuentesEsteban Langa Fuentes
Ingeniero de Minas


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